Farruquito
"Cuando reflexionemos sobre nuestro siglo XX no nos parecer¨¢ lo m¨¢s grave las fechor¨ªas de los malvados, sino el escandaloso silencio de las buenas personas" (Mart¨ªn Luther King).
De todo el caso Farruquito lo que m¨¢s me ha llamado la atenci¨®n es la exculpaci¨®n que hace del delincuente un determinado sector de la sociedad, sobre todo los aficionados al flamenco y esos que se llaman a s¨ª mismos "flamenc¨®logos". Se muestran transigentes por distintas causas: el muchacho tan joven que ten¨ªa un empacho de ¨¦xito pero lo bien que baila, el gitano exponente de una raza marginada y perseguida, el joven mal aconsejado pero el arte tan grande que tiene y cosas as¨ª. Parece que ser condescendiente con el homicidio de una persona inocente te convierte en un gourmet de las esencias flamencas: s¨®lo los aut¨¦nticos avisados, s¨®lo los que saborean el arte de verdad, son capaces de que no les importe que se haya matado a una persona, se haya dado a la fuga y haya tratado de inculpar a su propio hermano. Son pecadillos de juventud de un genio, de un artista.
A pesar de las sentencias condenatorias, el bailaor sigue actuando, sigue llenando salas, sigue recibiendo intensas ovaciones, algunas incluso suenan como si fueran homenajes. Lo sensibles y lo enterados que son nuestros expertos en flamenco que son capaces de olvidar cualquier canallada si se ha limpiado la sangre en el sagrado altar del arte. El flamenco, dicen, es el exponente del pueblo gitano andaluz, perseguido a lo largo de la historia, marginado, producido en barriadas degradadas de la periferia.
Ha habido muchos gitanos y muchos flamencos con problemas con la justicia, forma parte de su historia, al parecer. ?A nadie se le ocurre dejar de ir a un recital de un delincuente que ha matado a una persona? ?A ning¨²n empresario se le ocurre no contratarlo por sus fechor¨ªas? Todas estas personas que le aplauden deben ser maravillosos padres de familia, cumplidores con la hacienda p¨²blica, temerosos de Dios. Los que alaban el arte de Farruquito de manera condescendiente son el silencio de las buenas personas que callaron ante el mal, seg¨²n descripci¨®n de Mart¨ªn Luther King.
?Todos estos flamenc¨®logos no piensan que la sentencia hubiera sido mucho m¨¢s grave si la polic¨ªa hubiera interceptado las conversaciones telef¨®nicas con las debidas garant¨ªas? El garantismo jur¨ªdico es imprescindible, nadie lo discute. Incluso es un s¨ªntoma de una democracia avanzada. Pero eso no oculta c¨®mo se produjeron los hechos. Los jueces no determinan la verdad, imparten justicia, que no es poco. Y aunque pueda parecer escasa la sentencia, debe servir como ejemplo. ?A ning¨²n flamenc¨®logo se le ca¨ªa el alma a los pies al ver al bailaor rodeado de toda una troupe de guardaespaldas feroces?, ?el arte exime de cualquier responsabilidad?, ?alguien que pinte bien puede violar?, ?alg¨²n excelso m¨²sico puede robar?, ?un arquitecto de renombre puede delinquir sin m¨¢s? Porque entonces tendr¨ªamos una sociedad dual, donde los artistas tendr¨ªan carta blanca para cualquier tropel¨ªa con la condescendencia de quienes se sienten degustadores de su arte. ?Ser gitano o padre de familia es un eximente o debe ser insignificante?
Espero que Farruquito vaya a la c¨¢rcel. Ninguna multa har¨¢ verdadera justicia, por grande que sea, sobre todo habiendo como hay gente dispuesta a pagar por verlo bailar. Es verdad que la c¨¢rcel es horrible, como ha dicho alg¨²n cantaor. Es cierto que nadie va a devolverle a la viuda la vida del muerto. Pero no es menos verdad que hay que establecer el criterio de la justicia ciega en el que nadie escapa a su acci¨®n por famoso o millonario que sea. Da igual los buenos abogados que se pueda pagar o la pl¨¦yade de familiares que lo acompa?en. Da igual si son gitanos, si son subsaharianos, si son musulmanes o si son cristianos, si han nacido en Dakar , en Los Remedios o en el Pol¨ªgono. No estar¨ªa de m¨¢s durante la Bienal de Flamenco recordar que el arte no puede encubrir el crimen.
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