Puro teatro

Un Parlamento se parece a un teatro, y en ¨¦l hay de todo, desde grandes divas, galanes y actores de reparto hasta diputados que, en las representaciones p¨²blicas, ofician de palmeros, jaleando a los suyos con un entusiasmo propio de hinchas del fondo sur. La sesi¨®n de ayer en la Asamblea fue tan esc¨¦nica que los oradores se pasaron la ma?ana citando autores, haciendo met¨¢foras, recomend¨¢ndose papeles, gesticulando de cara a la galer¨ªa y desgranando citas.

El primero de todos, Fernando Mar¨ªn, que por algo es licenciado en Arte Dram¨¢tico y ha actuado en m¨¢s de setenta montajes y treinta pel¨ªculas, puso sobre la mesa a Alexis de Tocqueville, para explicarle a Esperanza Aguirre que "lo que hace perder el poder es hacerse indigno de merecerlo". Sin duda, el diputado de IU lo hizo para contrarrestar la frase de Albert Camus que record¨® la presidenta: "Tener ¨¦xito es f¨¢cil, lo dif¨ªcil es merecerlo".

Su elecci¨®n era arriesgada, teniendo en cuenta que Tocqueville tambi¨¦n dijo que "los partidos pol¨ªticos son un mal inherente a los gobiernos libres". Pero como Mar¨ªn se desped¨ªa ayer de la c¨¢mara, la presidenta lo trat¨® cortesmente, le llam¨® "simp¨¢tico" como si recordase que su carrera se hab¨ªa iniciado con T¨¦ y simpat¨ªa, de Robert Anderson, y todos los presentes le brindaron una ovaci¨®n. Un cr¨ªtico podr¨ªa escribir que el duelo interpretativo lleg¨® a su cumbre cuando ambos discutieron sobre la construcci¨®n y Mar¨ªn llam¨® a Aguirre filistea, alab¨® su talento de humorista hasta el punto de sugerirle que se presentase al Club de la Comedia y, antes de hacer mutis, se despidi¨® con emoci¨®n y oficio: no en vano es la segunda vez que hace este papel. La otra fue en El diputado, de Eloy de la Iglesia.

Por cierto que Aguirre tambi¨¦n tir¨® de cita y se fue ni m¨¢s ni menos que a Lenin, para recordarle que el l¨ªder de la Revoluci¨®n de 1917 "a quien llamaba filisteos era a los socialdem¨®cratas, y yo soy liberal". Los invitados se re¨ªan en el gallinero.

Rafael Simancas salt¨® a las tablas con la espada desenvainada contra Aguirre, a quien acus¨® de gobernar a base de "peleas, propaganda y favores selectivos"; cit¨® a Groucho Marx para echarle en cara que su doctrina pol¨ªtica podr¨ªa resumirse en la frase "?M¨¢s madera: esto es la guerra!"; enfatiz¨®, encarando al p¨²blico, que "poner la Sanidad en manos de Esperanza Aguirre es como nombrar director de una guarder¨ªa a Herodes" y, para encontrar una met¨¢fora que simbolizase la especulaci¨®n inmobiliaria que lleva a cabo la presidenta de la Comunidad, la compar¨® con el caballo de Atila: ya saben, aquel que, donde pisaba, no volv¨ªa a crecer la hierba.

Ya hab¨ªa ido por ah¨ª Mar¨ªn, cuando le reproch¨® que alardease de su sensisibidad medioambiental alguien como ella, para quien "un ¨¢rbol es un metro cuadrado sin construir". Pura poes¨ªa.

La expresi¨®n corporal tambi¨¦n tuvo un papel destacado, sobre todo cuando Gobierno y oposici¨®n se acusaron mutuamente de pagar folletos propagand¨ªsticos con dinero p¨²blico, y todos se dedicaron a folletearse con gran pasi¨®n. Beteta, que es el director del coro del PP, el que se?ala cuando hay que aplaudir, agitaba un dedo col¨¦rico en el aire, cuando su jefa dijo que Rodr¨ªguez Zapatero le hab¨ªa prometido mil millones de euros y no le hab¨ªa dado ni uno: "?Ni uno, ni uno, ni uno!", le gritaba, dedo en ristre y de lado a lado del hemiciclo, a Simancas y Matilde Fern¨¢ndez. Ruth Porta se daba cachetes en la mejilla para decirles a los conservadores que tienen la cara de cemento, y unos y otros re¨ªan histri¨®nicamente ante los argumentos del rival. Puro teatro.

Finalmente, Beteta sac¨® su vena shakespeareana, le habl¨® dulcemente a su l¨ªder como Hamlet a la calavera, para re?irla cari?osamente por haber sido demasiado "modesta" en su discurso de ayer, y luego, saltando de Hamlet al rey Lear, grit¨® a los bancos rojos: "C¨ªnicos, mentirosos, ustedes son el cero a la izquierda y nosotros el cero a la derecha, el que suma. Ustedes, cero Zapatero, ?cero Zapatero!"

Yo pens¨¦ que Aguirre saltar¨ªa al estrado para presumir de esa modestia como aquel personaje del chiste que vociferaba: "?A m¨ª a humilde no me gana ni Dios!" No lo hizo, por poco. Y despu¨¦s, simplemente, cay¨® el tel¨®n.