El hombre que combati¨® la nada
4.000 fotograf¨ªas y filmaciones de Cort¨¢zar depositadas en Galicia dan claves de su visi¨®n del mundo
"Entre las muchas maneras de combatir la nada, una de las mejores es sacar fotograf¨ªas", escribi¨® Julio Cort¨¢zar (1914-1984). El autor de Rayuela procur¨® viajar siempre con dos herramientas en su equipaje: una c¨¢mara de fotos y una m¨¢quina de escribir. A?adir¨ªa, en su momento, una tercera: un tomavistas. De ese combate contra la nada, qued¨® un legado extraordinario. Unas cuatro mil im¨¢genes fotogr¨¢ficas (negativos, positivados y diapositivas) y numerosas filmaciones en S¨²per 8, que por decisi¨®n de Aurora Bern¨¢rdez, su primera mujer, amiga siempre y ¨²ltima compa?era del escritor, han encontrado un h¨¢bitat en Galicia, depositadas en el Centro Galego de Artes da Imaxe (CGAI). Una selecci¨®n de ese valioso legado, con aportaciones in¨¦ditas, se mostrar¨¢ a partir del pr¨®ximo d¨ªa 28 de septiembre, jueves, en Santiago de Compostela. Al tiempo, en A Coru?a se proyectar¨¢ un ciclo de pel¨ªculas inspiradas en su obra narrativa. El universo virtual de Cort¨¢zar se completar¨¢, como puntos de amarre, con originales de su correspondencia, documentos personales y objetos que le acompa?aron en vida, como el reloj de arena, un espejo ovalado y el viejo grabado de John Keats, el poeta rom¨¢ntico ingl¨¦s del siglo XIX, que siempre tuvo un lugar de vig¨ªa en su escritorio.
Para el escritor existe una analog¨ªa entre cuento y fotograf¨ªa, y novela y filme
En el n¨²mero 9 de la plaza General Beuret, en Par¨ªs, hay un buz¨®n de correos en el que todav¨ªa figura el nombre de Julio Cort¨¢zar y adonde siguen llegando cartas de cronopios de todo el mundo. El escritor acu?¨® el t¨¦rmino en Historias de cronopios y de famas para denominar a los seres portadores de eros y libertad. Hoy Cort¨¢zar se divertir¨ªa con la extensi¨®n de esa tribu internacional de "amantes de lo extraordinario" a la que ¨¦l puso nombre. Existen puntos de encuentro y registros de cronopios en Internet. Otros prefieren la correspondencia cl¨¢sica, esa escritura que Cort¨¢zar cultiv¨® como un g¨¦nero literario m¨¢s. Ahora, entre los mensajes que llegan al n¨²mero 9 de Beuret, abundan los de cronopios gallegos que se felicitan y agradecen a Aurora Bern¨¢rdez el elegir Galicia como uno de los lugares extraordinarios del universo cortazariano. El manuscrito de Rayuela se encuentra en Austin (Tejas). El resto, en Princeton. Su biblioteca personal, en Madrid, en la Fundaci¨®n Juan March (una parte de la misma, junto con los ejemplares de las primeras ediciones aportados tambi¨¦n por Aurora, se mostrar¨¢ en la gran exposici¨®n compostelana). Otro lugar importante donde se mantiene viva la memoria del escritor es la C¨¢tedra Julio Cort¨¢zar de Guadalajara, M¨¦xico, promovida por Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez, despu¨¦s de recibir el Premio Nobel. Y ahora Galicia, sede de su archivo de im¨¢genes.
Todo empez¨® con una visita a la casa de Par¨ªs, en 1999, de una cronopio coru?esa llamada Roc¨ªo S. C. Santa Cruz. Fue a proponerle a Aurora Bern¨¢rdez la edici¨®n ilustrada de un relato casi olvidado, escrito por Cort¨¢zar en su ¨¦poca juvenil. Bruja, aparecido en Correo Literario, el segundo cuento que public¨® Cort¨¢zar, con el padrinazgo de un exilado gallego en Argentina, Arturo Cuadrado. Otros dos cronopios exilados, Rafael Dieste y Luis Seoane, formaron el primer c¨ªrculo que ampar¨® la aventura literaria del joven Cort¨¢zar. Aurora y Roc¨ªo acordaron la reedici¨®n art¨ªstica de Bruja. Pero la colaboraci¨®n fue m¨¢s all¨¢. Aurora Bern¨¢rdez, nacida en Buenos Aires, hija de emigrantes procedentes de la peque?a aldea orensana de Lago, le abri¨® a Roc¨ªo las puertas al ?lbum de Julio. Y hablaron de sus pel¨ªculas. Hace dos a?os, Roc¨ªo Santa Cruz organiz¨® una primera exposici¨®n fotogr¨¢fica en el CCCB (Barcelona). "Fue el comienzo de una exploraci¨®n", explica ahora. "No pod¨ªa imaginarme las maravillas que quedaban por descubrir. Y todav¨ªa queda, por decirlo as¨ª, mucha terra inc¨®gnita".
Hubo otro decisivo paso adelante. El CGAI se ocup¨® con ¨¦xito de la restauraci¨®n y digitalizaci¨®n de las filmaciones realizadas por Cort¨¢zar. Y ¨¦sa fue una de las razones que llevaron a Aurora Bern¨¢rdez a confiar en ese organismo, dependiente del Gobierno gallego, un tesoro gr¨¢fico que durante 20 a?os permaneci¨® en cajas de zapatos. Bien custodiado, eso s¨ª, por el amigo dise?ador y ocasional sparring de Cort¨¢zar, Julio Silva, que avanzaba laboriosamente en su catalogaci¨®n.
Para el autor de Casa tomada o El perseguidor, existe una analog¨ªa entre cuento y fotograf¨ªa, por un lado, y novela y filme, por otro. En un ensayo publicado en la revista Casa de las Am¨¦ricas, en 1970, expon¨ªa su sorpresa cuando encontr¨® una total semejanza entre lo que fot¨®grafos como Cartier-Bresson o Brasai pensaban de su arte y la idea que ¨¦l mismo ten¨ªa del relato literario. Una coincidencia con la forma de una aparente paradoja, "la de recortar un fragmento de la realidad, fij¨¢ndolo con determinados l¨ªmites, pero de manera tal que ese recorte act¨²e como una explosi¨®n que abre de par en par una realidad mucho m¨¢s amplia". No se trataba de una mera reflexi¨®n te¨®rica. La narrativa de Cort¨¢zar tuvo y mantiene un efecto explosivo, de big-bang, en la creaci¨®n cinematogr¨¢fica. En A Coru?a, en la sede del CGAI, se proyectar¨¢n 20 pel¨ªculas inspiradas en su obra, desde Blow-up, de Antonioni, hasta La vida secreta de las palabras, de Isabel Coixet.
Cort¨¢zar llev¨® la comparaci¨®n entre g¨¦neros a otro campo que le fascinaba: el boxeo. En el combate que se libra entre el lector y un texto literario, "la novela gana siempre por puntos, mientras que el cuento debe ganar por knock-out". A prop¨®sito de boxeo, entre las im¨¢genes ins¨®litas de la exposici¨®n de Compostela aparecen algunas que nos muestran a Cort¨¢zar en posici¨®n de p¨²gil, "haciendo guantes" con su amigo Silva. Como hay otras de su juventud con tal planta de gal¨¢n, repeinado, la mirada a una distancia seductora, que nos recuerdan a un Carlos Gardel. Es verdad que ya en esa etapa juvenil le gustaba posar con objetos con carga simb¨®lica, como el acompa?amiento surrealista de los relojes. Su llegada a Par¨ªs, en 1951, adonde meses m¨¢s tarde le seguir¨¢ Aurora, supondr¨¢ una explosi¨®n vital y creativa y tambi¨¦n eso se refleja en su segunda mirada, la fotogr¨¢fica.
Borges dec¨ªa que un rostro humano puede ser el m¨¢s interesante de los mapas. Las fotos que se muestran en Santiago podemos verlas como piezas de un modelo para armar (el t¨ªtulo de otro de sus libros) y, de esa manera, conforman un mapa biogr¨¢fico, son huellas personales, pero tambi¨¦n un puzle hist¨®rico. Adem¨¢s de ser exponentes de su activa curiosidad y de su intuici¨®n est¨¦tica, las fotos que componen el ¨¢lbum Cort¨¢zar aportan much¨ªsima informaci¨®n. Algunas podr¨ªan dar lugar a ensayos, a debates pol¨¦micos o conversaciones interminables. Como el retrato con Lezama Lima en La Habana vieja, en 1966. O con Garc¨ªa M¨¢rquez, disfrazado de vampiro. Hay muchos documentos gr¨¢ficos que dan fe de su compromiso frente a esa otra expresi¨®n de la nada, que son las dictaduras. As¨ª, aparece presidiendo las sesiones del Tribunal Russell, palestra internacional para denunciar las violaciones de los derechos humanos. Cort¨¢zar aport¨® los beneficios de una de sus obras m¨¢s c¨¦lebres, el Libro de Manuel, para ayudar a los perseguidos por la dictadura militar argentina. Otra gran parte de las fotos nos lo muestran en su faceta de imaginativo cronopio, con esa mezcla de inocencia e iron¨ªa habitando la mirada. En el reverso de muchas fotograf¨ªas figuran anotaciones, casi siempre con un sentido humor¨ªstico. "La pose no es muy elegante, pero la culpa no es del elefante", escribe en el env¨¦s de un retrato captado por Aurora en la India, y en el que Julio aparece como un aflictivo Don Quijote a lomos de un proboscidio.
Las c¨¢maras, para Cort¨¢zar, no s¨®lo tuvieron una utilidad documental. Posibilitaban la enso?aci¨®n de construir el territorio de la memoria, pero tambi¨¦n se atrevi¨® a experimentar con ellas, a utilizarlas como una energ¨ªa alternativa, art¨ªstica. Es el caso de series fotogr¨¢ficas imbricadas con su b¨²squeda narrativa, como la de la Mu?eca rota (para La vuelta al d¨ªa en 80 mundos). Otra serie destacada es la que realiz¨® para Prosa de observatorio. La parte gr¨¢fica fue tambi¨¦n decisiva en una de sus ¨²ltimas obras, el "viaje intemporal" de Los autonautas de la cosmopista, en colaboraci¨®n con otro de sus amores, la escritora Carol Dunlop. Cort¨¢zar no cej¨® nunca en su b¨²squeda de nuevas formas de contar. Arriesgaba en cada pieza como sus m¨¢s admirados int¨¦rpretes de jazz. ?sa ser¨¢ la m¨²sica, junto con sus tangos preferidos, que ambientar¨¢ la exposici¨®n en dos recintos de la Universidad de Santiago.
Ese sentido de la otra mirada orient¨® tambi¨¦n sus filmaciones con un modesto tomavistas. En el abundante material, en el que figuran tomas de espacios tan dispares como el b¨²nker de Hitler, parques naturales de Uganda, o lugares sagrados de la India, o curiosos seguimientos de la vida de una mosca o de un hormiguero, Roc¨ªo Santa Cruz y el equipo del CGAI han hecho una selecci¨®n estructurada en forma de cuatro cortometrajes, que, de seguro, ser¨¢n uno de los motivos m¨¢s novedosos y de m¨¢s impacto en este (re)encuentro.
Correspondencia
Con esa disposici¨®n de "combatir la nada" en todos los campos, Julio Cort¨¢zar hizo de la correspondencia un brillante g¨¦nero literario. Gran parte de su epistolario est¨¢ publicado en Espa?a (Biblioteca Cort¨¢zar, editorial Alfaguara, en el a?o 2000), en tres tomos al cuidado de Aurora Bern¨¢rdez y que con el tiempo van ganando fama de imprescindibles. Escrib¨ªa las cartas con una voluntad de estilo y una excitaci¨®n vital que todav¨ªa nos parece o¨ªr el teclear de su Remington al leerlas tanto tiempo despu¨¦s. No s¨®lo combat¨ªa la nada, sino el blanco del papel. Las l¨ªneas cabalgan una en otra y van hasta el l¨ªmite. El papel de las misivas est¨¢ hecho de la pasta de una melancol¨ªa activa. Hay una carta que tiene el color de la piel: la que env¨ªa a Francisco Paco Porr¨²a, el editor de Sudamericana, nacido en Galicia, con un dibujo entre palabras: la rayuela que dar¨¢ lugar a la portada de la ya legendaria novela. Y entre esas cartas que se van a mostrar en Galicia, destaca otra, in¨¦dita, dirigida a un pintor argentino, su amigo Eduardo Jonqui¨¨res, escrita y remitida en Par¨ªs en mayo de 1956, en la que describe su primer recorrido por Espa?a con Aurora. En pocos folios escribe una pieza hist¨®rica, una penetrante fotograf¨ªa literaria de aquella Espa?a de los a?os cincuenta.
Hay un tramo en el que escribe: "De Salamanca nos largamos nada menos que a Santiago de Compostela, deliciosa ciudad donde comimos unos pulpos gloriosos. (...) Creo que el descubrimiento (por inesperado) fue el paisaje. Cuando volv¨ªamos de Santiago a Le¨®n, el tren anduvo toda la tarde junto al r¨ªo Mi?o. Pegado a las ventanillas, no pod¨ªa creer que eso fuera verdad (...) Me he prometido, si alguna vez tengo una deux chevaux, llevarla a Aurora a Galicia, instalar cuarteles de primavera en Redondela, y dedicarme a los paseos, a la pesca, y a herborizar como Rousseau". Julio ha encontrado su dos caballos. Ha vuelto con Aurora. Los cronopios de todo el mundo no tendr¨¢n ning¨²n problema para imaginar c¨®mo herboriza, a lo Rousseau, en los espacios libres de Galicia.
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