Perd¨®n
Su Santidad el Papa lamenta haber sido malinterpretado en sus juicios sobre el Islam, pero se resiste a pedir perd¨®n por tres razones de peso: la primera es que, siendo infalible, una retractaci¨®n seguramente desmoralizar¨ªa a sus feligreses; la segunda es que, despu¨¦s de haber dirigido y encauzado durante varias d¨¦cadas la Inquisici¨®n, valora la importancia de exponer una opini¨®n personal sin tener que rendir cuentas a nadie; la tercera es que, como buen cristiano, sabe que no hay perd¨®n sin expiaci¨®n, y para esto el pobre hombre ya no tiene edad. De modo que no pide perd¨®n, y conf¨ªa en que la prestigiosa y a mi entender sobrevalorada diplomacia vaticana recomponga el desaguisado.
En cambio la que s¨ª ha pedido perd¨®n, por primera vez en su historia, que yo sepa, ha sido la RENFE. Confieso que al conocer la noticia he tenido un gran disgusto. A pesar de las innegables mejoras, la RENFE era uno de los ¨²ltimos reductos de una Espa?a que ni desaparece ni cambia, pero se despersonaliza a ojos vistas. Incompetente, sucia, impuntual y desabrida, la benem¨¦rita instituci¨®n ferroviaria, con su ancho de v¨ªa diferente al resto de Europa, para que no queden dudas al respecto, era una s¨ªntesis de lo pobre, lo cutre, lo feo, lo indolente y lo chulo, con la que todos nos sentimos identificados y sin cuya experiencia no se puede entender la literatura del Siglo de Oro. Ver a la RENFE disculparse por haber desatendido a los usuarios es como ver a la Carmen de Merim¨¦e pedir perd¨®n por ser tan golfa. Bien es verdad que el acto de contrici¨®n ha sido hecho sin perder las esencias: tarde, mal, a desgana y como dando a entender que la culpa de lo ocurrido la tienen los dem¨¢s.
Por supuesto, la costumbre de que una persona jur¨ªdica, p¨²blica o mercantil, un estamento gubernamental o una empresa, en definitiva, una abstracci¨®n, pida perd¨®n como si tambi¨¦n tuviera conciencia moral, es de un infantilismo que har¨ªa sonrojar al pato Donald. Pero se ha puesto de moda: los damnificados consideran que al menos se ha reconocido el da?o que se les ha causado, y el causante considera que con la confesi¨®n queda absuelto para volver a pecar alegremente. Una versi¨®n utilitaria de este sacramento en la que cree todo el mundo, menos el Santo Padre.
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