Estado de gracia
Trat¨¢ndose de colaboraciones entre teatro y danza flamenca, siempre habr¨¢ que dar la bienvenida a aquellas propuestas que, lejos de llevar al artista a terrenos que no le son propios, le proporcionan el espacio adecuado para que desarrolle su arte de manera tan libre como c¨®moda. Ese es el caso de esta producci¨®n en la que la direcci¨®n esc¨¦nica ocupan el mismo espacio que el atrezzo en escena: un sutil segundo plano, quedando el primero reservado para el baile, con el cante y el toque arrop¨¢ndolo muy de cerca.
En ese planteamiento, se deja lugar tanto para la introspecci¨®n como la extraversi¨®n. El juego teatral de retirarse a esa habitaci¨®n del fondo, donde la artista parece viajar al pasado o a su interior, propicia lo primero, en tanto que en el baile, luminoso y central, la artista se muestra extravertida, transmitiendo toda su fuerza expresiva. Se percibi¨® as¨ª a una Isabel Bay¨®n tan suelta como solvente, gust¨¢ndose a cada momento de su generoso y pl¨¢stico baile. Una puesta en escena camer¨ªstica que demuestra que, con la sencillez de los elementos esenciales, se puede lograr un gran espect¨¢culo.
La puerta abierta
Baile: Isabel Bay¨®n. Cante: Miguel Poveda. Guitarra: Jes¨²s Torres. Percusi¨®n: Antonio Coronel. Palmas: Luis Cantarote y Carlos Grilo. Direcci¨®n Esc¨¦nica: Pepa Gamboa. Sevilla. Teatro Central, 19 de septiembre de 2006
Tambi¨¦n en el haber del montaje habr¨ªa que situar peque?os detalles como el gui?o del pasodoble Ay, Trini¨¢ con sus farolillos de feria y el pasito de baile en pareja, o el corte en la interpretaci¨®n de las alegr¨ªas, interrumpidas por el martinete de forma casi cinematogr¨¢fico y reanudadas como si hubi¨¦semos liberado la tecla de pausa en el reproductor.
El baile fue un continuo devenir en el que se suced¨ªan planos de creaci¨®n m¨¢s personal con el regreso al baile de alta escuela que ella tiene tan asimilado. De la severidad del martinete al despliegue de unas alegr¨ªas servidas con todos sus av¨ªos y condimentos, es decir, gracia, desparpajo y ese punto p¨ªcaro que da el bailar con la cara y con los ojos. Todo ello servido con una bata de cola negra y de volantes rojos que a?ad¨ªa mayor plasticidad a la estampa. Entre ambos terrenos expresivos, se situ¨® la milonga, de ribetes contorneados y sensual cintura. Todo ello acompa?ado por un Miguel Poveda que cant¨® de una manera incontestable. Se present¨® diciendo la sole¨¢ de forma arrojada y, de inmediato, cambi¨® de registro para abordar las claves de la milonga con su aire de canci¨®n. Con las alegr¨ªas, todo un recital del canon de ese estilo.
Todos los participantes rayaron a similar altura. Bay¨®n y Poveda atraviesan un momento dulce. El grupo al completo -con Torres y Coronel- pareci¨® estar en estado de gracia.
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