Hungr¨ªa despierta a la realidad
Los h¨²ngaros, sumidos en una grave crisis pol¨ªtica y econ¨®mica, temen el coste social de las medidas de ajuste
"No hay muchas opciones. No las hay, porque la hemos jodido. No un poco, sino mucho". El primer ministro de Hungr¨ªa, Ferenc Gyurcsany, describ¨ªa as¨ª el estado de las finanzas del pa¨ªs, en una reuni¨®n con sus compa?eros de partido en mayo. Un d¨¦ficit presupuestario que llegar¨¢ al 10,1% del producto interior bruto a final de a?o indica que el Gobierno ha gastado con creces m¨¢s de lo que ha recaudado, y que ha llegado el momento de emprender, tras cuatro a?os de populismo, medidas tan impopulares como la subida de impuestos, el aumento del precio de los servicios p¨²blicos, tasas sobre la Universidad y la sanidad.
Desde que Gyurcsany -un millonario de 45 a?os que hizo fortuna con las privatizaciones tras la ca¨ªda del comunismo-,gan¨® en abril la reelecci¨®n para la coalici¨®n socialista-liberal, los h¨²ngaros comenzaron a notar que la presi¨®n fiscal aumentaba, pese a las promesas de campa?a. "Los precios de los alimentos, la electricidad, el gas, todo ha subido", dice Judit M¨®cz¨¢r, de 46 a?os, que regenta una droguer¨ªa con su marido, y tiene tres hijos, dos de ellos estudiantes universitarios, y dos nietos. Un aumento del IVA del 15% al 20%, un aumento de las cotizaciones sociales de dos puntos, un incremento del gas del 30% y de la electricidad del 8%, son los culpables.
"En todos los a?os electorales, el d¨¦ficit presupuestario es mayor; sucedi¨® en 1994, 1998, 2002 y 2006, porque los Gobiernos tratan de aumentar su popularidad", explica Tamas Mellar, profesor de Macroeconom¨ªa en la Universidad T¨¦cnica y Econ¨®mica de Budapest. El problema, seg¨²n Mellar, es que, pasados los comicios de 2002, ganados por la coalici¨®n socialista-liberal, el d¨¦ficit no se redujo, como sucede normalmente, y se ha acumulado hasta el actual 10,1%, el m¨¢s alto de la Uni¨®n Europea.
Durante el tiempo que estuvo al frente del Ejecutivo, Peter Medgyessy -a quien Gyurcsany sustituy¨® a mitad de mandato tras una crisis de Gobierno- aument¨® los salarios de los empleados p¨²blicos, como profesores o m¨¦dicos, las pensiones, y mantuvo bajos mediante ayudas los precios de gas, electricidad, y transporte, describe Iv¨¢n Lipovecz, veterano periodista y economista, que afirma: "No era sostenible". Lipovecz cree que las medidas de austeridad impuestas por Gyurcsany son "inevitables". "Cualquiera que se quiera llamar a s¨ª mismo primer ministro, incluido Viktor Orban [presidente del mayor partido de oposici¨®n, el conservador Fidesz], sabe que la econom¨ªa h¨²ngara no puede seguir sin estas medidas".
Pero Mellar, presidente de la Oficina Central de Estad¨ªsticas de Hungr¨ªa entre 1998 y 2003, durante el mandato de Orban, cree que el programa del actual primer ministro socialista es un "callej¨®n sin salida", que s¨®lo servir¨¢ a corto plazo para llenar las arcas p¨²blicas gracias a los impuestos. "A largo plazo no es sostenible, porque no es una base para el desarrollo", opina. "Tiene que haber algunas medidas, pero creo que hay otras maneras, con menos costes sociales". Propone apoyar a los peque?os y medianos empresarios, para aumentar el empleo en un pa¨ªs donde s¨®lo trabajan 3,8 de los 10 millones de habitantes, con lo que entrar¨ªan m¨¢s ingresos por impuestos y se desarrollar¨ªa la econom¨ªa.
La opini¨®n de Mellar es compartida, sobre todo, por los que se manifiestan desde el pasado domingo en la plaza del Parlamento de Budapest para exigir la dimisi¨®n de Gyurcsany por sus mentiras. "Jugaron con la gente y la plata, y perdieron mucha, pero no la suya, sino de la sociedad. Y ahora quieren que la sociedad pague otra vez", dice en un castellano aprendido en Chile Barnabas Kovacs, de 60 a?os, ex entrenador de esqu¨ª, y ahora empresario. "Se necesitan medidas, pero no chupar la sangre", opina Dori, jubilada de 61 a?os. "Todos sabemos que nos tenemos que apretar el cintur¨®n, pero no da igual c¨®mo".
Con un salario bruto mensual por persona de 168.200 forintos equivalentes a 608 euros (frente a los 1.623 euros en Espa?a), productos b¨¢sicos como el pan a 0,75 euros, y una gran desigualdad entre ricos y pobres, no extra?a que hasta dos tercios de la poblaci¨®n, seg¨²n un sondeo citado por Mellar, perciban que viv¨ªan mejor en el r¨¦gimen comunista, antes de 1990. "Todos ten¨ªan un trabajo, aunque no se produjera de verdad, un sueldo m¨ªnimo, y los gastos estaban subvencionados por el Estado", explica Kovacs.
Tampoco la entrada en la UE es percibida como un factor positivo: la mayor competencia a la que se enfrentan las empresas, la huida de algunas compa?¨ªas a pa¨ªses con menor nivel impositivo, y la p¨¦rdida de competitividad en agricultura, hacen que muchos tomen prevenciones al preguntarles por la entrada en la zona euro, prevista en principio para 2010, aunque se ha suspendido por la imposibilidad de cumplir los criterios de convergencia.
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