En busca de los secretos vaticanos
La documentaci¨®n del papado de P¨ªo XI, que acaba de desclasificarse, contiene una carta en favor de los jud¨ªos y nuevos datos sobre su papel en la Guerra Civil espa?ola
"?Alto!, ?da qui non si passa!". El joven guardia suizo alza flam¨ªgero la mano y lanza una mirada g¨¦lida al intruso en la Porta di Santa Anna. Hace siglos que gente de lo m¨¢s extra?o trata de colarse en el Vaticano, incluso lo probaron esp¨ªas nazis. Unos a?os atr¨¢s varios personajes extravagantes intentaron hacerlo disfrazados de obispos. Pero para eso est¨¢n el rotundo suizo y sus colegas, el (mini) ej¨¦rcito m¨¢s antiguo del mundo. Mientras bloquea el paso h¨¢bilmente, el centinela mira de reojo hacia el puesto de guardia donde discretamente ocultas a la mirada de los turistas est¨¢n las pistolas SIG, de fabricaci¨®n suiza, m¨¢s efectivas que las alabardas. Es preciso ense?ar carnets y cartas, demostrar que se tiene una cita, no hacer bromas con el Sacco de Roma y sobre todo dejar caer, como si fuera una jaculatoria, el nombre de la irreductible jefa de prensa del Vaticano, sor Giovanna, cuyas reprimendas ser¨ªan capaces de hacer llorar a Lee van Cleef. Luego es necesario atravesar un segundo cintur¨®n de seguridad, a cargo del menos pinturero Corpo di Vigilanza, acreditarse y rellenar papeles, y m¨¢s adelante, un tercero. La t¨¦cnica es buena, porque uno va perdiendo altivez y ganando en humildad. Hasta entran ganas de rezar.
"La Santa Sede no tiene miedo de pol¨¦micas", afirma el prefecto del Archivo Secreto vaticano
P¨ªo XI ha sido a menudo acusado de antisemita, al igual que su colaborador y sucesor P¨ªo XII
"Aqu¨ª no hay nada de conspiraciones a lo 'C¨®digo Da Vinci'. Esto es s¨®lo un archivo"
"Tiene que haber un gran 'dossier' sobre la 'Enc¨ªclica Oculta", sostiene Hilari Raguer
El objetivo es acceder al Archivo Secreto del Vaticano, que se encuentra bien adentro en el recinto fortificado, en el Cortile del Belvedere, junto a la Biblioteca Apost¨®lica, donde se acaba de abrir -el pasado d¨ªa 18- la documentaci¨®n referente al papado de P¨ªo XI (del 6 de febrero de 1922 al 10 de febrero de 1939). No es buena idea ponerse a curiosear de camino: detr¨¢s de una puerta abierta imprudentemente sin permiso aparece un sargento mayor (feldweibel) de la guardia suiza en traje de gala y grita algo no muy cristiano. Si lo oye el Papa...
La apertura de la ingente documentaci¨®n de P¨ªo XI ha comenzado ya a arrojar resultados. Uno de los historiadores que han viajado estos d¨ªas al Vaticano y se han dedicado a estudiar la parte relacionada con la Guerra Civil espa?ola, el catal¨¢n Hilari Raguer, se?ala que ha podido confirmar en los papeles, por ejemplo, las "tensiones fort¨ªsimas" escondidas que se viv¨ªan entre el Vaticano y el Gobierno de Burgos y que contradicen la aparente relaci¨®n id¨ªlica que emanaba hacia el exterior. Los documentos, afirma Raguer, tambi¨¦n muestran la simpat¨ªa de P¨ªo XI por los cat¨®licos vascos antifranquistas y la inicial buena disposici¨®n de la Santa Sede hacia la Rep¨²blica espa?ola. De hecho, el Vaticano mantuvo los contactos con el Gobierno republicano hasta 1937. De otro asunto crucial del papado de P¨ªo XI -un pont¨ªfice al que se ha tachado en diversas ocasiones de antisemita, como a su sucesor, P¨ªo XII-, la persecuci¨®n de los jud¨ªos, el Archivo Secreto, seg¨²n inform¨® el mi¨¦rcoles el diario La Reppublica, muestra nuevas evidencias. Pese a no condenar oficialmente las leyes raciales de 1938 del Gobierno fascista italiano, el Papa realiz¨® diversos gestos de apoyo hacia los jud¨ªos y -he ah¨ª la novedad- escribi¨® una carta de acompa?amiento a una proclama en favor de los jud¨ªos perseguidos que envi¨® a algunos cardenales americanos en 1939 y en la que les inst¨® a tener caridad con ellos: "Cristo pianse per loro", apuntaba.
Si el Vaticano es una ciudad prohibida que r¨ªete t¨² de Xanad¨² -y m¨¢s estos d¨ªas con la pol¨¦mica de Benedicto XVI con el islam-, el Archivio Segreto, el archivo central de la Santa Sede, donde ha recalado la m¨¢s interesante y reservada documentaci¨®n hist¨®rica de la Iglesia procedente de todos sus oficios y dicasterios (incluida la Segretaria di Stato, el Ministerio de Asuntos Exteriores del Vaticano), es uno de sus sanctasanct¨®rum. Entrar a curiosear all¨ª, en lo que est¨¢ considerado el archivo privado de los pont¨ªfices, queda inicialmente m¨¢s all¨¢ de las posibilidades de los simples mortales.
Fundado por Pablo V en torno a 1610, el Archivo Secreto est¨¢ abierto a los estudiosos desde que as¨ª lo decidi¨® Le¨®n XIII en 1880, pero con condiciones muy rigurosas y restrictivas (tienes que ser historiador reconocido y aun as¨ª s¨®lo te dejan entrar con un l¨¢piz).
La apertura por decisi¨®n de Benedicto XVI de la documentaci¨®n relativa al pontificado del papa Ratti, P¨ªo XI, un total de 27 archivos diferentes, ha despertado la natural expectaci¨®n. No en balde, adem¨¢s del ¨²nico Papa alpinista -hab¨ªa escalado el Cervino-, el primero en disponer de coche y el autor de una enc¨ªclica sobre el cine (Vigilanti cura), es el Papa de una ¨¦poca convulsa que vio la extensi¨®n del "comunismo ateo", el ascenso del nazismo, la Guerra Civil espa?ola ("povera e cara Spagna") y los proleg¨®menos de la II Guerra Mundial. El Papa, seg¨²n explica el que fuera su secretario, Carlo Confalonieri, en su hagiogr¨¢fico Pio XI visto da viccino (Edizioni Paoline, 1957) contaba entre sus innocenti passatempi el intento de domesticar un ¨¢guila que viv¨ªa en una jaula junto a la Grotta di Lourdes, en los jardines vaticanos: parece una met¨¢fora de la relaci¨®n del Papa con los fascismos.
Para m¨¢s morbo, con P¨ªo XI colabor¨® estrechamente -hizo de secretario de Estado- el que despu¨¦s fue su sucesor, el papa Pacelli, P¨ªo XII, el pol¨¦mico "Papa de Hitler", el Papa del clamoroso silencio ante el Holocausto, as¨ª que ambos papados est¨¢n muy entrelazados.
En la recepci¨®n del Archivo siguen poniendo inc¨®modas pegas, como si existiera una confusi¨®n entre los s¨®tanos del Vaticano y las cuevas del sado. Pero finalmente, tres d¨ªas despu¨¦s del primer intento, es posible adentrarse en las legendarias instalaciones y hablar con el responsable. "Hay una gran expectaci¨®n medi¨¢tica con la apertura, s¨ª", reconoce el prefecto del Archivo Secreto Vaticano, el padre Sergio Pagano (sic). En cuanto a los historiadores, advierte, "los serios sabr¨¢n ir al ritmo de su trabajo sin moverse por los apetitos particulares de investigaciones que buscan s¨®lo el titular y la pol¨¦mica". Como eso es exactamente lo que buscamos, parece mejor no pecar de exceso de sinceridad y asentir humildemente. Recibe el prefecto en manga corta y alzacuello en una gran sala en el cuarto piso del archivo en la que destacan un enorme ¨®leo de un evangelista abriendo un libro y una copia del Apolo de Belvedere con la inevitable hoja de parra. "Estamos algo m¨¢s retrasados que los otros grandes archivos de Estado de Europa, que ya llegan hasta los a?os cincuenta -nosotros s¨®lo hasta el 39-, pero es s¨®lo por motivos pr¨¢cticos, porque tenemos much¨ªsimos documentos que hay que ordenar. Los hay que han de permanecer secretos. Entre ellos las causas matrimoniales, los procesos de nombramientos de obispos y, por supuesto, las actas de los c¨®nclaves. Pero todo lo otro es p¨²blico". Se ha tardado mucho, padre. "Veinte a?os para preparar este papado. Es un trabajo largo y tenemos poco personal. Un problema delicado es la separaci¨®n entre papados, la dificultad de establecer qu¨¦ documentos pertenecen a uno o a otro y han de quedar abiertos o cerrados. Ahora empezaremos a preparar el de P¨ªo XII". Pagano alza la mano para pedir paciencia. "Tardaremos. No hay previsi¨®n de cu¨¢ndo podr¨¢ abrirse".
La disponibilidad de nuevo material no ha provocado, por lo visto, una avalancha de historiadores. "En el Archivo Secreto recibimos unos sesenta al d¨ªa, sobre todo interesados en la Edad Media. Calculo que tendremos unos quince estudiosos nuevos, entre ellos tres espa?oles
interesados especialmente, claro, en su Guerra Civil". Pagano afirma que todas las peticiones han sido atendidas, "siempre dentro de los l¨ªmites que marca el reglamento". El prefecto del archivo asegura que no se ha realizado, como algunos temen, ninguna expurgaci¨®n previa de la documentaci¨®n de P¨ªo XI.
Pagano es de la opini¨®n de que no hay que esperar revelaciones sensacionales. "Creo que no, la posici¨®n de la Santa Sede ante el fascismo, el nazismo o la Guerra Civil ya se ha visto en otros archivos. Nuestra documentaci¨®n servir¨¢ para profundizar, arrojar luz sobre aspectos menos claros, acabar con algunos malos entendidos, pero no creo que vaya a revolucionar nada, aunque, por supuesto, tampoco lo podemos excluir".
La decisi¨®n de abrir un papado, subraya el padre Pagano, "no tiene nada que ver con pol¨¦micas, es algo que corresponde s¨®lo al santo Padre". La Santa Sede, agrega, "no tiene miedo de pol¨¦micas, que tienen un tiempo de vida muy corto desde el punto de vista de la Iglesia".
No parece el lugar para criticar a un papa, con toda esa susceptible guardia suiza por los alrededores, pero ?no debi¨® hacer un gesto P¨ªo XII contra el exterminio de los jud¨ªos? "No se puede decir, no conocemos todos los documentos. Cualquier gesto eclatante, una toma de posici¨®n n¨ªtida, pod¨ªa ser muy peligroso para los cristianos alemanes y haber comprometido a toda la cristiandad. Fue muy prudente, algunos piensan que demasiado". ?No sienten la presi¨®n para abrir ese archivo? "No, aqu¨ª tenemos los nervios firmes", dice con los brazos en jarras el prefecto. "Algunos sugieren que se podr¨ªa ir abriendo partes, o admitir a grandes especialistas que no estuvieran obsesionados con la pol¨¦mica para ver ya cartas de P¨ªo XII. Pero yo no lo creo. La Santa Sede act¨²a de manera suprapartes y ergaomnes. No podemos confiar la documentaci¨®n a unos s¨ª y a otros no. Y no podemos priorizar unos fondos. Hemos de ser met¨®dicos".
Pese a lo de "Secreto" y a los enigmas hist¨®ricos que custodia, el archivo, sostiene el prefecto, no es m¨¢s que eso, un archivo. "Aqu¨ª no hay nada de conspiraciones a lo C¨®digo Da Vinci, que, perm¨ªtame decirlo, me parece un libro p¨¦simo. No se puede comparar con El nombre de la rosa. Es preocupante ver su influencia, observar c¨®mo la gente puede creer en ese tipo de cosas". El Archivo Secreto Vaticano forma parte de ese imaginario de las conspiraciones y los misterios. ?Es v¨ªctima de su propio mito? Hace unos a?os, en su terraza del cercano Trastevere, el escritor Peter Berling, pionero de la teor¨ªa del Grial como la sangre de Cristo, extend¨ªa su grueso dedo acusador hacia el Vaticano para se?alar el lugar donde se ocultaban todas las respuestas a todas las preguntas. "No me importa el mito. Tenemos la consideraci¨®n de los historiadores serios y el resto, la vulgar leyenda, no importa". Hombre, si cambiaran lo de Secreto. "No se puede, siempre se llamar¨¢ Secreto, significa privado, reservado, porque es el archivo de la Santa Sede, el archivo del Papa".
Con sus 85 kil¨®metros lineales de documentos, el problema b¨¢sico que tiene el Archivo Secreto es de espacio y ordenamiento. "?se es nuestro reto, con nuestros escasos medios hacer que todo est¨¦ arreglado archiv¨ªsticamente. Si no, los historiadores dir¨¢n que lo que no aparece lo hemos ocultado".
Tras la entrevista, Pagano accede a la petici¨®n, humilde por supuesto, de una somera visita a las salas de consulta del Archivo Secreto. El Archivo en s¨ª, los fondos, se encuentra repartido en varios espacios de almacenamiento, entre ellos los locales subterr¨¢neos inaugurados en 1980 bajo el Cortile de la Pigna, sobre los que se desplazan cada d¨ªa miles de turistas camino de los Museos Vaticanos. De las dos salas de estudio una est¨¢ dedicada a la consulta inform¨¢tica -un acceso lleva hasta donde se encuentra el monumental ¨ªndice- y la otra es donde los investigadores reciben los legajos en unas mesas de madera con atriles. El momento culminante del acceso al exclusivo Archivo es un anticl¨ªmax. El lugar, muy poco impresionante pese a todo, mezcla la funcionalidad con una cierta atm¨®sfera monacal que seguramente har¨ªa felices a Borges o a Guillermo de Baskerville. Al entrar discretamente, los estudiosos alzan la cabeza y vuelven en seguida a lo suyo. La sala no est¨¢ llena ni mucho menos.
El Archivo Secreto no es el lugar para hablar con los investigadores de lo que se traen entre manos, entre otras cosas porque no te dejan, reina un riguroso silencio y los estudiosos disponen de poco tiempo (s¨®lo por las ma?anas y ¨²nicamente tres legajos por d¨ªa). As¨ª que la cita con uno de ellos, Hilari Raguer, el autor de la imprescindible La p¨®lvora y el incendio. La Iglesia y la Guerra Civil espa?ola, 1936-1939 (Pen¨ªnsula 2001) se desarrolla extramuros, aunque en un lugar muy id¨®neo: el convento de Sant'Ambrogio della M¨¢xima, junto a la Fontana delle Tartarughe, donde Raguer, monje benedictino, est¨¢ alojado y en el que el procurador general, fray Vuillaume, reci¨¦n llegado de Madagascar, invita muy caritativamente a compartir la frugal cena de la congregaci¨®n. En el refectorio hay sopa de verdura, se habla con familiaridad de san S¨¢tiro (?), hermano de san Ambrosio, y de los huesos de san Policarpo, que est¨¢n bajo el altar mayor de la iglesia (luego habr¨¢ que verlos, por no hacer un feo). Raguer explica su experiencia en el archivo. "Es complicado de consultar. Algunas partes no se pueden ver a¨²n, como el fondo de la Secretar¨ªa de Estado, que todav¨ªa est¨¢ organiz¨¢ndose; otras est¨¢n reservadas". Entre ¨¦stas se?ala que es l¨®gico que no se hagan p¨²blicos documentos como la petici¨®n de dispensa matrimonial para una monja embarazada.
"He podido ver pocas cosas, hay trabajo para a?os", dice pas¨¢ndose la mano por la cara en un gesto de cansancio. "Lo que he visto me confirma lo que ya hab¨ªa publicado sobre el Vaticano y la Guerra Civil gracias a otros fondos archiv¨ªsticos. No me parece que la apertura vaya a cambiar los grandes puntos hist¨®ricos, pero esos puntos estar¨¢n m¨¢s explicados, m¨¢s corroborados. Y en cualquier rinc¨®n de documento puede saltar la liebre y aparecer un tesoro. ?Qu¨¦ hay de nuevo? Bueno, los informes de los representantes del Vaticano en Espa?a, como monse?or Antoniutti, que eran secretos y que ahora podemos leer y que nos muestran a las claras la actitud de la Santa Sede. Vemos el tercerismo, la preferencia por una opci¨®n que no es ni el comunismo ni el fascismo -aunque da mucho m¨¢s miedo el primero-. Lo que surge en el trato con Franco es la preocupaci¨®n a un influjo nazi que le lleve a posiciones contra la Iglesia como las de Hitler o la facci¨®n anticlerical de Falange. Hay mucha tensi¨®n escondida con el Gobierno de Burgos, se roza la ruptura de relaciones, por el nombramiento de obispos y porque Franco no quiere erradicar algunas leyes anticlericales de la Rep¨²blica que se guarda como arma de negociaci¨®n con el Vaticano".
"Otra cosa que se confirma", contin¨²a Raguer en la larga noche romana, "es que la Santa Sede no puso en cuesti¨®n inicialmente la legitimidad de la Rep¨²blica, se esforz¨® por conciliar Iglesia y Rep¨²blica reconociendo al r¨¦gimen y ordenando a los obispos espa?oles que hicieran actos de acatamiento de autoridad. S¨®lo fue cuando P¨ªo XI se cans¨® de hacer gestos que se produjo el giro hacia una pol¨ªtica de m¨¢s firmeza y dureza. Pero, insisto, inicialmente la actitud del Vaticano no es la de los obispos espa?oles, que se adhieren con entusiasmo a la cruzada. El Papa no es belicista. P¨ªo XI quiere ser el padre de todos los espa?oles".
En el Archivo Secreto, Raguer ha tenido la emoci¨®n de encontrarse con un documento (de Antoniutti al Papa) en el que se explica una entrevista con Franco en la que ¨¦ste revela que est¨¢ negociando un intercambio para salvar al obispo de Barcelona Irurita. "La entrevista es en 1937 y a Irurita la versi¨®n oficial le da por asesinado en el 36, lo que confirma mi teor¨ªa de que sobrevivi¨® a la guerra".
Sobre la persecuci¨®n de los jud¨ªos y el Vaticano, Raguer opina que ahora "ha de salir" la Enc¨ªclica Oculta, la que redactaba P¨ªo XI y que la muerte le impidi¨® promulgar. "Ha de haber un gran dossier sobre ella", dice con un suspiro. En esa enc¨ªclica, el pont¨ªfice saldr¨ªa en defensa de los jud¨ªos en un momento que pod¨ªa haber sido crucial para su suerte.
Cerca de San Ambrosio est¨¢ la gran Sinagoga de Roma. En sus bajos hay un museo, pero en la peque?a secci¨®n dedicada al indigno Manifesto della razza y la persecuci¨®n uno buscara en balde un reproche a P¨ªo XI y P¨ªo XII.
Mientras se aguardan nuevas revelaciones sobre ambos papas y vista la dificultad para merodear por el Archivo Secreto -los guardias suizos son buenos fisonomistas-, no es mala idea dejarse caer por la capilla de San Sebastiano, en el monumental interior de la bas¨ªlica de San Pedro. All¨ª est¨¢n frente a frente en un impresionante vis a vis eterno las grandes estatuas de Ratti y Pacelli. A la espera de que hablen por ellos los documentos, los dos pont¨ªfices se recogen en un p¨¦treo silencio.
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