Amores que matan
In illo t¨¦mpore de 1975 los aspirantes a progresistas del lugar core¨¢bamos aquello de Nafarroa Euskadi da, y ah¨ª se agotaba el euskera y la ciencia pol¨ªtica de los miembros del coro. Grit¨¢bamos desafiantes "Navarra es euskald¨²n", por milagrosa que resultara una comunidad entera hablando la lengua de menos del 10% de sus moradores. Pero siempre es m¨¢s f¨¢cil entonar consignas que ponerse a pensarlas. A¨²n recuerdo, por ejemplo, a aquel etarra arrepentido que confes¨® haber perdido su fe al descubrir que el grueso de la ciudadan¨ªa navarra no encajaba en lo que su banda le hab¨ªa contado.
Eran tiempos de confusi¨®n. Cre¨ªamos ser dem¨®cratas y, como luego se prob¨® con creces, no pas¨¢bamos de ser antifranquistas. M¨¢s que recuperar los derechos de los individuos, aplastados por aquella dictadura, nos importaba recobrar los supuestos derechos de nuestros "pueblos" oprimidos. Hacia ¨¦stos nos mov¨ªa una especie de conciencia de culpa que se deb¨ªa resarcir, de una deuda que hab¨ªa que satisfacer. Todav¨ªa las estamos pagando, como puede observarse.
Los creyentes en la gran Euskal Herria quieren "autodeterminar" a Navarra a su pesar
Porque hay amores que matan, y los amores no correspondidos que muestran los nacionalistas vascos hacia Navarra han matado ya a demasiados y oscurecido la vida de muchos m¨¢s. El caso de Navarra revela a la vez la naturaleza de ese nacionalismo etnicista y el fracaso de su proyecto o, mejor dicho, su rotunda ilegitimidad. Siendo ese territorio foral esencialmente vasco (?la cuna de Euskal Herria!) desde toda la eternidad, y conforme a la sagrada verdad de que cada naci¨®n tiene derecho a su soberan¨ªa pol¨ªtica, la m¨ªtica Nafarroa forma parte irrenunciable del Estado vasco so?ado. As¨ª discurre el nacionalista consecuente, para quien la afinidad cultural entre sociedades predetermina su unidad pol¨ªtica soberana.
Pues ya ven que no. La Navarra del presente demuestra por s¨ª sola que ni el ser cultural determina la conciencia pol¨ªtica de sus gentes ni, sobre todo, infunde derechos p¨²blicos que puedan llamarse democr¨¢ticos. Bien es verdad que hoy la Comunidad Foral (por geograf¨ªa, historia, costumbres, lengua) s¨®lo es parcialmente vasca, por mucho que la hipocres¨ªa general consienta rotular calles en dos lenguas para poblaciones monoling¨¹es e inaugurar ikastolas en la Ribera.
Pero aunque fuera vasca por los cuatro costados, nada m¨¢s que un 20% de sus electores se confiesa nacionalista vasco y al resto no le mueve af¨¢n separatista alguno. All¨ª se dibuja m¨¢s bien un cuadro bastante n¨ªtido de "identidades compartidas" y de pluralidad ideol¨®gica. A¨²n falta que esa inmensa mayor¨ªa que repudia la anexi¨®n a Euskadi aprenda a rechazar este prop¨®sito no tanto por sentirse navarros, o exhibir sus "derechos hist¨®ricos" o preservar sus ventajas fiscales, sino por saberse primero ciudadanos. O sea, sujetos pol¨ªticos iguales por encima de cualquier otra diferencia y dispuestos a alcanzar acuerdos mediante razones aceptables. Impartir esta ense?anza democr¨¢tica b¨¢sica y ponerla en pr¨¢ctica, antes de echar cuentas electorales, es tarea conjunta de la derecha y de la izquierda a poco que comprendan que de ello depende nuestra suerte com¨²n.
Y es que, por si no estuvi¨¦ramos ya bastante predeterminados seg¨²n los creyentes en la gran Euskal Herria, ahora nos quieren autodeterminar. Como aquel comunista de la ¨¦poca heroica que le espet¨® a su camarada "te voy a hacer una autocr¨ªtica", algunos pretenden imponer a los navarros su autodeterminaci¨®n. El nuestro no es un derecho a decidir, sino m¨¢s bien un deber de decidir sobre lo ya decidido por otros. No esperemos razones capaces de llamarnos a semejante obligaci¨®n: la reclama ETA para salir por fin de la escena p¨²blica y el mundo nacionalista para ocuparla m¨¢s todav¨ªa. Como si tanto crimen y tanto sufrimiento durante d¨¦cadas pudieran merecer a posteriori alguna justificaci¨®n o siquiera un descargo, cuando prueban tan s¨®lo que aquella exigencia tan desaforada requer¨ªa desde el principio verter sangre e infundir miedo.
Conforme al plan de los m¨¢s osados, nuestro futuro quedar¨ªa fijado en un refer¨¦ndum de autodeterminaci¨®n en esa Euskal Herria que incluye a Euskadi, tres departamentos franceses y Navarra. Preguntemos por el fundamento legitimador del derecho que se arrogan. ?Tal vez alguna brutal conquista, alg¨²n agravio continuado, unos derechos b¨¢sicos suspendidos que venimos soportando vascos, navarros y vascofranceses a lo largo de siglos, y a los que nuestra unidad soberana pondr¨ªa fin? ?O es de nuevo la vieja salmodia de la voluntad de un Pueblo, aunque fuere a costa de la libertad de una buena porci¨®n de sus pobladores? Y si al menos en Navarra o en la Iparralde francesa los resultados fueran contrarios a las tesis secesionistas, como saben con certeza que ocurrir¨¢, ?por qu¨¦ esa obstinaci¨®n en extender la consulta a los ciudadanos de esos territorios? Sin duda porque lo m¨¢s crucial es sentar este injusto precedente, aplicar el principio de autodeterminaci¨®n, aunque se deje alg¨²n jir¨®n en su ejercicio. Servir¨¢ para robustecer dentro y fuera la idea de una Euskal Herria irredenta a la espera de su plenitud definitiva.
Los menos ambiciosos, de momento, se contentar¨ªan con aceptar un "¨¢mbito navarro de decisi¨®n", en el que se estableciera alg¨²n v¨ªnculo institucional con Euskadi. Vendr¨ªa a ser un modo de dejar m¨¢s abierta la puerta que entreabre la disposici¨®n transitoria cuarta de la Constituci¨®n para un hipot¨¦tico ingreso de Navarra en aquella comunidad. Se admitir¨¢ lo extra?o de algo transitorio tan permanente y habr¨¢ que pensar si lo que tal vez tuviera sentido en su d¨ªa no lo ha perdido ya del todo. As¨ª que uno se inclina por derogar tal disposici¨®n, a fin de no encender a¨²n m¨¢s los apetitos desordenados del pr¨®jimo y librar a los navarros de esta zozobra constante en su vida civil. Y aun si ETA pronto se esfumara como un mal sue?o, tendr¨¢n que pasar bastantes a?os antes de que los buenos vecinos de anta?o acorten la distancia que el nacionalismo vasco ha puesto entre ellos. En el pecado se lleva la penitencia.
Aurelio Arteta es catedr¨¢tico de Filosof¨ªa Moral y Pol¨ªtica de la Universidad del Pa¨ªs Vasco.
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