El dogma
Podemos estar tranquilos: al menos en los pr¨®ximos cincuenta a?os Norman Foster no se queda sin trabajo. El fantasma del paro no ensombrecer¨¢ su estudio a orillas del T¨¢mesis, tampoco los estudios de Nouvel, Isozaki, Calatrava o Ghery. Porque en cualquier rinc¨®n del mundo, en el m¨¢s humilde e inaccesible lugar del planeta habr¨¢ un ayuntamiento (no necesariamente espa?ol) que contrate sus servicios para que proyecten un edificio emblem¨¢tico. All¨¢ donde haya un r¨ªo, Calatrava nos tender¨¢ un puente, all¨¢ donde a la ciudad le sobre un hueco, Ghery plantar¨¢ una tremenda carcasa. Hoy es Sevilla, seg¨²n leo en el peri¨®dico, en la actuaci¨®n sobre la factor¨ªa Cruzcampo, ayer fue Buenos Aires, Nueva York o Ciudad Real. Nadie quiere quedarse sin vestir su ciudad con una firma de relumbr¨®n. El resultado es c¨®mico: lo que se vende al p¨²blico (o al votante) como el necesario toque audaz y contempor¨¢neo que toda ciudad precisa, se convierte, a fuerza de recurrir siempre a los mismos estudios de arquitectura, en una originalidad que se repite por todas partes. Las ciudades, lo saben y lo defienden algunos arquitectos, no se construyen acumulando firmas prestigiosas. La ciudad necesita algo m¨¢s que la impronta genial de un artista. Al contrario, el genio ha de plegarse a la ciudad, actuar con generosidad para dise?ar lugares donde merezca la pena vivir, intervenciones que no est¨¦n al servicio del espect¨¢culo sino de quien gasta la calle con sus pasos todos los d¨ªas. Qu¨¦ poco han gustado, al menos en Espa?a y en las dos ¨²ltimas d¨¦cadas, los adjetivos "agradable" y "habitable". Las ciudades n¨®rdicas han sido m¨¢s prudentes y han dejado que la pauta la marcara el urbanismo. Saldr¨¢n ganando. Pero qui¨¦n se resiste hoy a quedar fuera de la gran disneylandia arquitect¨®nica, no hay alcalde en el mundo que no quiera dejar un Foster como legado. Y a la vista est¨¢ que siempre hay dinero, ?siempre!, las arcas municipales nunca se vac¨ªan para cumplir con el ritual de esa obligatoriedad emblem¨¢tica que nadie cuestiona. Se paga lo que haga falta. A veces los resultados son hermosos, claro, pero es posible que en el futuro se recuerde esta tendencia a contratar a arquitectos-estrella como el resultado de un dogma religioso que podr¨ªamos llamar Papanatismo.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.