Patriotismo indigesto

Aqu¨ª no falta nadie: el r¨®tulo que advierte que veremos una historia basada en testimonios directos, v¨ªctimas uniformadas de los atentados del 11-S, esposas dolientes que esperan noticias de sus maridos atrapados entre los escombros, George Bush Jr. en televisi¨®n lanzando sin cesar consignas patri¨®ticas, marines comport¨¢ndose tan heroicamente como el lugar com¨²n patri¨®tico espera de ellos. Por no faltar, ni siquiera falta Jesucristo, que acude por dos veces a la cita portando en sus manos... una botella de agua.

De todo esto se compone World Trade Center, y de algunas cosas m¨¢s. Pel¨ªcula de guerra y retaguardia, WTC es un canto al papel de los uniformados durante las infaustas horas posatentados, y al hero¨ªsmo de sus esposas. Pero tambi¨¦n es m¨¢s: un grito de guerra, una legitimaci¨®n de la venganza, un recordatorio de que la nefasta, am¨¦n de arcaica pol¨ªtica adoptada por Bush en los meses posteriores al trauma, era la ¨²nica posible. Y tambi¨¦n es una mala pel¨ªcula: carente de un gui¨®n plausible, pero con el norte puesto en arrancar la adhesi¨®n de su p¨²blico, Stone echa mano de cualquier resorte para provocar el llanto f¨¢cil, en una peripecia paralizada por una trama en la que, durante espacios de tiempo que se antojan interminables, vemos s¨®lo a dos personas que yacen bajo toneladas de escombros largando interminables parrafadas cargadas de moralina. Pero eso, en el fondo, son s¨®lo minucias: lo que verdaderamente importa es que WTC es la pel¨ªcula de un fan¨¢tico guerrero e intervencionista; y bien poca cosa m¨¢s.