A trav¨¦s de la mira de un bombardero
La semana pasada estuve en el Reina Sof¨ªa de Madrid y me detuve delante del Guernica de Picasso. Creo que vi una reproducci¨®n de esta obra en blanco y negro en 1938, cuando lleg¨® por primera vez a Londres, un a?o despu¨¦s de que fuera destruida la ciudad. Desde entonces, he llegado a conocer el cuadro de memoria, como quien sabe una poes¨ªa o una oraci¨®n.
En el Reina Sof¨ªa record¨¦ una pregunta que plante¨® recientemente el cineasta israel¨ª Juliano Mer Khanis: "?Qui¨¦n va a pintar el Guernica de L¨ªbano?". As¨ª que decid¨ª cambiar unas cuantas palabras de la oraci¨®n, que es para lo que existen las oraciones. Era una forma de reconocer la valent¨ªa de la pregunta.
En la sala situada enfrente del Guernica se encuentran dos cuadros que muestran sendas ejecuciones: Los fusilamientos del 3 de mayo de 1808, de Goya, y La ejecuci¨®n del emperador Maximiliano, de Manet. En ambos, los verdugos y sus armas est¨¢n en primer plano, muy visibles. En el Guernica de Picasso, no. Ante nuestra vista s¨®lo tenemos el dolor y la resistencia de los bombardeados. Dos mujeres, un ni?o y dos hombres.
Se calcula que este verano, durante las cuatro semanas de guerra, quedaron destruidos 15.000 hogares libaneses. Los pol¨ªticos y planificadores internacionales hablan ya de reconstrucci¨®n. Pero, mientras las bombas ca¨ªan y los refugiados buscaban protecci¨®n, casi todos los Gobiernos permanecieron callados, y ese silencio fue casi tan espantoso como la violencia.
Silencio y bombas de racimo. Como si los asesinos fueran innombrables para los que, desde otro lugar, ejerc¨ªan su poder condicional. Innombrables porque contaban con el apoyo de la ¨²nica superpotencia mundial, Estados Unidos.
Mientras tanto, esos hogares -y su significado- eran asesinados. Efectivamente, las bombas matan y mutilan, y tambi¨¦n asesinan el significado de los hogares.
Un silencio semejante ante la violencia me hace evocar otra imagen: la de El aquelarre de Goya, tal vez la m¨¢s prof¨¦tica de sus pinturas negras. Dos tiranos inanes est¨¢n sentados sobre una nube, sonrientes, indiferentes a la multitud de seres humanos que huyen corriendo, con la mirada puesta en una monta?a imaginaria, con la que comparan su propio e in¨²til poder.
Son la encarnaci¨®n de quienes -para usar la memorable expresi¨®n del escritor israel¨ª Uri Arnery- "ven el mundo desde arriba, a trav¨¦s de la mira de un bombardero".
Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia.
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