Para que funcione la globalizaci¨®n
Comprender el fen¨®meno ayuda a formular remedios y tratar las causas subyacentes
He escrito repetidamente sobre los problemas de la globalizaci¨®n: un r¨¦gimen de comercio global injusto que impide el desarrollo, un sistema econ¨®mico global inestable que provoca crisis recurrentes en las que los pa¨ªses pobres se ven lastrados una y otra vez por una deuda insostenible, y un r¨¦gimen global de la propiedad intelectual que niega el acceso a medicamentos asequibles que salvan vidas, incluso cuando el sida hace estragos en el mundo en desarrollo.
Tambi¨¦n he escrito sobre las anomal¨ªas de la globalizaci¨®n: el dinero deber¨ªa fluir de los pa¨ªses ricos a los pobres, pero en los ¨²ltimos a?os ha ido en el sentido contrario. Aunque los ricos tienen m¨¢s capacidad para soportar los riesgos de las fluctuaciones de las divisas y los tipos de inter¨¦s, son los pobres los que soportan la mayor parte de esta volatilidad. De hecho, he protestado tan fuerte y ruidosamente por los problemas de la globalizaci¨®n que muchos han llegado a la conclusi¨®n err¨®nea de que pertenezco al movimiento antiglobalizaci¨®n. Pero yo creo que la globalizaci¨®n tiene un potencial enorme, siempre que se gestione adecuadamente.
La teor¨ªa econ¨®mica no dice que todo el mundo vaya a beneficiarse de la globalizaci¨®n, s¨®lo que los beneficios netos ser¨¢n positivos
Controlar el proceso brinda la posibilidad de rehacer la globalizaci¨®n y conseguir un nivel de vida m¨¢s alto para todo el mundo
Hace unos setenta a?os, durante la Gran Depresi¨®n, John Maynard Keynes formul¨® su teor¨ªa del desempleo, que analizaba c¨®mo la acci¨®n del Gobierno pod¨ªa reinstaurar el pleno empleo. Aunque los conservadores le vilipendiaron, Keynes en realidad hizo m¨¢s por salvar al sistema capitalista que todos los financieros promercado juntos. Si se hubiera seguido a los conservadores, la Gran Depresi¨®n habr¨ªa sido todav¨ªa peor y la exigencia de una alternativa al capitalismo habr¨ªa sido m¨¢s fuerte. Asimismo, a menos que reconozcamos y abordemos los problemas de la globalizaci¨®n, ser¨¢ dif¨ªcil mantenerla. La globalizaci¨®n no es inevitable: ya ha habido reveses en el pasado, y pueden volver a producirse.
Los partidarios de la globalizaci¨®n tienen raz¨®n al decir que posee potencial para mejorar el nivel de vida de todo el mundo. Pero no lo ha hecho. Ya no se pueden pasar por alto las preguntas formuladas por los j¨®venes trabajadores franceses que dudan sobre c¨®mo va a mejorar su situaci¨®n la globalizaci¨®n si implica aceptar unos salarios m¨¢s bajos y una protecci¨®n laboral m¨¢s endeble.
Tampoco se puede responder a esas preguntas con la nost¨¢lgica esperanza de que alg¨²n d¨ªa todo el mundo se beneficiar¨¢. Como se?alaba Keynes, a largo plazo, todos estamos muertos. La creciente desigualdad en los pa¨ªses industrializados avanzados fue una consecuencia de la globalizaci¨®n prevista desde hace mucho, pero rara vez anunciada. La plena integraci¨®n econ¨®mica supone la equiparaci¨®n de los trabajos no especializados en todo el mundo y, aunque estamos muy lejos de alcanzar esta meta, la presi¨®n descendente que recae sobre los que est¨¢n m¨¢s abajo es evidente.
En la medida en que los cambios tecnol¨®gicos han contribuido a lo que pr¨¢cticamente es un estancamiento de los salarios reales para los trabajadores poco especializados en Estados Unidos y otros lugares durante las ¨²ltimas tres d¨¦cadas, los ciudadanos poco pueden hacer. Pero pueden hacer algo respecto a la globalizaci¨®n. La teor¨ªa econ¨®mica no dice que todo el mundo vaya a beneficiarse de la globalizaci¨®n; s¨®lo que los beneficios netos ser¨¢n positivos y que, por tanto, los vencedores podr¨¢n compensar a los perdedores y, aun as¨ª, salir ganando. Pero los conservadores afirman que para seguir siendo competitivos en un mundo globalizado deben recortarse los impuestos y reducir el Estado de bienestar. Esto se ha hecho en EE UU, donde los impuestos se han vuelto menos progresistas y las subvenciones fiscales se han otorgado a los ganadores (aquellos que se benefician de la globalizaci¨®n y los cambios tecnol¨®gicos). En consecuencia, Estados Unidos y otros que siguen su ejemplo se est¨¢n convirtiendo en pa¨ªses ricos con gente pobre.
La v¨ªa escandinava
Pero los pa¨ªses escandinavos han demostrado que existe otra v¨ªa. Por supuesto, el Gobierno, al igual que el sector privado, debe esforzarse por ser eficaz. Pero las inversiones en educaci¨®n e investigaci¨®n, junto con una s¨®lida red de seguridad social, pueden llevar a una econom¨ªa m¨¢s productiva y competitiva, con m¨¢s seguridad y un nivel de vida m¨¢s alto para todo el mundo. Una red de seguridad fuerte y una econom¨ªa pr¨®xima al pleno empleo ofrecen un entorno propicio para que todos los interesados -trabajadores, inversores y empresarios- sean part¨ªcipes de los riesgos que requieren las nuevas inversiones y empresas. El problema es que la globalizaci¨®n econ¨®mica ha dejado atr¨¢s a la globalizaci¨®n de la pol¨ªtica y las mentalidades. Dependemos m¨¢s de los dem¨¢s, lo cual aumenta la necesidad de actuar juntos, pero no disponemos de marcos institucionales para hacerlo de manera eficaz y democr¨¢tica.
La necesidad de organizaciones internacionales como el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y la Organizaci¨®n Mundial de Comercio nunca ha sido tan grande, y la confianza en estas instituciones rara vez ha sido tan escasa. La ¨²nica superpotencia del mundo, Estados Unidos, ha demostrado su desd¨¦n por las instituciones supranacionales y ha trabajado asiduamente para socavarlas. El amenazador fracaso de la ronda de desarrollo de conversaciones sobre comercio y la larga demora de la exigencia del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas de un alto el fuego en L¨ªbano no son m¨¢s que los ¨²ltimos ejemplos del menosprecio de Estados Unidos por las iniciativas multilaterales.
El mejorar nuestra comprensi¨®n de los problemas de la globalizaci¨®n nos ayudar¨¢ a formular remedios -algunos, peque?os; otros, grandes- orientados a ofrecer un alivio sintom¨¢tico y abordar las causas subyacentes. Hay una amplia gama de medidas que pueden beneficiar a la gente de los pa¨ªses desarrollados y en v¨ªas de desarrollo, lo cual otorgar¨ªa a la globalizaci¨®n la legitimidad popular de la que actualmente carece. En otras palabras, se puede transformar la globalizaci¨®n; de hecho, est¨¢ claro que ser¨¢ transformada. La cuesti¨®n es si ese cambio nos vendr¨¢ impuesto por una crisis o como resultado de una deliberaci¨®n y un debate cuidadoso y democr¨¢tico. Los cambios impulsados por crisis entra?an el riesgo de provocar una reacci¨®n contra la globalizaci¨®n, o una remodelaci¨®n fortuita de la misma, que simplemente allanar¨ªa el terreno para m¨¢s problemas en el futuro. Por el contrario, el hacerse con el control del proceso brinda la posibilidad de rehacer la globalizaci¨®n, de modo que por fin est¨¦ a la altura de su potencial y sus promesas: un nivel de vida m¨¢s alto para todo el mundo.
Joseph E. Stiglitz es premio Nobel de Econom¨ªa. Su libro m¨¢s reciente es Making globalization work. Traducci¨®n de News Clips. ? Project Syndicate, 2006.
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