Entre el p¨¦ndulo y el embudo
Con permiso de los constitucionalistas, me temo que en Espa?a hay leyes superiores a la Constituci¨®n. Cierto que no aparecen en el bolet¨ªn. Pero rigen nuestra convivencia. De entre ellas destacan la del p¨¦ndulo y la del embudo.
El p¨¦ndulo se manifiesta entre nosotros, al menos, desde principios del siglo XIX. Viene a ser un endemismo hispano. Es un padecimiento insidioso y recurrente: una especie de trastorno circular, ducha escocesa de ortodoxias alternativas, siempre impositivas, que reclaman adhesi¨®n incondicional.
Larra describi¨® el p¨¦ndulo en un art¨ªculo de 1834, Ventajas de las cosas a medio hacer. En 1808 -escribi¨®- Espa?a "no pod¨ªa ser feliz sino bajo la ilustrada dominaci¨®n del dispensador supremo de la dicha de los pueblos" (Bonaparte). "Poco despu¨¦s, toda su bienandanza deb¨ªa consistir en manejarse por s¨ª sola. El a?o 14 era indudable que s¨®lo su leg¨ªtimo Rey y su leg¨ªtima libertad la pod¨ªan conducir a la dicha. Hasta el a?o 19 el orden y la paz, la gloria y la ventura s¨®lo pod¨ªan apoyarse en la santa Inquisici¨®n. El a?o 20 ya se averigu¨® que aquella dicha no era la verdadera. El a?o 23 se vio felizmente restituida a la felicidad verdadera; entonces s¨®lo pod¨ªa esperarla de aquellos mismos franceses, los ¨²nicos que el a?o 8 pod¨ªan hacerla feliz, y que el a?o 9 s¨®lo pod¨ªan hacerla desgraciada. En aquel a?o 23 recibi¨®, pues, su verdadera dicha del absolutismo: entonces abri¨® los ojos por cuarta vez, y vio c¨®mo hab¨ªa de ser feliz. Y por fin, el a?o 34, abre los ojos por quinta vez, y se convence de una manera irrecusable de que su felicidad s¨®lo puede depender de la representaci¨®n nacional".
Durante el XIX el vaiv¨¦n pendular se hace visible en las constituciones antag¨®nicas, seg¨²n el color del partido en el poder. Pasamos de periodos ominosos a gloriosos en un santiam¨¦n; del absolutismo al r¨¦gimen constitucional; de la monarqu¨ªa a la rep¨²blica. La Constituci¨®n m¨¢s duradera, la de 1876, era ya fantasmagor¨ªa a principios del siglo XX. Tras la lenta disoluci¨®n del canovismo, el tejer y destejer se manifest¨® con dictaduras, nueva rep¨²blica y cruenta Guerra Civil por medio.
La generaci¨®n a la que pertenezco tuvo que soportar, tras la Guerra Civil, demasiados absurdos, presentados como dogmas: leyes fundamentales permanentes e inalterables por su propia naturaleza, un caudillo entronizado por la gracia de Dios, am¨¦n de innumerables ruedas de molino que deglutir y celebraciones tan impositivas como los XXV a?os de la paz de Franco.
Tras su muerte, nosotros consideramos est¨¦ril encadenarnos para siempre a la Guerra Civil. Quisimos mirar hacia delante, propugnar amnist¨ªa, consenso y reconciliaci¨®n en una transici¨®n que fue nuestro m¨¢s alto empe?o. As¨ª naci¨® la Constituci¨®n de 1978. Gobiernos de distinto signo, entre 1978 y 2000, contuvieron con energ¨ªa cicl¨®pea las presiones de la inercia pendular sobre las placas tect¨®nicas de nuestra convivencia.
Con el siglo XXI las actitudes cambiaron. Asom¨® la pol¨ªtica del tr¨¢gala y el ?ch¨²pate ¨¦sa! de unos grupos pol¨ªticos frente a otros. De nuestras entra?as volvi¨® a surgir humeante el g¨¦iser reprimido de odios cainitas entre azules y rojos, cat¨®licos y anticlericales. En una palabra, resurgi¨® el p¨¦ndulo.
El insidioso p¨¦ndulo viene potenciado por otra ley -tambi¨¦n sin bolet¨ªn- que es la acreditada ley del embudo: para m¨ª lo ancho, para ti lo estrecho. Quien busque un paradigma que presencie un debate sobre el estado de la naci¨®n. Maravilla, en efecto, ese virtuosismo en el m¨¦todo Ollendorf, ese dominio del "m¨¢s eres t¨²"; ese no perdonar la m¨ªnima al adversario, esa admirable autosatisfacci¨®n con todo lo que nosotros hacemos, junto con la nanom¨¦trica abominaci¨®n de los errores contrarios.
Se practica el "embudo cruzado" cuando un partido A exige comisi¨®n de investigaci¨®n en Galicia, por ejemplo, sobre incendios forestales, frente al Gobierno del partido B, que la rechaza airado. Y mientras, ese mismo partido B reclama en Valencia lo que ¨¦l mismo deniega en Galicia, por ejemplo investigar un accidente de metro con muertos. Absurdo compensado por el hecho de que el partido B niegue en Galicia lo que con ardor solicita en Valencia.
En el ¨²ltimo par de a?os el p¨¦ndulo y el embudo han formado potente coalici¨®n y simbiosis. Parece que hemos iniciado una contrarreloj para barrenar lo que la transici¨®n tuvo de transacci¨®n.
De momento caen los tab¨²es de la transici¨®n. Se remodelan las narrativas. Emerge como arcadia feliz la II Rep¨²blica y como infierno sin paliativos los cuarenta a?os de franquismo. Ahora se va a poner a la Iglesia cat¨®lica en su sitio. No conoce l¨ªmites la euforia expansionista de los nuevos estatutos. Mondo se queda el Estado. Como alguien dijo, es cosa residual. De a?adidura vamos a recuperar la memoria hist¨®rica adormecida -"?Por ley?". "S¨ª, se?or, no faltaba m¨¢s"-.
El bolet¨ªn del Congreso del 8 de septiembre pasado publica un proyecto que "reconoce y ampl¨ªa derechos", conocido como ley de"la memoria hist¨®rica". En pocos art¨ªculos, Espa?a se sit¨²a una vez m¨¢s en la vanguardia. Otros pa¨ªses no dieron estos pasos audaces. No han aprobado leyes para depurar su pasado nazi, fascista o colaboracionista. Son pa¨ªses tibios por naturaleza, capaces de caer en aberraciones como las grandes coaliciones entre socialdem¨®cratas y democristianos, o las cohabitaciones entre socialistas, gaullistas y liberales.
Pero nosotros seguiremos creando derechos. Pronto todo el mundo gozar¨¢ de un in¨¦dito "derecho a la reparaci¨®n de su memoria personal y familiar". Dif¨ªcil encontrar algo semejante en el derecho comparado. Es un derecho de enorme originalidad, inimaginable para Papiniano, Windscheid o Kelsen. Es un nuevo derecho moral. De dinero, ni un duro.
En su declaraci¨®n no intervendr¨¢n los jueces. Es l¨®gico. Los jueces en el fondo no hacen m¨¢s que entorpecer los buenos designios de los pol¨ªticos con formalidades absurdas, tales como cosas juzgadas, prescripciones, seguridad jur¨ªdica y otras as¨ª. Adem¨¢s, son independientes y muy conservadores. Mejor que instruya estos expedientes una comisi¨®n interministerial de confianza, que pueda discernir a qui¨¦n hay que restaurarle la memoria y qui¨¦n la tiene m¨¢s que restaurada.
Como clave de esta construcci¨®n, funcionar¨¢ un consejo de cinco prestigios de las ciencias sociales (art¨ªculo 5.1), independientes, claro est¨¢, elegidos por el Congreso por mayor¨ªa de 3/5. Este or¨¢culo declarar¨¢ que ciertas actuaciones pret¨¦ritas de nuestros antepasados fueron "manifiestamente injustas". Los iusnaturalistas saltar¨¢n de gozo con este ejemplo inesperado del eterno resurgir del derecho natural.
Mi admiraci¨®n va hacia esos expertos sociales que habr¨¢n de decidir, sin prueba contradictoria, qu¨¦ conductas pret¨¦ritas fueron "injustas" de modo "manifiesto". Asombrar¨¢ que se pongan de acuerdo sobre asuntos tan espinosos, en un pa¨ªs en el que ignoramos a ciencia cierta cosas mucho m¨¢s sencillas, como cu¨¢ntos asistieron a una manifestaci¨®n, cu¨¢ntas hect¨¢reas ardieron un verano o por qu¨¦ se produjo un accidente.
Pese a su novedad, este derecho hunde sus ra¨ªces en conceptos jur¨ªdicos muy antiguos. Pues de modo impl¨ªcito se van a reactivar tradicionales principios de culpa que se cre¨ªan arrumbados. Rep¨¢rese que se dir¨¢ que hubo injusticia manifiesta, pero no qui¨¦n la cometi¨® (art¨ªculo 7.3). O sea, vale decir el pecado pero no el pecador. ?tem m¨¢s. La averiguaci¨®n de la culpa tiene una cierta raigambre b¨ªblica. Al ocultar el nombre de los responsables (que no se han podido defender), nos acercamos a un cierto concepto de culpa colectiva: si por nuestro padre Ad¨¢n pecamos todos, por la guerra y r¨¦gimen de Franco pecaron tambi¨¦n todos... los del PP. Muy h¨¢bil.
Pero con todo, lo m¨¢s estupefaciente es que ese "derecho" nace, no para reabrir enconos, sino para "cerrar heridas todav¨ªa abiertas en los espa?oles" y profundizar el esp¨ªritu de "reencuentro" y "concordia" de la transici¨®n. Gran sorpresa. Imag¨ªnese el lector si los alemanes y franceses tras dos cruentas guerras hubieran seguido este camino de reconciliaci¨®n, qu¨¦ bien estar¨ªan y qu¨¦ poca Europa habr¨ªa.
Aqu¨ª de momento no se han empezado a "cerrar heridas". M¨¢s bien se ha iniciado la guerra de las esquelas: unos asesinados por la represi¨®n franquista, otros por las hordas marxistas. ?ste es el modo de reencontrarnos. ?Qu¨¦ pasar¨¢ despu¨¦s?
Si el m¨¦todo funciona, podr¨ªamos recomendarlo como b¨¢lsamo de Fierabr¨¢s a palestinos e israel¨ªes, o a chi¨ªes y sun¨ªes para que se amansen. Menester fuera exportarlo al cono sur americano o quiz¨¢ a Rusia, donde hay un fil¨®n inexplorado de la ¨¦poca del padrecito Stalin, o a China ahora que se conmemora al Gran Timonel, con cientos de miles de muertos a sus espaldas. O quiz¨¢ sea una buena idea para la transici¨®n al postcastrismo en Cuba. O, para no ir tan lejos, alguien podr¨ªa introducirlo en un nuevo Estatuto vasco y llegar con la tuneladora bals¨¢mica hasta las guerras carlistas. Incluso podr¨ªa ocurrir que en unos a?os otro or¨¢culo nombrado por el Parlamento vasco considerara manifiestamente injusto haber perseguido a quienes s¨®lo luchaban por la independencia de Euskalerr¨ªa.
Pero ?y si no funciona? ?Y si es una ocurrencia? ?Qu¨¦ suceder¨ªa? Pues que de la mano del p¨¦ndulo una vez m¨¢s ir¨ªamos hacia nuestra felicidad verdadera. Este Estado se consolidar¨ªa como residuo, seguramente t¨®xico. Nuestra Constituci¨®n, de sab¨¢tico, resultar¨ªa el residuo que dejen libres los nuevos estatutos. Residuos todos en espera de honorable incineraci¨®n. Y resonar¨ªa sobre nuestras conciencias la voz de Ortega cuando escribi¨® en 1920 que Espa?a es s¨®lo la "polvareda que queda cuando por la gran ruta hist¨®rica ha pasado galopando un gran pueblo".
Juan Antonio Ortega D¨ªaz-Ambrona es ex ministro de Coordinaci¨®n Legislativa y de Educaci¨®n con UCD.
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