Una historia un poco larga
No resulta f¨¢cil explicar en pocas palabras el problema recurrente que se suscita en Navarra respecto de su relaci¨®n actual con la Comunidad Aut¨®noma Vasca, la Disposici¨®n Transitoria Cuarta de la Constituci¨®n, que regula la posibilidad de integrarse en el Pa¨ªs Vasco, o la pol¨ªtica de alianzas.
Por simplificar, cabe decir que la poblaci¨®n navarra se adscribe a dos culturas pol¨ªticas -la castellanista y la vasquista-, diversidad que se apoya en hechos culturales antiguos que se asumieron de distinta manera al entrar en la modernidad y en la evoluci¨®n de la provincia durante los ¨²ltimos 150 a?os. A partir del XVII, a la hora de caracterizar a Navarra dentro de la monarqu¨ªa espa?ola, los historiadores navarros pusieron el ¨¦nfasis en su Derecho privativo y en la antig¨¹edad de la lengua vasca -mayoritaria entonces en Navarra- como argumentos de peso para la precedencia entre los reinos peninsulares. En todo caso, desde el siglo siguiente, compartieron con las provincias vascongadas la incertidumbre sobre la supervivencia de los Fueros.
No hay datos objetivos para afirmar que se va a modificar el estatus de Navarra
La escisi¨®n social interior respecto al estatus pol¨ªtico lleg¨® con el advenimiento del r¨¦gimen constitucional. Las ¨¦lites navarras aceptaron sin mayor resistencia, en la Ley Paccionada de 1841, la abolici¨®n de las instituciones pol¨ªticas del reino, a cambio de conservar la fiscalidad y algunas instituciones administrativas. Sin embargo, en ciertos ¨¢mbitos se mantuvo viva una especie de reivindicaci¨®n permanente de la reintegraci¨®n foral. Por otra parte, la Diputaci¨®n provincial que negoci¨® la transformaci¨®n, representativa del bando ganador de aquella primera guerra civil, prefiri¨® pactar por separado con Madrid, alegando que la firmeza de ?lava, Guip¨²zcoa y Vizcaya en la preservaci¨®n de la foralidad podr¨ªa perjudicar el cambio que estimaban necesario. A partir de entonces se afianz¨® el desarrollo auton¨®mico separado del resto de los territorios forales, que es la cultura que hoy domina institucionalmente en la provincia. Pero no es la ¨²nica opci¨®n que desde entonces se ha barajado en Navarra.
En los vaivenes del XIX, fue Navarra la que, en 1865, dirigi¨® a las provincias vascongadas propuestas concretas de regionalizaci¨®n, adelant¨¢ndose en un cuarto de siglo al intento catal¨¢n contenido en las Bases de Manresa. Y fue en Navarra, bastante antes de la aparici¨®n del nacionalismo vasco, donde surgi¨® el movimiento de los Euskaros, que difundi¨® con cierto ¨¦xito la idea del Laurak bat [los cuatro (territorios vascos) son uno] e incluso del Zazpiak bat [siete son uno], hasta materializarse en las propuestas pol¨ªticas de los a?os veinte y treinta del siglo XX.
El recuerdo de lo acontecido antes y durante la Segunda Rep¨²blica tuvo una gran repercusi¨®n en lo que ocurri¨® en Navarra en la transici¨®n, entre 1976 y 1980. No hay que perder de vista que los ayuntamientos navarros apoyaron masivamente, en agosto de 1931, el Estatuto del Pa¨ªs Vasco-Navarro elaborado por la Sociedad de Estudios Vascos y que, en enero del a?o siguiente, volvieron a apoyar mayoritariamente un Estatuto conjunto [el de Estella], aunque ya con menos fuerza. El proceso termin¨® en junio de ese mismo a?o de 1932 en el teatro Gayarre de Pamplona, aunque est¨¢ probado que el Estatuto conjunto hubiera sido respaldado, si los compromisarios municipales hubieran sido fieles al mandato imperativo recibido de sus ayuntamientos.
La creciente radicalizaci¨®n antirrepublicana de la derecha navarra, que ostentaba toda la representaci¨®n parlamentaria de la provincia, y la adhesi¨®n tambi¨¦n creciente del estatutismo vasco al nuevo r¨¦gimen, hizo nacer entonces una alianza estrat¨¦gica entre la izquierda navarra y el nacionalismo vasco. Poco antes del comienzo de la Guerra Civil los partidos y organizaciones del Frente Popular de Navarra, atemorizadas por una derecha navarra muy agresiva que conspiraba contra la Rep¨²blica, pidieron al presidente de las Cortes que no se privara a la provincia del derecho a formar parte del Estatuto vasco en tramitaci¨®n.
La alianza estrat¨¦gica entre la izquierda y el nacionalismo vasco de Navarra oper¨® durante varias d¨¦cadas durante la dictadura de Franco, cuando el Gobierno vasco y las entidades que aglutinaron al republicanismo navarro en el exilio mantuvieron un di¨¢logo fluido y compartieron objetivos. Y se manifest¨® con naturalidad en el comienzo de la transici¨®n, en el Pacto Auton¨®mico suscrito entre socialistas y nacionalistas vascos, reforzado con la creaci¨®n de una candidatura conjunta para el Senado. Sin conocer esta alianza de larga duraci¨®n en tiempos dif¨ªciles, no se puede entender la configuraci¨®n que tom¨® el r¨¦gimen de autonom¨ªa provisional o la creaci¨®n de la Disposici¨®n Transitoria Cuarta de la Constituci¨®n. Incluso su Disposici¨®n Adicional Primera.
La alianza termin¨® en los primeros a?os ochenta por distintos motivos: porque la reforma dej¨® intactos los poderes econ¨®micos y medi¨¢ticos de la pujante derecha navarra, que consigui¨® reconducir el proceso; por la exclusi¨®n del nacionalismo democr¨¢tico en la negociaci¨®n del Amejoramiento; y -podr¨ªa ser muy bien el primer motivo- porque el c¨¢ncer de ETA min¨® el cr¨¦dito del vasquismo pol¨ªtico en Navarra, al que se calific¨® en su conjunto, creo que muy injustamente, como "compa?ero de viaje" del terrorismo (sin embargo, la cr¨ªtica ten¨ªa alguna raz¨®n, pues el mundo de Herri Batasuna result¨® electoralmente hegem¨®nico en este campo). Y tuvo que ver mucho la evoluci¨®n del Partido Socialista de Navarra, integrado pronto por cuadros ajenos a la oposici¨®n al franquismo y m¨¢s interesados en la tarea de gobierno que en el cambio.
De sostener la doctrina de la integraci¨®n en una autonom¨ªa conjunta con el Pa¨ªs Vasco, la direcci¨®n del socialismo navarro pas¨® a abrazar y defender el conjunto de doctrinas elaboradas en los a?os setenta por Jaime Ignacio del Burgo, personalidad clave para entender el autogobierno de Navarra. Cabr¨ªa pensar que el repliegue ir¨ªa hacia posiciones propias, intermedias, capaces de atraer a las fuerzas que necesita el socialismo navarro para gobernar y de tender puentes dentro de una sociedad fragmentada. Sin embargo, han sido los socialistas los primeros en postular la abolici¨®n de la Transitoria Cuarta de la Constituci¨®n, y los partidarios de una amigable alternancia con UPN basada en la cooperaci¨®n y el mutuo apoyo. Algo que ha beneficiado decisivamente a este ¨²ltimo partido y desorientado profundamente al socialismo navarro. No ganar¨¢n a UPN a la hora de tensar la cuerda antivasquista.
Pero, explicaciones hist¨®ricas y pol¨ªticas aparte, hoy estamos donde estamos. A mi entender, la consideraci¨®n de Navarra como un problema en el proceso de pacificaci¨®n -lo de la "moneda de cambio", etc¨¦tera-, es una fantas¨ªa de algunos pocos y un enredo de mala fe y obstruccionista de los que conducen la derecha navarra y estatal. No hay datos objetivos consistentes para afirmar que se va a modificar el estatus de Navarra sin el consentimiento de los ciudadanos, cuesti¨®n en la que coinciden, como no puede ser menos, todos los partidos y proyectos estatutarios.
Gregorio Monreal Zia es catedr¨¢tico de Historia del Derecho de la Universidad P¨²blica de Navarra.
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