Animales: La sexta extinci¨®n
M¨¢s de 16.000 especies est¨¢n amenazadas. Vivimos la mayor p¨¦rdida de biodiversidad desde la extinci¨®n de los dinosaurios. ?ste es el inventario de la desidia medioambiental y la tr¨¢gica historia del bucardo, el lince, la ballena?
Cuando aquel aciago d¨ªa de diciembre de 1999, la tormenta de nieve derrib¨® un abeto en el Parque Nacional de Ordesa (Huesca), ¨¦ste cay¨® sobre Celia, y as¨ª, de un golpe, desapareci¨® el bucardo de la faz de la tierra. Esa variedad de cabra del Pirineo segu¨ªa los pasos de la Capra pyrenaica lusitanica, extinguida en Portugal un centenar de a?os atr¨¢s. El siglo XX acab¨® mal para la fauna ib¨¦rica, con una veintena de vertebrados menos en su haber -entre ellos, el esturi¨®n, el lobo levantino y la foca monje-; y el nuevo milenio no pinta mejor: el oso pardo, el lince, el halc¨®n peregrino, la avutarda, la grulla com¨²n, el urogallo..., podr¨ªan esfumarse en breve. De no remediarlo, en las pr¨®ximas d¨¦cadas se les sumar¨¢ un nutrido contingente que abarca de las lib¨¦lulas al drago canario y del acebo al sapillo balear, advierte la Fundaci¨®n Biodiversidad.
?La ciega fatalidad? En absoluto. El adi¨®s de la Capra pyrenaica pyrenaica resultaba audible mucho antes de su definitiva salida de escena: su declive era ya evidente a principios del XX, cuando, tras haber poblado los Pirineos, se vio restringida al parque de Ordesa. En 1994 quedaban una docena de individuos; dos a?os m¨¢s tarde, tres hembras y ning¨²n macho: la especie ya no ten¨ªa futuro. De su final, los ecologistas culpan al deterioro de su ecosistema, la caza furtiva, la presi¨®n tur¨ªstica y la falta de ayudas oficiales. Como dice la canci¨®n: "Entre todos la mataron y ella sola se muri¨®".
Celia fue a parar al taller de taxidermia Causapi¨¦, en Zaragoza. El viejo animal lleg¨® en buen estado de conservaci¨®n, aunque sus m¨²ltiples fracturas dificultaron la reconstrucci¨®n. Hoy, gracias al oficio de los Causapi¨¦, su momia ofrece un aspecto presentable; s¨®lo el pelaje desgastado del cuello recuerda el collar de seguimiento puesto por sus cuidadores en un desesperado intento por protegerla. All¨ª permanece, olvidada como un trasto in¨²til, mirando a la nada, convertida en un monumento a la desidia medioambiental. El bucardo se ha incorporado a la galer¨ªa de momias ilustres que integra el gran ping¨¹ino -extinguido en 1844 en Islandia- cuyos restos se aprecian en el museo brit¨¢nico de Shrewsbury. De otro de sus miembros, el demonio de Tasmania -el archienemigo de Bugs Bunny-, nos hacemos una idea en el Naturkunde Museum de Berl¨ªn, con un ejemplar del marsupial exterminado por los australianos en 1936. Un paseo por el Museo Senckenberg de Francfort nos ense?a al quagga, una cebra rayada en sus cuartos delanteros que cubri¨® las llanuras de Sur¨¢frica hasta que los colonos la liquidaron en 1870. Por su parte, el museo de Canterbury (Inglaterra) exhibe un moa, pariente gigante del kiwi barrido de Nueva Zelanda por los maor¨ªes.
El recorrido por las reliquias de la fauna extinta es interminable. En el Instituto Smithsoniano de Washington (Estados Unidos) se encuentra disecada Martha, el ¨²ltimo pich¨®n peregrino, el ave m¨¢s abundante de Norteam¨¦rica. El ¨²ltimo ejemplar expir¨® a los 29 a?os, en el Zool¨®gico de Cincinnati, a las 13.00 del 1 de septiembre de 1914; quiz¨¢ la ¨²nica extinci¨®n de la que consten la fecha y hora exactas. Por no ser menos, el Museo de Historia Natural de Oxford conserva una cabeza de dodo, todo lo que resta de esa paloma gigante incapaz de volar desde que en 1681 entrase en los anales como la primera especie desaparecida con la Era de los Descubrimientos ("Muerto como un dodo", se dice en ingl¨¦s de un final categ¨®rico). Todo hace temer que a las colecciones pronto se sumar¨¢ Jorge el solitario, la ¨²ltima tortuga gigante de la isla de Pinta (Gal¨¢pagos): un muerto viviente en t¨¦rminos evolutivos. De otros seres apenas si quedan huesos. Tal es el caso de la paloma azul de la isla Mauricio, ave de soberbio plumaje que los gatos europeos borraron del mapa; o del apyornis, el p¨¢jaro-elefante de Madagascar, que se dice inspir¨® la legendaria ave Roc de Simbad el marino. Estos y otros vertebrados s¨®lo perviven en la memoria de los naturalistas.
Las citadas son algunas de las 762 extinciones registradas en la Lista roja de especies amenazadas que la Uni¨®n Mundial para la Conservaci¨®n de la Naturaleza (UICN) difunde cada a?o. En su recuento no figuran las ocurridas antes del siglo XVI, como la de los grandes marsupiales barridos por los abor¨ªgenes australianos, ni la de la vegetaci¨®n prevaleciente en muchas islas a la llegada de los exploradores occidentales: especies que pasaron a tener una existencia tan irreal como la del monstruo del lago Ness o el abominable hombre de las nieves.
A otras 65 especies ya no se las halla en estado silvestre y sobreviven en cautividad. Entre esas fr¨¢giles "flores de invernadero" destacan el le¨®n del Atlas, del que subsisten ejemplares en el Zoo de Madrid; el ¨®rix de Cimitarra (un ant¨ªlope conservado en el de San Diego, California); el guacamayo de Spix (en el Loro Parque de Tenerife); el lobo gris (en M¨¦xico), y el bisonte europeo, en reservas de Polonia y Bielorrusia. El l¨²gubre inventario podr¨ªa incrementarse de proseguir la tendencia actual. En la Lista roja de 2004 se contabilizaban 15.589 especies en peligro de extinci¨®n sobre un total de 40.177 evaluadas. Este a?o la cifra subi¨® a 16.119 animales o plantas.
?Hasta qu¨¦ punto son representativos esos cat¨¢logos? En torno al total de especies vivientes reina la imprecisi¨®n: aunque s¨®lo se han identificado un mill¨®n y medio, algunas estimaciones lo sit¨²an entre cinco y cien millones (la mayor¨ªa, organismos invertebrados). Pero esa incertidumbre no reduce la representatividad de las listas rojas, seg¨²n Eduardo Rold¨¢n, investigador del Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN-CSIC), "pues ¨¦stas recogen la totalidad de los mam¨ªferos y otros grandes animales". Sus autores no descartan incluso haber subestimado la magnitud del peligro: "Si hubi¨¦ramos estudiado 100.000, sin duda habr¨ªamos identificado muchas m¨¢s especies amenazadas", afirma Jean-Christophe Vi¨¦, coordinador del programa para las especies de la UICN. El apocalipsis biol¨®gico ostenta un sello inequ¨ªvocamente humano: caza, deforestaci¨®n, contaminaci¨®n, urbanizaci¨®n y turismo masivo. A esas amenazas se a?ade el calentamiento global, advierte la UICN. Las altas temperaturas podr¨ªan precipitar el fin de hasta el 37% de las especies. "Se prev¨¦ que en el ?rtico, el hielo marino del verano se reduzca entre el 50% y el 100% entre los pr¨®ximos 50 y 100 a?os", se?alan. De cumplirse la previsi¨®n, la poblaci¨®n de osos polares se desplomar¨¢ un 30%. Un peligro similar planea sobre el salm¨®n de la costa cant¨¢brica. Si la temperatura de esos r¨ªos pasa de los diez grados actuales a doce, se ver¨¢ en aprietos, alerta la Organizaci¨®n para la Conservaci¨®n del Salm¨®n del Atl¨¢ntico Norte. "En cada ecosistema donde irrumpe el hombre, el n¨²mero de especies cae en picado", comenta Rold¨¢n.
"La Lista roja de 2006 muestra que la p¨¦rdida de biodiversidad aumenta, no disminuye", sostiene el director general de la UICN, Achim Steiner. Las especies m¨¢s raras y amenazadas se encuentran en desiertos y zonas ¨¢ridas. All¨ª, la caza incontrolada acorrala a la gacela dama, al ant¨ªlope asi¨¢tico y al hipop¨®tamo, una presa codiciada por su carne y su marfil: sus poblaciones han descendido un 95%. En el medio acu¨¢tico, la situaci¨®n no es m¨¢s halag¨¹e?a: diezmados por la pesca masiva, tiburones y rayas aparecen por primera vez en la lista. La sombra de la extinci¨®n se cierne sobre m¨¢s de la mitad de los 252 peces de agua dulce de la cuenca mediterr¨¢nea, en particular sobre el Bajo Guadiana, hogar del jarabugo y otras 10 especies end¨¦micas. Entre los h¨¢bitats m¨¢s amenazados destacan la alta monta?a (los Andes tropicales, en particular) y las islas.
El confinamiento insular aporta ventajas, sin duda, pero cuando surge una amenaza se vuelve encerrona mortal. Lo demuestra la tr¨¢gica suerte del dodo, una de las tantas aves isle?as desaparecidas. De la mortandad tuvieron en parte culpa las ratas y gatos tra¨ªdos por los marineros, "m¨¢quinas de matar" que devastaron los ecosistemas insulares. Esta precaria situaci¨®n es la misma que afecta a la avifauna del archipi¨¦lago canario, cuya peque?a superficie las hace mucho m¨¢s vulnerables. No por azar de esas islas ya desaparecieron dos aves: el ostrero unicolor y una subespecie de tarabilla; y dos roedores: el rat¨®n de lava y la musara?a canaria; ni tiene nada de casual que la cuarta parte de las especies m¨¢s amenazadas de Espa?a se localice all¨ª.
Las Canarias constituyen uno de los ecosistemas en apuros de un pa¨ªs considerado uno de los 33 "puntos cr¨ªticos" de la biodiversidad mundial. De acuerdo con el World Conservation Monitoring Center de la ONU, el 37% de nuestros vertebrados corre peligro y el 7% se acerca a la extinci¨®n; mientras, el 15% de las plantas se encuentra en riesgo de desaparici¨®n.
Poco a poco, una fracci¨®n de la vida que nos rodea se desvanece: el halc¨®n born¨ª ya no sobrevuela el Guadalquivir, los esturiones dejaron de remontar el Ebro, la grulla damisela no nos visita, la marsopa no retoza en las costas del Mediterr¨¢neo, ni se divisa en el golfo de Vizcaya el chorro de las ballenas del Cant¨¢brico. Por no hablar del lince ib¨¦rico, a punto de convertirse en el primer gato salvaje en perecer en los ¨²ltimos 2.000 a?os; o de los osos pardos del Pirineo, en un callej¨®n sin salida despu¨¦s de que Canela, su ¨²nica hembra f¨¦rtil, fuera abatida por cazadores franceses.
?C¨®mo salvar a las especies condenadas? Desde hace a?os, zo¨®logos y bi¨®logos debaten las mejores maneras de rejuvenecer una especie moribunda. ?Conviene intervenir en su h¨¢bitat o en condiciones de cautiverio? Una estrategia pasa por proteger a las poblaciones en su medio natural y reforzarlas con espec¨ªmenes criados en cautividad y cuyo perfil gen¨¦tico ha sido mejorado por inseminaci¨®n artificial.
Otra opci¨®n consiste en reintroducir en el medio natural animales que ¨²nicamente sobreviven en cautiverio. Un ejemplo lo pone el salvamento in extremis del caballo de Prjevalski, la ¨²nica subespecie salvaje de caballo existente. Descubierto en Mongolia en 1879, su n¨²mero se fue reduciendo debido a la caza y la competencia del ganado dom¨¦stico. En 1967, unos pastores mongoles avistaron la ¨²ltima manada, y en 1969 s¨®lo un ejemplar galopaba por las estepas. Un programa de intercambio de animales entre zool¨®gicos logr¨® aumentar su variabilidad gen¨¦tica, y en 1992 se reintrodujeron 12 cabezas en el suroeste de Mongolia, donde se reprodujeron sin dificultad.
Algo distinta es la reintroducci¨®n de animales importados de h¨¢bitats similares. Uno de esos programas tiene por protagonista a la foca monje del Mediterr¨¢neo, uno de los 10 mam¨ªferos con mayor riesgo de extinci¨®n. Perseguida por pescadores, expulsada de sus playas por los turistas y envenenada por las mareas rojas, desapareci¨® de nuestras costas en los setenta. Hoy, de Monachus monachus sobreviven 500 individuos. Para revertir la situaci¨®n, la Fundaci¨®n Territorio y Paisaje de Caixa Catalunya quiere trasladar varias camadas de cachorros desde Mauritania -uno de sus ¨²ltimos enclaves- hasta ¨¢reas protegidas en Canarias, Cabo de Gata, Baleares y Cadaqu¨¦s. Este operativo debe salvar el obst¨¢culo planteado por la destrucci¨®n del h¨¢bitat original. Para tener ¨¦xito deber¨¢n cerrarse las playas escogidas a ba?istas y embarcaciones, y, sobre todo, reconciliar a la foca con los pescadores. Una especie no puede reintroducirse contra la voluntad de la poblaci¨®n local.
?Y si clon¨¢semos a los ¨²ltimos sobrevivientes? ?No se conseguir¨ªa as¨ª la multiplicaci¨®n de especies menguantes? ?No se podr¨ªa incluso recuperar especies desaparecidas como el quagga, el ¨²nico ser extinto cuyo ADN ha sido secuenciado y estudiado en su totalidad? De momento, la pretensi¨®n de revivir animales muertos hace largo tiempo, al modo de Parque Jur¨¢sico, resulta imposible. Para clonar hacen falta grandes cantidades de tejido vivo, pues el ADN se deteriora con suma rapidez. Robert Fleischer, experto del Instituto Smithsoniano, estima que "quiz¨¢ dentro de 20 a?os se disponga de la tecnolog¨ªa para reparar el material gen¨¦tico da?ado". Sin embargo, aun si las especies retornasen del reino de los muertos, nadie se atrever¨ªa a prometer que la ciencia restablecer¨¢ sus h¨¢bitats naturales. En tal caso, ?qu¨¦ sentido tendr¨ªa traer un mamut lanudo a un mundo recalentado?
La esperanza suscitada por la ingenier¨ªa gen¨¦tica determin¨® que Celia se sometiera a ensayos de clonaci¨®n cruzada, as¨ª denominada por servirse de hembras de una especie cercana para gestar el embri¨®n clonado. Equipos hispano-franceses inyectaron su ADN en ¨®vulos de cabras montesas de Befeite -las m¨¢s parecidas al bucardo-, de los cuales se hab¨ªa suprimido la informaci¨®n gen¨¦tica original. Los embriones obtenidos por ese procedimiento se implantaron en nueve cabras; dos quedaron pre?adas, pero abortaron. Fin del experimento.
A la clonaci¨®n le quedan muchos obst¨¢culos por superar: su ineficiencia -s¨®lo el dos o tres por ciento de los intentos sale adelante- y la eventual incompatibilidad del ¨®vulo anfitri¨®n con el ADN a clonar. Adem¨¢s, en el caso de la Capra pyrenaica pyrenaica, la clonaci¨®n de una hembra hubiera producido una manada de Celias igual de inviable con vistas a su continuidad. "Del fin del bucardo podemos sacar dos lecciones: no lleguemos a situaciones m¨¢s all¨¢ del punto de retorno, y no centremos esfuerzos en especies extintas", afirma Rold¨¢n. A ¨¦l no le cabe duda: en esos casos extremos, la clonaci¨®n no es la soluci¨®n; la conservaci¨®n del h¨¢bitat, las vedas de caza y otros m¨¦todos son prioritarios. "El concepto del Arca de No¨¦ est¨¢ obsoleto. Salvar una pareja y repoblar un territorio con sus cr¨ªas no sirve; debemos salvar a la especie con su ecosistema".
La manipulaci¨®n gen¨¦tica s¨ª puede mitigar el gran problema de las poblaciones menguantes: la consanguinidad, causa de defectos cong¨¦nitos y enfermedades. Por esa raz¨®n, maximizar la diversidad gen¨¦tica y el flujo g¨¦nico entre los sobrevivientes es un objetivo de primer orden para los conservacionistas. "A la clonaci¨®n le cabe un papel dentro de las t¨¦cnicas de reproducci¨®n asistida, sobre todo para aprovechar el ADN de animales muertos antes de la edad de reproducci¨®n", enfatiza Rold¨¢n. Dicho enfoque ha llevado a la creaci¨®n del banco del MNCN-CSIC: all¨ª se atesoran semen, ¨®vulos y embriones congelados de especies ib¨¦ricas amenazadas, con ¨¦nfasis en el lince ib¨¦rico, el vis¨®n europeo, el oso pardo y los 10 felinos suramericanos (¨¦stos, en el marco de un proyecto de conservaci¨®n hispano-argentino financiado por la Fundaci¨®n BBVA). Acopiando muestras del mayor n¨²mero posible de individuos, tales centros buscan facilitar el intercambio de genes entre poblaciones peque?as y aisladas, y evitar la repetici¨®n de lo ocurrido con el bucardo.
?Vale la pena gastar millones de euros en el salvamento de una de esas criaturas? No son pocos quienes se lo preguntan. Las cr¨ªticas que llovieron recientemente sobre la iniciativa presentada en el Parlamento, encaminada a proteger a los grandes simios, ponen de manifiesto que un sector de la opini¨®n p¨²blica no entiende c¨®mo, habiendo millones de personas necesitadas de cuidados y ayuda, se pretende canalizar tantos recursos en unos meros animales. Los conservacionistas responden diciendo que ninguna especie existe aislada, sino que forma un eslab¨®n del nexo que une a todos los seres vivos; de ah¨ª que su extinci¨®n provoque una fat¨ªdica reacci¨®n en cadena: cada planta tropical que desaparece arrastra a 30 especies asociadas; por cada ¨¢rbol tropical que cae, 400 especies perecen. Esa conexi¨®n vital es la que tratan de resaltar las campa?as centradas en animales emblem¨¢ticos, ligados a un ecosistema particular. "Protegiendo al oso salvamos el bosque pirenaico; con el quebrantahuesos, los entornos de alta monta?a; con el guacamayo, la selva tropical; con el lince ib¨¦rico, la sierra, las marismas y el bosque mediterr¨¢neo, vale decir, media Espa?a", sostiene Rold¨¢n.
Y en relaci¨®n con las cr¨ªticas al dinero invertido en su salvamento, el bi¨®logo Juan Carlos Blanco, coautor de El libro rojo de los vertebrados de Espa?a, las rebate: "Esas cantidades son rid¨ªculas en comparaci¨®n con lo que se gasta en obras como la reforma de la M-30 de Madrid, tanto en su construcci¨®n como en propaganda".
No puede decirse que la humanidad asista de brazos cruzados a esta convulsi¨®n biol¨®gica. Por doquier se multiplican las iniciativas dirigidas a salvaguardar activos vivientes irremplazables. En el plano internacional, las campa?as por las ballenas resuenan en todas las conciencias. En Espa?a cabe citar el plan de reproducci¨®n de la malvas¨ªa cabeciblanca -un pato buceador- en Molina de Segura (Murcia); el retorno del esturi¨®n al Guadalquivir; los cinco programas de recuperaci¨®n del oso; o la crianza en una finca de Territorio y Paisaje de ovejas aranesas, cabras de Rasquerra y asturcones. "Existe cada vez m¨¢s sensibilidad, m¨¢s apoyo", constata Rold¨¢n, para quien el pesimismo no es una opci¨®n.
"Con sus 68.000 especies de animales y plantas, Espa?a posee una riqueza biol¨®gica sin par", manifiesta el bi¨®logo del Museo de Ciencias Naturales. Conservar ese patrimonio exige cambios profundos, entre otros, "la erradicaci¨®n de la noci¨®n de 'alima?a' de la mentalidad colectiva", puntualiza. S¨®lo de esa manera se cumplir¨¢ su sue?o de ver al lince recuperar el terreno perdido y llegar hasta la Comunidad de Madrid. En el terreno ambiental, coinciden los expertos, la rapidez de reflejos es crucial. Con dolorosa frecuencia la legislaci¨®n llega tarde, como sucedi¨® con la normativa protectora del quagga, promulgada en Sur¨¢frica tres a?os despu¨¦s de que el ¨²ltimo ejemplar acabase sus d¨ªas en el zoo de Amsterdam. Y aun cuando llega a tiempo, existe riesgo de que se quede en un nivel testimonial: la prueba la aporta la denuncia de Ecologistas en Acci¨®n y WWF/Adena, respecto del incremento de cebos envenenados en los cotos de caza de Castilla-La Mancha. En esa comunidad se aprob¨® un Plan Regional de Lucha contra el Uso de Venenos; pero s¨®lo en el ¨²ltimo a?o murieron envenenados 7 ¨¢guilas imperiales y 16 buitres negros en dichos cotos. Los denunciantes lo achacan a "la falta de medios humanos, t¨¦cnicos y econ¨®micos para aplicar el plan regional, a la insuficiente implicaci¨®n de algunas fiscal¨ªas de Medio Ambiente y al escaso n¨²mero de sanciones impuestas".
Asimismo, los ecologistas juzgan imprescindible tener una visi¨®n global al dise?ar las medidas de conservaci¨®n. La pardela balear, por ejemplo, un ave exclusiva de Baleares, cr¨ªa en estas islas, emigra a Portugal y alcanza Breta?a; de poco sirve mimarlas en Mallorca si luego mueren por un vertido en la costa atl¨¢ntica. En el mismo nivel de importancia se sit¨²an las pol¨ªticas preventivas. En Espa?a, la primera l¨ªnea del frente de batalla pasa por impedir que el urbanismo desaforado siga arrasando h¨¢bitats silvestres. "La construcci¨®n de una megaestaci¨®n de esqu¨ª en San Glorio (Le¨®n) puede extender el certificado de defunci¨®n a las poblaciones orientales del oso cant¨¢brico", ejemplifica Blanco. "De llevarse a cabo, el af¨¢n de un pelotazo urban¨ªstico tirar¨¢ a la basura millones de euros invertidos en su conservaci¨®n", concluye.
Entre los bi¨®logos se habla de seis extinciones masivas habidas en el planeta: en las primeras desapareci¨® m¨¢s del 50% de las especies por causas m¨²ltiples; la sexta -la mayor desde el fin de los dinosaurios, seg¨²n el paleoantrop¨®logo Richard Leakey- tiene causa ¨²nica: el hombre. Iniciada hace unos 15.000 a?os con la expansi¨®n humana por los continentes, sus primeras v¨ªctimas fueron los grandes herb¨ªvoros americanos, los mamuts y los paquidermos enanos de Chipre. De mantener su ritmo, a mitad de siglo habr¨¢ acabado con el 30% de las especies, prev¨¦ el paleont¨®logo Luis Alcal¨¢ en Los retos medioambientales del siglo XX. Un c¨¢lculo publicado en Nature por James Kirchner cifra en 10 millones de a?os el tiempo que necesitar¨¢ la Tierra para recobrar la biodiversidad perdida durante el ecocidio en curso.
?Vamos de cabeza a la cat¨¢strofe? Dif¨ªcil decirlo: entramos en el brumoso terreno de las predicciones. Hace apenas medio siglo, quien parec¨ªa en v¨ªas de extinci¨®n era el Homo sapiens. El fantasma de la guerra nuclear daba pie a pensar que pronto las cucarachas heredar¨ªan la Tierra. Hoy se dir¨ªa que el ser humano se ha librado del suicidio colectivo para dirigir su furia destructiva contra lo que le rodea, con un efecto m¨¢s silencioso que el de la bomba H, pero tal vez igual de mort¨ªfero. ?Realmente tan mort¨ªfero?
En uno de sus cuentos, Ray Bradbury narra una excursi¨®n en el tiempo al Jur¨¢sico. Sin querer, un viajero destruye una mariposa. Ya en el presente, descubren que el incidente ha repercutido en el triunfo electoral del candidato fascistoide. Esta versi¨®n algo ?o?a del efecto "mariposa" se ha quedado desfasada para dar cuenta de lo que est¨¢ en juego. El aplazamiento de la destrucci¨®n de las ¨²ltimas cepas de viruela lo ilustra mejor: hasta el viejo azote de la humanidad puede resultarnos ¨²til como fuente de futuras vacunas. Cabe concluir, con el bi¨®logo Miguel Delibes, que "no se trata s¨®lo de sentimentalismo o buenas intenciones. El inter¨¦s por conservar la biodiversidad tiene unas sanas y poderosas ra¨ªces ego¨ªstas".
Los salvados
No todo es pesimismo: algunas especies han conseguido salir de la Lista roja. En Europa se ha logrado recuperar el n¨²mero de ¨¢guilas de cola blanca. En el oc¨¦ano ?ndico, la inusual alianza entre ecologistas e industria minera salv¨® el booby de Abbott de la isla de Navidad. Del ¨¢guila calva americana restaban 413 ejemplares en 1963 en EE UU, y con la prohibici¨®n del DDT en 1973, su n¨²mero es de 7.066. Dos especies cre¨ªdas desaparecidas, el insecto palo de la isla Lord Howe y el rat¨®n de Bavaria, han sido redescubiertas. Las tortugas de cara verde, arrinconadas por cazadores y pl¨¢sticos, se recuperan gracias a la persecuci¨®n de la caza y el control de vertidos.
Espa?a tambi¨¦n genera buenas nuevas: la reaparici¨®n del lagarto gigante de La Gomera (se cre¨ªa extinto hace 500 a?os); la de Atractylis preauxiana, un endemismo bot¨¢nico de Gran Canaria, ¨²nico en el mundo, y el aumento de la poblaci¨®n de lobos, 2.000 ejemplares, la mayor de Europa occidental. Hay m¨¢s: la cig¨¹e?a blanca y el calam¨®n no corren ya peligro, la tortuga boba vuelve a poner huevos en el litoral mediterr¨¢neo y la cabra de Gredos (en 1900 eran un macho, siete hembras y tres cabritos) supera hoy los 5.000 individuos. Adem¨¢s, en Andaluc¨ªa han identificado ejemplares vivos del caracol Orculella bulgarica, del que s¨®lo se ten¨ªa referencia f¨®sil, y se ha logrado germinar en laboratorio el helecho Crhistella dentata, extinguido. Logros as¨ª evidencian que la epidemia mundial de extinciones puede remitir. Basta propon¨¦rselo.
El ave f¨¦nix de la ornitolog¨ªa espa?ola
Su truculento nombre le viene de su modo de alimentaci¨®n, basado exclusivamente en huesos: es la ¨²nica ave del mundo capaz de digerirlos con hasta 30 cent¨ªmetros de longitud, y si son de mayor tama?o, los lanza desde lo alto hasta romperlos en trozos. El quebrantahuesos, el buitre m¨¢s grande de la fauna europea, entr¨® en 1990 en la categor¨ªa de especie amenaza de extinci¨®n inminente. ?Causas? Afici¨®n a la caza de aves de presa, choques con tendidos el¨¦ctricos, envenenamientos, p¨¦rdida de su h¨¢bitat por la proliferaci¨®n de pistas de esqu¨ª, hoteles, carreteras..., y abandono de su fuente de comida: la ganader¨ªa extensiva. Hoy, la situaci¨®n ha dado un vuelco espectacular: esta reliquia de la fauna espa?ola se encuentra en plena reconquista de sus antiguos h¨¢bitats, la sierra de Cazorla (Andaluc¨ªa) y los picos de Europa, mientras que se refuerza su presencia en los Pirineos. En la serran¨ªa jienense, donde no se ve¨ªa volar un ejemplar desde hac¨ªa 20 a?os, se ha producido la primera suelta controlada de pollos. En Arag¨®n pronto tendr¨¢ lugar otra a cargo del Departamento de Medio Ambiente del Gobierno aut¨®nomo, en colaboraci¨®n con la Fundaci¨®n para la Conservaci¨®n del Quebrantahuesos. La reintroducci¨®n se ejecuta por medio del hacking o crianza campestre, t¨¦cnica exitosa en los Alpes austriacos que consiste en llevar los pollos a una cueva en un cortado rocoso. En Cazorla, los tres pollos liberados disponen de una caverna con c¨¢maras que emiten a un campamento pr¨®ximo, desde el cual fueron observadas d¨ªa y noche el primer mes. Para conocer sus movimientos en vuelo se les dotar¨¢ de un sistema de seguimiento con GPS. En este programa, la Consejer¨ªa de Medio Ambiente local lleva invertidos m¨¢s de 1,2 millones de euros.
Es el fruto de m¨¢s de diez a?os de esmeros y programas de cr¨ªa en cautividad en los que no se han escatimado recursos. Gracias a esas medidas, su poblaci¨®n hoy rebasa los 400 ejemplares en Espa?a. "Es la ¨²nica especie amenazada que ha experimentado una recuperaci¨®n contrastada", afirma el presidente de dicha fundaci¨®n, Gerardo B¨¢guena. No se tratar¨¢ del ave f¨¦nix, pero este buitre gigante ha logrado una proeza casi equiparable a la de renacer de las cenizas.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.