Cien a?os de Shostak¨®vich
La cultura de los aniversarios es uno de los motores de la programaci¨®n musical en casi todos los pa¨ªses. Este a?o est¨¢ siendo Mozart el que, con motivo de su virtual 250 cumplea?os, acapara las mayores atenciones, pero a su sombra se han cobijado m¨²sicos como Dmitri Shostak¨®vich (1906-1975), del que hoy, 25 de septiembre, se cumple el centenario de su nacimiento, y, en nuestro pa¨ªs, Juan Cris¨®stomo de Arriaga y Vicente Mart¨ªn y Soler, nacido el bilba¨ªno y fallecido el valenciano en id¨¦ntico a?o, 1806. Cada m¨²sico tiene un tratamiento distinto en estas celebraciones, consecuencia l¨®gica de su peso social e hist¨®rico. Mozart, por ejemplo, ha servido de excusa para las iniciativas m¨¢s opuestas. Este peri¨®dico sac¨® al mercado una colecci¨®n de discos que fue seguida con fidelidad por un elevado n¨²mero de lectores y que estimul¨® a diarios como Le Monde en Francia y el Corriere della Sera en Italia, entre otros, a seguir a su manera el ejemplo, con las mismas obras en las mismas versiones. El Festival de Salzburgo, ha escenificado este verano sus 22 ¨®peras con las est¨¦ticas y planteamientos m¨¢s variados, quedando constancia de la experiencia con la edici¨®n en DVD en noviembre de un cofre que contiene todo lo visto y o¨ªdo. Viena celebra en los dos ¨²ltimos meses del a?o, bajo la advocaci¨®n del nombre de la logia mas¨®nica a la que Mozart perteneci¨® -Zur neu gekr?nten Hoffnung- y la batuta organizativa del director teatral Peter Sellars, un encuentro de creadores de cine, arquitectura, teatro, artes pl¨¢sticas, ¨®pera y m¨²sica, para la elaboraci¨®n de nuevas producciones inspiradas en las tres ¨²ltimas obras del compositor -las ¨®peras La flauta m¨¢gica y La clemencia de Tito, y el imponente R¨¦quiem- en un intento de di¨¢logo que garantice tambi¨¦n desde la invenci¨®n contempor¨¢nea la pervivencia de Mozart en nuestro tiempo. En otras conmemoraciones al hilo de los aniversarios bastante se tiene con poner la categor¨ªa de los m¨²sicos en su sitio merecido. Es el caso de Arriaga o Mart¨ªn y Soler, con manifestaciones en su honor de gran calidad en estos meses, tanto alrededor de uno como de otro. Al final de a?o ser¨¢n m¨¢s familiares para la sociedad espa?ola, lo que redundar¨¢ en un enriquecimiento de la cultura musical propia. Es m¨¢s que suficiente.
La reflexi¨®n cr¨ªtica y los homenajes hacia Shostak¨®vich son punto y aparte, y tienen poco que ver con los dedicados a Mozart, Arriaga o Mart¨ªn y Soler, pero probablemente sea el compositor de San Petersburgo el principal beneficiario de la cultura revisionista basada en esa prueba selectiva que exige en 2006 haber nacido o muerto en a?os que terminen en 06 o 56. Aunque algunos compositores como Schumann, que cumplen tambi¨¦n ese requisito, no han pasado de la consolaci¨®n de alguna pedrea. Pero a lo que ¨ªbamos. Shostak¨®vich sale reforzado de 2006 porque, de una vez por todas, su m¨²sica se ha valorado masivamente por s¨ª misma, con independencia de sus circunstancias personales y las relaciones con la pol¨ªtica de su pa¨ªs. Sobre Shostak¨®vich han pesado demasiado las leyendas y valoraciones cambiantes en funci¨®n de intereses ajenos al arte. La situaci¨®n actual no tiene vuelta atr¨¢s. El compositor ruso es admirado hoy por todo tipo de p¨²blicos y su figura levanta un reconocimiento firme entre los especialistas, que lo consideran como uno de los compositores imprescindibles del siglo XX. M¨¦ritos le sobran. Pero, ?a qu¨¦ se debe esta unanimidad tard¨ªa?
Al igual que Mozart, Shostak¨®vich ha compuesto una gran cantidad de obras en los g¨¦neros m¨¢s variados. Creador protot¨ªpico de su tiempo, ha manifestado su versatilidad desde la ¨®pera al jazz o al mundo del cine. Y, por supuesto, en la m¨²sica vocal, instrumental, sinf¨®nica o de c¨¢mara. En cierto modo es un s¨ªmbolo de su ¨¦poca, por su tendencia a la utilizaci¨®n de lenguajes cultos, de vanguardia o tradicionales, en justa correspondencia con los de inspiraci¨®n popular. Pero sobre todo por su combinaci¨®n de elementos locales y universales, y, lo que es m¨¢s significativo, por su compromiso moral y su "nobleza de esp¨ªritu", en el sentido que a ella se refiere l¨²cidamente en sus ensayos Rob Riemen. Ello frente a las adversidades que supone para un creador haber sido "testigo de la historia" en tiempos de Lenin, Stalin, Jruschov y Br¨¦znev, de guerras mundiales y ¨¦pocas de deshielo, con las correspondientes acusaciones de "caos en lugar de m¨²sica", como public¨® Pravda en enero de 1936 a prop¨®sito de su ¨®pera Lady Macbeth de Mzensk, y posteriormente de "formalismo". Shostak¨®vich resisti¨® a los diferentes ataques adaptando ligeramente a la "est¨¦tica proletaria" algunas de sus obras, pero sin perder nunca de vista su evoluci¨®n creadora y sin abandonar su pa¨ªs bajo ning¨²n tipo de presi¨®n chantajista. Fue toda la vida un socialista ut¨®pico, un comunista a su manera, con carn¨¦ o sin ¨¦l.
Su modelo musical es, a grandes rasgos, una mezcla de Beethoven y Mussorgski. Como en la trayectoria del primero los dos grandes pilares de su producci¨®n son las sinfon¨ªas y los cuartetos de cuerda. Quince de cada g¨¦nero. El ¨²ltimo gran sinfonista de la historia de la m¨²sica es, como dec¨ªa Sviatoslav Richter, heredero de Beethoven, v¨ªa Mahler. Y como a ¨¦ste, su tiempo le ha llegado. El alma rusa tiene para Shostak¨®vich, sus ra¨ªces inmediatas en Mussorgski, sobre todo, por su faceta de cronista a la vez desgarrado y esc¨¦ptico, con una carga dram¨¢tica a la altura de las circunstancias hist¨®ricas. En el desarrollo de las sinfon¨ªas, de 1926 a 1971, se aprecia su progresi¨®n creadora. Las hay de todo tipo, desde sarc¨¢sticas a militantes, experimentales o extraordinariamente compactas. L¨®pez Cobos grab¨® una estimable versi¨®n de la primera y la ¨²ltima en su etapa de Cincinnati. En las sinfon¨ªas, o en la m¨²sica orquestal en general, se han lucido por unas u otras razones maestros como Haitink, Mravinski, Kondrashin, Rozhdestvenski, Rostrop¨®vich, Temirkanov, Gergiev, Sanderling, Chailly, Rattle, Jurovski o Jansons. En cualquier caso, y para una aproximaci¨®n a lo m¨¢s profundo e ¨ªntimo de su m¨²sica les recomendar¨ªa los cuartetos. Cubren un arco temporal menor, de 1938 a 1974, pero suponen la cima del g¨¦nero en el XX, al lado de los de Bartok, y son dignos continuadores de los de Beethoven. Los cuartetos de cuerda son la expresi¨®n m¨¢s pura de la m¨²sica, ya saben. Los de Shostak¨®vich fueron escritos con m¨¢s libertad que otras de sus obras. Son un viaje a lo m¨¢s hondo del autor. Buenos compa?eros para esa traves¨ªa son el cuarteto Borodin y, entre los m¨¢s modernos, tal vez el Emerson.
Desde Kubrick a Almod¨®var -La ley del deseo- directores de cine representativos de nuestro tiempo han utilizado en alguna ocasi¨®n la m¨²sica de Shostak¨®vich. ?l la puso directamente al servicio de Kosintsev para ilustrar pel¨ªculas como La nueva Babilonia. La m¨²sica de Shostak¨®vich es hoy en todas sus facetas tan familiar como deseada. Da respuesta a muchos de los problemas actuales. Y conserva una carga de misterio, de enigma, de intensidad, de ambig¨¹edad, de poes¨ªa, de originalidad, de verdad, que la vuelve singularmente atractiva. El siglo XX tiene en ¨¦l uno de sus iconos musicales. Y nuestro tiempo un espejo en el que contemplarse.
Juan ?ngel Vela del Campo es cr¨ªtico musical.
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