Un hacedor de la poes¨ªa
En un a?o que est¨¢ siendo devastador para su generaci¨®n, la muerte de Gonzalo Armero cinco d¨ªas antes de cumplir los 59 ser¨¢, m¨¢s all¨¢ del pesar de su familia y sus muchos amigos, una p¨¦rdida para los miles de lectores que, tal vez sin recordar su nombre, han ido siguiendo durante casi treinta a?os esa extraordinaria y me temo que ahora irrepetible aventura de la revista Poes¨ªa.
Gonzalo se inici¨® como autor, publicando en 1970, en una colecci¨®n provincial pero muy prestigiosa en la ¨¦poca, El toro de barro, un libro de versos, Del nombre de las cosas, su ¨²nico poemario. La reticencia como poeta que mantuvo desde entonces no se extendi¨®, afortunadamente, a la propia poes¨ªa, de la que siempre fue fino conocedor, persistente husmeador de ocultas rarezas dignas de descubrir y exquisito editor, tan perspicaz en la elecci¨®n de nombres como en la sugestiva "puesta en p¨¢gina" de las obras.
En marzo de 1978, despu¨¦s de haber animado la interesante y modesta revista Trece de nieve, Gonzalo Armero figura como director de Poes¨ªa, que, bajo su deliberadamente arcaico subt¨ªtulo de Revista ilustrada de informaci¨®n po¨¦tica, escond¨ªa una publicaci¨®n que desde ¨¦se su primer n¨²mero se convertir¨ªa en estandarte de la mejor literatura y arte de vanguardia. Financiada por la Editora Nacional, Poes¨ªa se iniciaba con un precioso saludo en prosa de Vicente Aleixandre -reciente Premio Nobel-, junto a textos de, entre otros, Celan, Schwitters, Blanchot o Ferlosio, nombres nada comunes en la cultura espa?ola de entonces.
Bell¨ªsimamente compuesta y tipografiada (un trabajo en el que intervino hasta su prematura muerte Diego Lara, otro creador inolvidable), Poes¨ªa mantuvo durante su ins¨®litamente larga trayectoria un nivel de osad¨ªa pl¨¢stica y rigor literario que ninguna otra revista del siglo XX ofrece, me atrevo a decir que tampoco en el resto de Europa.
Repasar sus 45 n¨²meros suscita un asombro que a¨²n hace m¨¢s dolorosa la ausencia de Armero; movi¨¦ndose con plena libertad en el proceloso mar del patrocinio de los sucesivos ministerios de Cultura, y alternando en sus ¨ªndices el caligrama con los versos epigr¨¢ficos de la Alhambra, el vorticismo brit¨¢nico con el postismo manchego, Poes¨ªa destac¨® especialmente en sus monograf¨ªas: Larrea, Pessoa, Dar¨ªo, la Residencia de Estudiantes, Rimbaud y una, de excelente calidad y riqueza gr¨¢fica, sobre Lorca. La ¨²ltima (asimismo ¨²ltimo n¨²mero de la revista, aparecido el a?o pasado) era una elocuente y extensa, 400 p¨¢ginas, aproximaci¨®n a la iconograf¨ªa y la memoria literaria de El Quijote.
En persona, Gonzalo era hombre m¨¢s bien t¨ªmido, de cara amplia y rubicunda, con un aire de lord desma?adamente elegante, que encontraba un marco natural en las altas paredes -como de manor ingl¨¦s- que tiene su bar favorito de Madrid, el Cock, lugar en el que sorbi¨® sus ¨²ltimas horas de vida el pintor Francis Bacon y al que Gonzalo Armero agraciaba con unas publicaciones restringidas, llenas, c¨®mo no, de buen gusto y olfato literario, para celebrar las fiestas anuales del local. Pese al nombre que le puso a su propio y caprichoso sello editorial, Jard¨ªn del Aburrimiento, no parece que Armero haya tenido una vida de tedio.
Conviene, a ese respecto, recordar la entradilla an¨®nima, sin duda escrita por ¨¦l, con la que se abr¨ªa el n¨²mero 1 de su revista; la poes¨ªa quiz¨¢ sea inactual "aunque por ella se haya expresado lo mejor de nuestro siglo y en ella haya quedado glosado lo moderno", e in¨²til, "aunque en ella radique algo de lo m¨¢s v¨¢lido del hombre", pero, se?alaba el mismo texto, poes¨ªa viene de la palabra griega hacer, "una vieja man¨ªa del hombre". Y dec¨ªa Aleixandre cuatro p¨¢ginas m¨¢s adelante: "Cuando nace un poeta lo que nace es un silencio". Otro que no ser¨¢ in¨²til resuena hoy al morir un tan entregado hacedor de la poes¨ªa.
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