El t¨²nel actual
La otra noche sal¨ª a cenar con un grupo de amigos, entre ellos un chico que, por razones profesionales, ha entrado ¨²ltimamente en contacto con mujeres v¨ªctimas de la violencia machista. Impactado, nos contaba la realidad de estas mujeres: su infierno cotidiano, su impotencia, su soledad, su culpabilidad, el terror que las paraliza. Nos contaba de los mecanismos por los cuales muchas no saben o no pueden salir de ese t¨²nel de humillaci¨®n, anulaci¨®n y maltrato. Alrededor de una mesa con raciones y ca?as, le escuch¨¢bamos con ese silencio atento que denota un consenso para el que no son necesarias las palabras. Pero de pronto otro chico, tambi¨¦n de nuestro grupo, comenz¨® a rebatir al anterior en unos t¨¦rminos que nos dej¨® mudos de verdad: que no entend¨ªa por qu¨¦ ese tema era objeto de la justicia y no se resolv¨ªa a t¨ªtulo particular, a ostias si es necesario; que, total, entre 40 millones de habitantes, una muerte al d¨ªa por esa causa no le parec¨ªa para tanto; que la culpa la tienen ellas por aguantar; que los hombres tambi¨¦n son v¨ªctimas de maltrato (psicol¨®gico, dec¨ªa). Fue tanto el estupor general que no lleg¨® ni a indignaci¨®n: m¨¢s bien, pareci¨® correr entre todos un in¨¦dito escalofr¨ªo. Porque el de las ostias y los 40 millones y el maltrato psicol¨®gico es un chaval de apariencia normal, joven, moderno, viajero, emprendedor, majete.
Le discutimos, por supuesto, pero lo justo para ir deslizando la conversaci¨®n hacia derroteros que no arruinaran la noche en com¨²n. Yo notaba, no obstante, que en cada uno de nosotros segu¨ªa resonando, sordo, el golpe de sus argumentos. Por indefendibles que fueran, hab¨ªan ilustrado a la perfecci¨®n una amenaza: si alguien como ¨¦l es capaz de razonar as¨ª, qu¨¦ esperar de tantos otros de quienes de antemano nos tememos lo peor. No hay m¨¢s que abrir el peri¨®dico del d¨ªa para encontrar la respuesta: mujeres muertas. Y tambi¨¦n, en el peor de los casos, ni?os muertos: la furia homicida del macho Saturno se los lleva por delante. Aquella noche, tapeando, todos entramos, de alg¨²n modo, en ese t¨²nel.
Precisamente unos d¨ªas antes hab¨ªa asistido en el teatro Bellas Artes al estreno de El t¨²nel, adaptaci¨®n teatral de la novela hom¨®nima del argentino Ernesto S¨¢bato. Adaptada por Diego Curatella con la supervisi¨®n del autor, dirigida por Daniel Veronese e interpretada por H¨¦ctor Alterio, Rosa Manteiga, Paco Casares y Pilar Bayona, me impresion¨® el excepcional trabajo de casi todos los actores y, sobre todo, la nueva perspectiva con la que pude acercarme a un texto que, de muy distinta manera, me hab¨ªa impresionado en la adolescencia. La obra cuenta la obsesi¨®n del pintor Juan Pablo Castel (un Alterio genial) por Mar¨ªa Iribarne, la ¨²nica mujer, en su opini¨®n, capaz de comprenderle y comprender su obra. Aunque la mujer est¨¢ casada con un hombre ciego (un Casares soberbio, que borda adem¨¢s un dificil¨ªsimo doblete al interpretar a dos personajes), se convierten en amantes. Lo que comienza como una pasi¨®n amorosa, tan delirada, si se quiere, como cualquier otra, va transform¨¢ndose en un af¨¢n de posesi¨®n que consume al pintor, en una vor¨¢gine de celos que tortura a la mujer, en la patolog¨ªa de un hombre egoc¨¦ntrico e inseguro que destruye toda posibilidad de relaci¨®n. A trav¨¦s de ese t¨²nel de violencia, la ¨²nica salida que es capaz de vislumbrar Castel le conduce hasta el crimen. Mar¨ªa Iribarne, una mujer libre, inteligente, hermosa, ser¨¢ su v¨ªctima.
Recordaba vagamente los detalles de la novela. Era una lectura intelectualizada, simb¨®lica, por la que lleg¨¢bamos a identificarnos con esa concepci¨®n, imposible, del amor total, y nos sab¨ªamos condenados a una c¨¢rcel que, no por menos material que la del pintor, nos hac¨ªa menos prisioneros. No reniego de aquella lectura: me ense?¨® a reconocer a todos los Castel, tambi¨¦n al que llevamos dentro o al que toma ca?as con nosotros. Pero en El t¨²nel s¨®lo estaba su punto de vista y apenas nos fij¨¢bamos en Mar¨ªa Iribarne. Ahora, por razones de perspectiva social, por una adaptaci¨®n esc¨¦nica que lo incorpora y por una interpretaci¨®n de Alterio que lo fomenta, la obra del Bellas Artes permite ver, al menos hasta finales de octubre, qui¨¦n es la verdadera v¨ªctima, en la sombra, de nuestro t¨²nel actual. Mar¨ªa. La mujer asesinada.
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