Los 'paparazzi' y la vanguardia tradicional

Con Delirious, el Festival de San Sebasti¨¢n recuper¨® el sentido del humor. Al fin y al cabo, Tom DiCillo es el realizador de Vivir rodando, una estupenda y heterodoxa visi¨®n interior del cine. En Delirious es el mundo de los paparazzi el centro de atenci¨®n. Con un espl¨¦ndido Steve Buscemi en el papel de un p¨ªcaro contempor¨¢neo que tiene que bregar en las calles de Nueva York para conseguir un retrato de alg¨²n protagonista de la televisi¨®n-basura, y un indolente joven (Michael Pitt) que recorre con desidia el camino de la indigencia al ¨¦xito, DiCillo nos ofrece su inteligente reflexi¨®n sobre el valorad¨ªsimo papel que la fama adopta en estos tiempos en los que la calidad de una vida o de una obra se mide por los cent¨ªmetros cuadrados que ocupa la foto en las revistas del coraz¨®n, o los minutos que le dedican los programas televisivos del bajo vientre.

DiCillo muestra con mucha y buena iron¨ªa los programas de telerrealidad, el quehacer de representantes y publicistas de los famosos o la avaricia de los que se consideran damnificados del destino, al mismo tiempo que describe con profundidad la mezquina picaresca de quienes, consider¨¢ndose piezas clave en el origen de la fama de los ¨ªdolos, son tratados con un profundo desprecio: los paparazzi. Delirious es, pues, una prueba del talento de algunos realizadores capaces de levantar un proyecto al margen de la gran industria sin perder su capacidad de divertir al espectador.

El espa?ol Javier Rebollo present¨® a concurso Lo que s¨¦ de Lola, una coproducci¨®n hispano-francesa en la que sobresale la protagonista Lola Due?as. "Mi estilo es contenido", explic¨® en su d¨ªa el realizador sobre su primer largometraje. "Tengo la frialdad en la mirada pero ardo por dentro y, por eso, la c¨¢mara no se mueve, los personajes no se mueven por fuera, pero galopan por dentro". Ayer, los espectadores pudieron comprobar que, efectivamente, la c¨¢mara se mueve poco, los personajes no se mueven mucho y la mirada es fr¨ªa, muy fr¨ªa. Lo que result¨® m¨¢s dif¨ªcil de valorar fue el ardor interno del realizador y los presuntos galopes ¨ªntimos de sus personajes.

Es curioso comprobar c¨®mo el cinemat¨®grafo, con m¨¢s de 100 a?os a sus espaldas, sigue estrechamente vinculado a lo literario, condicionado por las muy diversas f¨®rmulas narrativas que la literatura ha ido experimentando a lo largo de los siglos. Lo que s¨¦ de Lola, con su tono intimista, con su deseo de construir una historia alejada de los c¨®digos preestablecidos en la que la introspecci¨®n sustituye a la trama tradicional, con su tendencia a la experimentaci¨®n formal, nos lleva directamente a un movimiento literario con m¨¢s de 40 a?os de existencia: lo que se vino en llamar nouveau roman de los Robbe-Grillet, Serraute, Butor o Claude Simon, de tal forma que lo nuevo es lo consagrado y la experimentaci¨®n hace tiempo que entr¨® en la academia, incluso en los premios Nobel. Cuesti¨®n distinta es aceptar, o no, que el cine forma parte de una industria, de un mercado, en el que las ansias de autor¨ªa s¨®lo se justifican con la taquilla o con la habilidad necesaria para conseguir subvenciones. Como dijo el cl¨¢sico: "El cine es un arte pero tambi¨¦n una sala de butacas que hay que llenar".

Una impecable labor de los actores -excelente Lola Due?as y sobrio y eficaz Michael Abiteboul-, una fotograf¨ªa correcta, unos paisajes y decorados acordes con lo que se pretend¨ªa narrar con un tono minimalista, casi zen, encuadres reiterativos, soledades manchegas, parisienses, el Atl¨¢ntico franc¨¦s..., todo parece encajar con los deseos del realizador de mostrar "una historia de amor imposible en la que nunca se dice te quiero y en la que los amantes no se encuentran nunca". Habr¨¢ que se?alar que Dante cont¨® esa misma historia hace 700 a?os en la Divina Comedia. A veces, la vanguardia es profundamente est¨¢tica.