La banalidad del mal
Si ¨¦sta sigue siendo "la ¨¦poca de la imagen del mundo" tal y como lo diagnostic¨® Mart¨ªn Heidegger en un ensayo memorable, habr¨ªa que aceptar tambi¨¦n y como una hip¨®tesis muy plausible, que el ciclo de im¨¢genes Last Riot, firmado por el colectivo AES + F, es una imagen actualizada de nuestro mundo. As¨ª esa imagen sea aleg¨®rica. O precisamente por serlo en un mundo donde la fabulaci¨®n dominante impuesta por Hollywood et altri est¨¢ dominada por guerreros uniformados o no, profesionales o intrusos, que libran una guerra que si nunca cesa en los campos de batalla menos lo hace en las pantallas del cine, de la televisi¨®n, del ordenador y de los videojuegos. "Guerra infinita" la llam¨® Bush cuando pretendi¨® fijarle como objetivo exclusivo "el terrorismo" callando sobre el hecho de que la ruptura de sus l¨ªmites temporales agrava todav¨ªa m¨¢s la ruptura de sus l¨ªmites espaciales. La suma de ambas rupturas no s¨®lo dificulta extraordinariamente la distinci¨®n cl¨¢sica entre el frente y la retaguardia sino que socava la todav¨ªa m¨¢s cl¨¢sica e imperiosa entre guerra y paz. Si a la primera distinci¨®n la han anulado de hecho los atentados terroristas en cualquier lugar del mundo, as¨ª como los bombardeos a¨¦reos sistem¨¢ticos de la poblaci¨®n civil, la oposici¨®n entre guerra y paz tiende a ser neutralizada por estrategias pol¨ªticas y medi¨¢ticas que entremezclan a tal punto la guerra con nuestra vida cotidiana, tanto en el plano virtual como en el efectivo, que nos resulta dif¨ªcil cuando no imposible distinguir la guerra de la paz. Si es que alguna vez hubo realmente paz y no la mera prolongaci¨®n de treguas interpuestas entre una y otra guerra.
LAST RIOT 2
Exposici¨®n del colectivo AES + F
Galer¨ªa Salvador D¨ªaz
S¨¢nchez Bustillo, 7. Madrid
Hasta el 4 de noviembre
El colectivo de artistas ru-
sos reunido bajo las siglas de AES + F declara que Last Riot fue concebida con el prop¨®sito de representar ese estado ubicuo y a la vez difuso de la paz embebida de guerra en la que estamos inmersos. Pero ellos en vez de optar por las im¨¢genes ominosas, pat¨¦ticas o tr¨¢gicas acu?adas por la mayor¨ªa de los artistas que a lo largo de la historia han dado un rostro a la guerra, han preferido elaborar unas im¨¢genes radiantes, seductoras, publicitarias. Y aunque es cierto que en todas y cada una de las escenas que componen este ciclo formidable, los actores est¨¢n armados y combatiendo a muerte, esos mismos actores son j¨®venes de una belleza espl¨¦ndida, mod¨¦lica, que si visten en la mayor¨ªa de los casos con prendas militares da la impresi¨®n de que lo hacen porque esas prendas est¨¢n de moda -al igual que las zapatillas de marca que usan- y no porque dichas prendas les resulten imprescindibles para el combate.
La uni¨®n de la belleza de moda con la factura pompier de los escenarios y los decorados, as¨ª como la evidente teatralidad de unos combates representados en los que no se ve sangre por ninguna parte, trivializa irremediablemente la violencia, mostr¨¢ndola libre de las taras de agresividad, dolor, p¨¢nico y muerte que lastran efectivamente toda manifestaci¨®n de la violencia. Y cito a los pompier deliberadamente porque si ellos supieron pintar en su d¨ªa las alegor¨ªas exigidas por una cultura pat¨¦tica e historicista, el colectivo AES + F nos est¨¢ ofreciendo ahora a cambio una de las alegor¨ªas m¨¢s eficaces y turbadoras de una coyuntura en la que la guerra se confunde con la paz y el mal se banaliza sin remedio, tal y como nos lo advirti¨® a tiempo Hannah Arendt.
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