La vigilante nazi se cas¨® con un jud¨ªo
Elfriede Rinkel ocult¨® que hab¨ªa trabajado en un campo de concentraci¨®n
La alemana Elfriede Lina Rinkel, de 84 a?os, nacida Elfriede Huth, vivi¨® m¨¢s de 40 a?os en Nob Hill, un barrio de San Francisco, en Estados Unidos, con un jud¨ªo que hab¨ªa huido de Alemania durante la persecuci¨®n hitleriana y que nunca conoci¨® el pasado nazi de su esposa. La vigilante del campo de concentraci¨®n Ravensbr¨¹ck comparti¨® mesa y cama con una persona cuyos padres perdieron la vida en el Holocausto. La viuda enterr¨® a su marido, Fred Rinkel, hace dos a?os. En todo este tiempo, bajo el sol de California, ella call¨® que vigil¨®, de junio de 1944 hasta el fin de la II Guerra Mundial, a los presos del campo modelo, seg¨²n lo calific¨® en su momento el jefe de la SS, Heinrich Himmler.
Su marido, fallecido hace dos a?os, no conoc¨ªa el pasado de su esposa, que ha sido expulsada de EE UU
En aquel lugar situado a 100 kil¨®metros direcci¨®n norte de Berl¨ªn, en el que siempre se levantan vientos helados, igual al que recuerda Jorge Sempr¨²n de Buchenwald, murieron, y tambi¨¦n bajo los ojos de Rinkel, entre 50.000 y 90.000 personas. De los 150.000 presos, 130.000 eran mujeres. Procedentes de 40 pa¨ªses, unos 10.000 presos por ser jud¨ªos y los otros por razones pol¨ªticas, trabajaban como esclavos en la construcci¨®n de armamento. Adem¨¢s, en este campo construido por presos de Sachsenhausen, el doctor Karl Gebhard llevaba a cabo terribles experimentos medicinales. Su asistente era Herta Oberhauser, un demonio con cara de ¨¢ngel, seg¨²n la denominaron las presas de Ravensbr¨¹ck.
Estados Unidos deport¨® a Rinkel a finales de agosto, y ella jam¨¢s regresar¨¢ al pa¨ªs que la acogi¨® como inmigrante en 1959. Devolvi¨® su permiso de trabajo y de residencia en Estados Unidos. Sus parientes del otro lado del Atl¨¢ntico no sab¨ªan por qu¨¦ se fue. Rinkel coment¨® al San Francisco Chronicle que "jam¨¢s se habla de cosas como ¨¦stas". Seg¨²n el peri¨®dico digital alem¨¢n Netzeitung, la hermana y el cu?ado de Rinkel confirmaron que Fred Rinkel desconoc¨ªa el pasado de su mujer.
La justicia estadounidense descubri¨® la identidad de Rinkel al comparar los registros de la oficina de inmigraci¨®n con nombres que figuran en documentos nazis. Suele hacerlo con regularidad, seg¨²n un portavoz de la instituci¨®n, pero normalmente con poco ¨¦xito y con mucho retraso. La oficina encargada de investigaciones especiales (US Office of Special Investigation) en Estados Unidos deport¨® desde 1979 a 101 personas con pasado nazi que lo ocultaron al entrar en el pa¨ªs.
Cuando Rinkel, una de las 3.500 vigilantes que los nazis emplearon entre 1939 y 1945 en Ravensbr¨¹ck, cumpl¨ªa sus tareas, le acompa?aba un perro guardi¨¢n. El ambiente del campo y el terror que causaban las bestias aparecen en el testimonio de la republicana espa?ola Neus Catal¨¢, superviviente del campo Ravensbr¨¹ck. Dice Catal¨¢ en De la resistencia y la deportaci¨®n: "Con una temperatura de 22¡ã bajo cero, a las tres de la madrugada del 3 de febrero de 1944, mil mujeres procedentes de todas las c¨¢rceles y campos de Francia llegamos a Ravensbr¨¹ck. Entre esas mil mujeres recuerdo que hab¨ªa checas, polacas que viv¨ªan o se hab¨ªan refugiado en Francia, y un grupo de espa?olas. Con 10 SS y sus 10 ametralladoras, 10 aufseherinnen [vigilantes], 10 schl?ge [l¨¢tigos para caballo], con 10 perros lobos dispuestos a devorarnos. Empujadas bestialmente, hicimos nuestro triunfal entrada en el mundo de los muertos".
De all¨ª, el mundo de los muertos, sali¨® Elfriede Rinkel. Ahora, al regresar a Alemania, se refugia en la casa de su hermana, en la peque?a localidad de Viersen, en el oeste de Alemania. No tiene mucho que temer. Las autoridades alemanas no estudiar¨¢n el caso. "Para nosotros cuenta s¨®lo un crimen, el asesinato. No tenemos pruebas de que haya cometido un asesinato", dijo a Spiegel Online Kurt Schrimm, el director de la instituci¨®n alemana que persigue a los nazis. A ello se une el argumento de que Rinkel ocupaba un puesto bajo en el campo de concentraci¨®n. Mark Weitzmann, el director del centro Simon Wiesenthal en Nueva York, opina que "toda persona involucrada en las atrocidades cometidas por los nazis" tiene que ser procesada.
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