Identidades
Hubo un tiempo en que las personas normales y sensatas se preocupaban m¨¢s del futuro que del pasado; porque ten¨ªan, seguramente, m¨¢s ilusiones que recuerdos, o quiz¨¢ porque el ciclo natural de la existencia los llevaba por ese camino hacia delante, sin volver la vista atr¨¢s, como dec¨ªa la canci¨®n del tango. La vida puede ser tango o tongo, claro est¨¢. Uno puede decidir qu¨¦ m¨¢scara llevar, si la tr¨¢gica o la c¨®mica, o ambas, una de noche, otra de d¨ªa, como la protagonista de esa hermosa pero inquietante pel¨ªcula titulada Belle de jour. Porque no somos lo que somos, sino lo que aparentamos.
Es la escisi¨®n antigua, y asimismo moderna, entre el ser y el parecer. Escisi¨®n que, si en un momento dado se viv¨ªa como tragedia, ahora, en esta postmodernidad o como queramos llamarla que nos domina, se ha convertido en se?a de identidad. Y ya hemos topado con la santa palabra, la que abre como una llave m¨¢gica los ba¨²les de la concordia o de la discordia, la cueva donde se guarda el tesoro ancestral tan trabajosamente acumulado. "?S¨¦samo, ¨¢brete!", se dice. "?Eres de los nuestros?", se responde, detr¨¢s de una puerta blindada, guardiana celosa de secretos exclusivos. Y quien quiera entrar despliega sus ropajes, ense?a su patita, paga su peaje.
Eso que se llama identidad no es m¨¢s que aderezos con los que vamos cubriendo nuestras verg¨¹enzas y nuestra inseguridad
La riqueza de la pluralidad escondida y no manifiesta es un absurdo, o una quimera, como el oro de los templarios, tan de moda
"Poca gente aparece tal y como es", se quejaba Nietzsche amargamente. Poca gente prescinde de su m¨¢scara. Y eso que se llama identidad no es m¨¢s que un conjunto de aderezos con los que vamos cubriendo nuestras verg¨¹enzas, o nuestra inseguridad, por no aparecer tal y como somos -carne, huesos y piel; poca cosa- por el miedo a parecerse a los dem¨¢s. Por tanto, creo yo que la identidad es la construcci¨®n de narraciones, met¨¢foras, im¨¢genes po¨¦ticas, artefactos ling¨¹¨ªsticos, historias -ret¨®rica en definitiva- para recubrir la desnudez propia y la de los seres cercanos, y crear los elementos diferenciadores -tan importantes, parece ser- en una sociedad donde las diferencias externas e internas son cada vez mayores ya de por s¨ª.
La distancia entre un rico y un pobre es notoria y visual. Es innegable. La diferencia entre un africano y un europeo tambi¨¦n; pero, visto desde cerca, apenas existe, por poner un ejemplo cercano y f¨¢cil, entre un vasco y un no vasco, viviendo ambos en ese territorio -concreto o inconcreto, seg¨²n; definido o por definir, en el porvenir y a¨²n m¨¢s all¨¢- llamado por unos Euskal Herria, por otros Euskadi, aunque sean pocos quienes lo denominan de acuerdo con su nomenclatura oficial, Comunidad Aut¨®noma Vasca.
No hay diferencia real, sino aparente. No es que el no vasco no sea vasco ni el vasco no sea espa?ol, sino que el vasco ha decidido ser vasco de una manera que no comparte el no vasco; o el no vasco ha decidido ser espa?ol de una manera molesta para el vasco, o ha decidido no ser nada, o sea, ¨¦l mismo.
Como todo juego de identidades, su desarrollo nos puede llevar al absurdo, al laberinto del absurdo. Escribe el poeta catal¨¢n Joseph Palau i Fabre que "nuestra libertad es la libertad del laberinto". Somos m¨¢s libres cuanto m¨¢s identidades tengamos, cuanto m¨¢s plurales seamos, individual o colectivamente. El gato es m¨¢s libre que el perro, porque, entre otras caracter¨ªsticas, siete vidas tiene; y una sola, el perro.
Hay un libro que quisiera rese?ar por la seriedad con que trata el tema de las identidades, seriedad no tr¨¢gica, ni c¨®mica, seriedad serena, pues da importancia a los aspectos de la vida que lo tienen, y la resta a los que no la tienen. Se titula Identidades Proscritas y su autor es Juan Pablo Fusi, donostiarra de nacimiento. No es un texto agresivo, escrito desde el complejo de inferioridad o desde el resentimiento, que es un complejo de superioridad mal asimilado y peor expresado. El autor estudia "las tradiciones alternativas al nacionalismo, las voces diferentes, las otras identidades y culturas pol¨ªticas que coexistieron desde el primer momento con el nacionalismo en las mismas comunidades en las que ¨¦sta tuvo una importancia decisiva como hecho pol¨ªtico y social". No define lo que es nacionalismo o su contrario, sino la situaci¨®n de aquellas personas o grupos sociales que sin ser nacionalistas, conviven en comunidades donde el nacionalismo tiene gran fuerza y tradici¨®n.
Tirando los hilos del laberinto hasta el terreno cultural vasco, para entendernos, se?ala Juan Pablo Fusi que "la pluralidad, en todo caso, de la cultura vasca era manifiesta". Se refiere, me imagino, a otra ¨¦poca, creo que a la d¨¦cada de los ochenta. Exist¨ªa entonces una manifestaci¨®n de la pluralidad, lo que equivale a decir que exist¨ªa efectivamente la pluralidad. La riqueza de la pluralidad escondida y no manifiesta es un absurdo, o una quimera, como el oro de los templarios, tan de moda. Es la visualizaci¨®n de la pluralidad lo que da sentido al concepto. La pluralidad tiene que verse y destacar, como destacan las plumas de colores en el cuerpo del ave, las ropas abigarradas sobre el hombre o mujer que pasea por una calle o avenida de Bilbao, Donostia o Vitoria. Identidad no visible no es identidad proscrita, sino identidad que no existe. Lo proscrito se ve, si se quiere, aunque sea oveja negra, mancha de polvo, pa?uelo en un and¨¦n del atardecer; lo invisible s¨®lo se vislumbra en la imaginaci¨®n.
La identidad nacional es un juego de m¨¢scaras, una funci¨®n teatral donde no se representa el drama ¨ªntimo y personal de cada cual, sino el sue?o o ensue?o de la colectividad. La identidad es apariencia, representaci¨®n. Y es f¨¢cil equivocarse de funci¨®n, tan f¨¢cil como desafinar la m¨²sica y confundir las palabras. La identidad es apariencia. Afirmaba Nietzsche con preocupaci¨®n que "la apariencia es un baile de fantasmas". Sucede que en el tema de la identidad los fantasmas son generalmente reales y vienen bailando sin cesar desde los salones de anta?o, tango o tongo, a saber, tr¨¢gica o c¨®micamente, que m¨¢s da.
Al final de la obra todos los actores se desprenden de sus disfraces y quedan desnudos y semejantes.
es escritor.
Felipe Juaristi
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