El islam que cabe en Europa
Los turcos observan sus tradiciones isl¨¢micas como muchos otros europeos el cristianismo
En el arco de entrada a la localidad de Sincan, a unos cuarenta minutos en coche del centro de Ankara, ya no est¨¢n los emblemas y esl¨®ganes isl¨¢micos que tanta indignaci¨®n provocaron hace a?os entre las ¨¦lites laicas de Turqu¨ªa. Tanta indignaci¨®n como para desencadenar en 1997 -no s¨®lo los esl¨®ganes, por supuesto, sino las manifestaciones pro islamistas celebradas all¨ª y la participaci¨®n en ellas del embajador de Ir¨¢n- el ¨²ltimo de los golpes militares de una larga serie de intervenciones del Ej¨¦rcito destinada a reafirmar la herencia secular de Mustaf¨¢ Kemal Atat¨¹rk.
Han desaparecido las pancartas verdes y el resto de la simbolog¨ªa islamista, pero Sincan no ha dejado de ser una poblaci¨®n en la que se visualiza con facilidad el fuerte componente religioso del conjunto del pa¨ªs. Las mujeres ataviadas con el velo isl¨¢mico son mayor¨ªa, y las que no lo llevan, usan ropas decorosas; el alcohol est¨¢ fuertemente restringido, sino completamente eliminado, y las mezquitas se suceden en las calles. El 98% de la poblaci¨®n de Turqu¨ªa es considerada musulmana, pero s¨®lo en algunos reductos como Sincan la manifestaci¨®n p¨²blica de esa creencia religiosa y el auge de su exhibici¨®n p¨²blica se hace tan patente.
Hay una profunda tensi¨®n nacional entre los sectores que quieren otorgar mayor relieve al islam y los que insisten en el car¨¢cter laico del Estado
"Queremos ser una sociedad moderna y estar en la Uni¨®n Europea: ¨¦se es el pensamiento isl¨¢mico turco", explica el profesor Atilla Eralp
El Ej¨¦rcito y los poderes judicial y econ¨®mico sospechan de cualquier giro, por peque?o que sea, hacia un modelo m¨¢s isl¨¢mico
Los turcos son conscientes del monumental desaf¨ªo que tienen entre manos y se dedican a su soluci¨®n con una energ¨ªa sobrecogedora
En una de las mezquitas de Sincan, poco antes de la oraci¨®n del mediod¨ªa de una jornada laborable, el im¨¢n, un joven de s¨®lo 24 a?os, atiende a un grupo de fieles. Los saludos iniciales son en ¨¢rabe. Es muy consciente de su responsabilidad y del papel que le corresponde. No quiere dar su nombre y evita hablar de pol¨ªtica aduciendo su responsabilidad de funcionario p¨²blico. Se muestra respetuoso de la visi¨®n del islam que tienen otros pa¨ªses musulmanes, incluido Ir¨¢n, pero defiende la v¨ªa turca, que exige una estricta separaci¨®n entre la funci¨®n religiosa y el Estado. S¨®lo expresa una queja, que dice que est¨¢ en boca de todos sus parroquianos: las restricciones a los s¨ªmbolos isl¨¢micos en cualquier funci¨®n p¨²blica.
Ese principio restrictivo se cumple de manera tan dr¨¢stica en la laica Turqu¨ªa oficial que ni siquiera la mujer del primer ministro, Recep Tayyip Erdogan, del Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP, isl¨¢mico moderado), est¨¢ autorizada a usar el tradicional velo isl¨¢mico en los actos oficiales. Y lo tiene que cumplir hasta tal extremo parad¨®jico que, mientras acude con su marido y su velo a las cenas de gala y ceremonias que se celebran cuando ambos viajan al extranjero, se ve obligada a ausentarse de ellas cuando ¨¦stas se celebran en su propio pa¨ªs.
Por absurdo que parezca ese ejemplo, la prohibici¨®n del velo fue respaldada en 2005 por una sentencia del Tribunal de Estrasburgo que consider¨® que, frente al intento por parte de "grupos extremistas de imponer a la sociedad sus s¨ªmbolos religiosos", la medida recurrida pretend¨ªa "proteger los derechos y libertades de otros, as¨ª como el orden p¨²blico". El Gobierno turco no comparte esta sentencia y muchos de sus seguidores tampoco creen que la mujer que interpuso el recurso, una estudiante de medicina expulsada de la Universidad de Estambul por negarse a quitarse el velo, fuera precisamente una terrorista.
La pol¨¦mica sobre el uso del velo isl¨¢mico (no el pa?uelo com¨²n que cubre ligeramente la cabeza, sino el manto que oculta por completo el cabello y acaba cruzado sobre el pecho de la mujer, lo que en Turqu¨ªa llaman turbante y en otros lugares chador), que est¨¢ prohibido en todas las oficinas y edificios del Estado, incluidas las universidades, es s¨®lo la m¨¢s visible y simb¨®lica de una larga y profunda tensi¨®n nacional entre los sectores que quieren otorgar un mayor relieve al islam y los que insisten en conservar sin concesiones el car¨¢cter estrictamente laico de la Rep¨²blica turca. Una tensi¨®n cuyo origen se remonta al momento mismo en que Atat¨¹rk comenz¨® la secularizaci¨®n del pa¨ªs, en 1923, y que se ha agudizado hoy, cuando Turqu¨ªa lucha por su incorporaci¨®n a la Uni¨®n Europea y cuando el mundo necesita urgentemente un modelo de democracia isl¨¢mica con la que responder a la amenaza del radicalismo.
El debate sobre el laicismo en Turqu¨ªa, trascendental por muchas razones, es cualquier cosa menos sencillo. Ni el auge, en los ¨²ltimos a?os, de las fuerzas pol¨ªticas de inspiraci¨®n religiosa constituye necesariamente el anuncio de una pr¨®xima rep¨²blica isl¨¢mica ni el mantenimiento estricto del secularismo garantiza la democracia. Pero tampoco se pueden considerar autom¨¢ticamente las restricciones de los s¨ªmbolos religiosos como imposici¨®n del poder militar del pa¨ªs ni las reivindicaciones isl¨¢micas como una mera cuesti¨®n de derechos humanos.
Turqu¨ªa no est¨¢ dividida entre una mitad laica que garantiza la democracia y el progreso, y una mitad religiosa que busca la regresi¨®n al pasado y la teocracia. Tampoco es un pa¨ªs dominado por una ¨¦lite militarista y occidentalizada que pretende imponer sus privilegios frente a un pueblo oprimido que se refugia en su fe como instrumento de reivindicaci¨®n. Todos estos componentes est¨¢n reflejados de alguna manera en las tensiones actuales, pero de forma entrecruzada y variable en el tiempo, de tal manera que conforman un escenario complejo, explosivo e imprevisible.
Muchos turcos dir¨ªan que, en realidad, ese escenario ha sido el mismo durante d¨¦cadas de conflictos sociales y golpes militares en las que, en el fondo, Turqu¨ªa ha estado a la b¨²squeda de una identidad nacional com¨²nmente aceptada. Pero es ahora cuando la situaci¨®n en ese pa¨ªs alcanza un inter¨¦s que desborda claramente sus fronteras. No s¨®lo porque ha comenzado a negociar su futura incorporaci¨®n a la UE, sino porque, con una poblaci¨®n de 80 millones de musulmanes que crece al ritmo de un mill¨®n por a?o, en un territorio que une Europa y Asia, en un momento hist¨®rico en el que el mundo parece abocado al enfrentamiento entre los valores occidentales y los del islamismo radical, un pa¨ªs como Turqu¨ªa alcanza un extraordinario significado.
?Puede ser Turqu¨ªa la prueba de que democracia y Cor¨¢n son compatibles? ?Puede ser Turqu¨ªa el v¨ªnculo de uni¨®n entre Occidente y el islam? ?Es Turqu¨ªa parte del problema al que el mundo se enfrenta en esta etapa hist¨®rica o es la soluci¨®n?
EL PA?S ha trasladado estas inquietudes durante varios d¨ªas a distintas personalidades de la pol¨ªtica y la sociedad turcas. No hay, desde luego, conclusiones porque se trata de un proceso en marcha. Pero s¨ª parece quedar claro que los turcos son conscientes del monumental desaf¨ªo que tienen entre manos y est¨¢n dedicados a su soluci¨®n con una energ¨ªa sobrecogedora.
Para verlo, volvamos a Sincan.
El joven im¨¢n de la mezquita que visitamos cumple con la obligaci¨®n de leer a sus fieles ¨²nicamente el serm¨®n que le env¨ªa la autoridad religiosa. No tiene libertad, como los imanes de otros pa¨ªses, de predicar sus propios mensajes. El Estado sabe que la oraci¨®n es el veh¨ªculo para la politizaci¨®n del islam en otros lugares y trata de impedirlo. Eso despierta algunas resistencias en mezquitas como las de Sincan, pero tambi¨¦n es una garant¨ªa de que los cl¨¦rigos turcos no se sumen a la ofensiva ideol¨®gica que se est¨¢ produciendo en otras partes del mundo isl¨¢mico.
A una hora de Sincan -y mucho m¨¢s lejos de sus calles polvorientas y su escenograf¨ªa religiosa- est¨¢ la moderna oficina de Atilla Eralp en la Universidad T¨¦cnica de Oriente Pr¨®ximo de Ankara, donde dirige el Centro de Estudios Europeos y dedica todos sus esfuerzos a hacer compatibles el pensamiento tradicional turco con las corrientes del pensamiento liberal europeo. El profesor Eralp comprende que, despu¨¦s de una visita a Sincan, tengamos la impresi¨®n de que Turqu¨ªa es un pa¨ªs "profundamente isl¨¢mico", pero explica que ¨¦sa es una impresi¨®n equivocada.
"Puede sentir eso en Sincan y en algunas otras partes del pa¨ªs, pero Turqu¨ªa no es profundamente isl¨¢mica. Turqu¨ªa es isl¨¢mica en el sentido social, en el sentido de que la gente observa las tradiciones isl¨¢micas, no de forma muy diferente a lo que se ve en otras partes de Europa con el cristianismo".
Atilla Eralp asegura que, a lo largo de todo el pa¨ªs, se puede apreciar el contraste entre una sociedad religiosa y al mismo tiempo secularizada. "En unos lados podr¨¢ beber alcohol y en otros no, en unos lados ver¨¢ mujeres con velo y en otro con minifalda. Son dos estilos de vida, pero dos estilos de vida que conviven en armon¨ªa, dos estilos que no son antag¨®nicos".
Eralp acepta la evidencia de que, desde el 11 de septiembre de 2001, Occidente observa con mucha precauci¨®n la mera manifestaci¨®n de la fe isl¨¢mica, as¨ª como la realidad de un creciente islam pol¨ªtico que desaf¨ªa el orden establecido. Pero niega que esto sea un peligro en Turqu¨ªa. "El pensamiento isl¨¢mico no est¨¢ a la ofensiva en Turqu¨ªa; al contrario, el pensamiento isl¨¢mico turco, basado en la tradici¨®n de tolerancia religiosa del Imperio Otomano, est¨¢ tratando de entenderse con el poder establecido. El actual Gobierno es el mejor ejemplo. Queremos ser una sociedad desarrollada, moderna y estar en la Uni¨®n Europea: ¨¦se es el pensamiento isl¨¢mico turco".
Este profesor pone como ejemplo al actual Gobierno porque, en efecto, el Gabinete de Erdogan intenta ser el punto de encuentro entre la Turqu¨ªa isl¨¢mica y secular. Muchos -en el Ej¨¦rcito, entre la izquierda y en las ¨¦lites econ¨®micas- dudan de que realmente lo sea. Algunos, como veremos m¨¢s adelante, incluso sospechan de que Erdogan y su partido no son m¨¢s que un Caballo de Troya donde se esconden los creadores de una rep¨²blica isl¨¢mica. Pero es cierto que la evoluci¨®n pol¨ªtica de Erdogan y del AKP es, en gran medida, la met¨¢fora de un esfuerzo por conciliar las dos Turqu¨ªas.
Erdogan alcanz¨® relevancia nacional como alcalde de Estambul, puesto al que lleg¨® en 1994 como miembro del Partido del Bienestar, que entonces dirig¨ªa el islamista de l¨ªnea dura Necmettin Erbakan. Erdogan consigui¨® un gran prestigio como gestor incorruptible, aunque su noci¨®n de la democracia -en una ocasi¨®n la defini¨® como "el tranv¨ªa al que te subes hasta que llegas a tu destino"- era a¨²n muy discutible.
En 1998, tras lo que se denomin¨® "el golpe posmoderno", el partido de Erbakan fue prohibido y el propio Erdogan despose¨ªdo de la alcald¨ªa acusado p¨²blicamente de violar la ley por recitar un poema que daba un claro contenido pol¨ªtico a la religi¨®n: "Los alminares son nuestras bayonetas; las c¨²pulas, nuestras corazas; las mezquitas, nuestros cuarteles, y los creyentes, nuestros soldados".
Sin renunciar nunca a sus creencias religiosas -se opone al aborto y a los m¨¦todos anticonceptivos-, Erdogan, hombre austero y puritano, cre¨® posteriormente su propio partido, m¨¢s moderado que el de su maestro, el Partido de la Justicia y el Desarrollo, con el que finalmente consigui¨® la mayor¨ªa absoluta en el Parlamento en las elecciones de 2002. Desde entonces, Erdogan ha gobernado con un programa econ¨®mico de corte thatcherista (partidario de las privatizaciones y del recorte del tama?o del Estado) y con el prop¨®sito de transformar los principios del viejo laicismo kemalista en un moderno secularismo anglosaj¨®n. Tal como el mismo Erdogan ha explicado en algunas ocasiones, se trata de modificar la prohibici¨®n de la religi¨®n en el ¨¢mbito p¨²blico, por la libertad religiosa y la separaci¨®n entre la religi¨®n y el Estado.
"El secularismo", asegura Murat Mercan, diputado del AKP, estrecho colaborador de Erdogan desde su etapa en Estambul y presidente de la delegaci¨®n turca en la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa, "no es la prohibici¨®n a que las personas manifiesten sus sentimientos religiosos. El secularismo es s¨®lo la separaci¨®n de la religi¨®n y el Estado, la garant¨ªa de que el Estado mantiene un equilibrio entre todas las creencias. Un Estado secular tiene que respetar todos los sentimientos religiosos".
Murat Mercan niega que el fin ¨²ltimo del AKP sea liquidar los principios seculares de la Rep¨²blica y afirma que, por el contrario, est¨¢ "a favor del secularismo como un instrumento fundamental de la democracia, pero no de una concepci¨®n del secularismo que impida que la gente practique sus creencias religiosas".
As¨ª pues, Turqu¨ªa intenta conciliar estos d¨ªas los intereses de un Gobierno conservador que representa el sentir religioso mayoritario en la sociedad con los principios de lo que all¨ª se llama "el Estado profundo", constituido por el Ej¨¦rcito, el poder judicial y el poder econ¨®mico, que sospecha de cualquier giro, por peque?o que sea, hacia un modelo m¨¢s isl¨¢mico. En alguna medida, ese Gobierno representa muchas de las ansias de libertad de una poblaci¨®n, impedida a expresarse libremente por un Ej¨¦rcito que, amparado en la defensa de la Rep¨²blica de Atat¨¹rk, ha ahogado durante 80 a?os todas las expresiones de religiosidad. Atat¨¹rk fue un visionario que, sobre las cenizas del Imperio Otomano, comprendi¨® que Turqu¨ªa s¨®lo ser¨ªa viable si se occidentalizaba, impuso por la fuerza una nueva graf¨ªa para el idioma turco y desplaz¨® la religi¨®n al ¨¢mbito semiclandestino.
Pero eso es s¨®lo en alguna medida. El conflicto entre laicismo y religi¨®n tiene m¨²ltiples manifestaciones que d¨ªa a d¨ªa se reflejan en los acontecimientos de Turqu¨ªa. Y una de las preocupaciones principales es la de cu¨¢l de esas dos corrientes puede prevalecer en el futuro inmediato.
Ma?ana, segunda y ¨²ltima parte de Turqu¨ªa y el conflicto religioso.
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