El embrujo vino del Oriente
En la aproximaci¨®n al flamenco del violinista Ara Malikian, nacido liban¨¦s y criado en Armenia, estuvo primero la atracci¨®n por la m¨²sica espa?ola de principios de siglo pasado. Para alguien venido de ese Oriente cercano, la escala modal supone ya un importante lugar com¨²n al que se suman los muchos otros atractivos r¨ªtmicos de nuestro arte. En cualquier caso, la llegada de este violinista, reclamado por las principales orquestas para interpretar a Mozart o Bach, supone un gran regalo para el flamenco. Su anfitri¨®n ha sido el guitarrista Jos¨¦ Luis Mont¨®n, un m¨²sico que se nos antoja id¨®neo para el prop¨®sito.
De la puesta en escena hay que destacar sobre todo que el encuentro existi¨®, lo que no es poco decir. Culturas e instrumentos hallaron un espacio donde construir y dialogar felizmente, un oasis situado tal vez en cualquier lugar del mismo mar mediterr¨¢neo que nos une. Los dos principales protagonistas con los papeles bien repartidos: la guitarra llevando el peso arm¨®nico (tambi¨¦n los acentos flamencos) y el viol¨ªn entregado a las melod¨ªas y a un juego de virtuosismo que se poblaba de arabescos y viajes por la geograf¨ªa com¨²n. Lo apol¨ªneo y lo dionisiaco, la sobriedad frente a la exuberancia. En esa pl¨¢tica instrumental, los apuntes de danza de Olga Pericet fueron la ilustraci¨®n pl¨¢stica. Pocas como ella para convertirse lo mismo en una mu?equita de Mar¨ªn que en una figura de marioneta que parece gobernar el viol¨ªn. El canto de Mar¨ªa Berasarte fue impactante, aunque algo pasado de volumen, sobre todo en el fado, canci¨®n con la que compartimos similar intensidad sentimental. La secci¨®n de ritmo estuvo en el lugar de discreci¨®n y precisi¨®n que le corresponde.
Manantial de Felicidad
Viol¨ªn: Ara Malikian. Guitarra. Jos¨¦ Luis Mont¨®n. Baile: Olga Pericet. Voz: Mar¨ªa Berasarte. Cante: El Pic¨²o. Contrabajo: Miguel Rodrig¨¢?ez. Percusi¨®n: Jorge Tejerina. Teatro Central, 23 de septiembre.
El concierto fue generoso en su extensi¨®n y dividido por un descanso dif¨ªcil de comprender. Desde el principio, cuando el viol¨ªn insinu¨® la ton¨¢ que la guitarra convertir¨ªa en seguiriya, ya se supo que est¨¢bamos en un terreno sugerente en el que el lugar del lamento flamenco lo ocupar¨ªan las gimientes melod¨ªas de Malikian con un lenguaje pr¨ªstino, en ocasiones cargado de agudos, que fue omnipresente. Al igual que el lirismo, que se har¨ªa m¨¢s presente en pasajes como la evocaci¨®n de la copla, Ay, Pena, Penita, Pena. La duraci¨®n se?alada pudo incidir en una cierta reiteraci¨®n, de igual forma que los arreglos, rigurosos y medidos, lo podr¨ªan hacer en la frescura. Son las caras de una misma moneda, el riesgo de un encuentro al que se puede otorgar la categor¨ªa de hallazgo.
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