La ca¨ªda y el auge de Kate Moss
Desde que hace un a?o aparecieron las fotos del esc¨¢ndalo ha firmado m¨¢s contratos millonarios que jam¨¢s antes. El inconformismo nunca fue tan rentable
En los ¨²ltimos tiempos, es probable que sea necesario un cron¨®metro para descubrir el espacio de tiempo que transcurre entre el pecado y la redenci¨®n. Justo ahora que con frecuencia la desgracia medi¨¢tica se convierte en baza de negociaci¨®n en la carrera profesional de un famoso antes de que los chicos malos lleguen dando traspi¨¦s a casa para quitarse la mugre de la verg¨¹enza bajo la ducha.
Lo que parece evidente es que la humillaci¨®n p¨²blica ha perdido su gancho. Quiz¨¢ hubiera un tiempo en el que el ser inmortalizado en delito flagrante o esnifando rayas de coca¨ªna acabara con la carrera de uno. Pero eso es cosa del pasado. Coja, sin ir m¨¢s lejos, el difundido ejemplo de Paris Hilton, que fue grabada por su novio desnuda, a cuatro patas y bastante colgada. No afect¨® en lo m¨¢s m¨ªnimo a sus expectativas de negocio.
Y esta extra?a revelaci¨®n explica en gran medida los acontecimientos recientes en la vida de otra criatura de nuestra ¨¦poca: la modelo Kate Moss. S¨®lo si es totalmente ajeno al esquizofr¨¦nico baile de famosos de la cultura pop actual le resultar¨¢ extra?o el vuelo que ha tomado la carrera de la modelo brit¨¢nica, emblema de estilo, novia de rockero y bendecida d¨ªscola del mundo de la moda. Y salvo que haya vivido incomunicado en alg¨²n lugar muy remoto de la Ant¨¢rtida, recordar¨¢ que, el 15 de septiembre del a?o pasado, el peri¨®dico The Daily Mirror sac¨® en primera p¨¢gina fotograf¨ªas que mostraban a Moss preparando y esnifando coca¨ªna en el estudio de Londres en que grababan los Babyshambles, el grupo de su escandaloso novio, Pete Doherty.
Las fotos parec¨ªan valientes, sinceras y lo suficientemente a prueba de demandas por libelo como para que pronto se pegaran por toda la blogosfera, como papel pintado de mala calidad, junto a acusaciones de adicci¨®n a la coca¨ªna. El efecto inmediato para la carrera de Moss fue menos que prometedor. Fue despedida por varios de los clientes que la hab¨ªan convertido en una de las mujeres m¨¢s ricas de su profesi¨®n, con unos ingresos anuales calculados en siete millones de euros. La sueca H&M, la mayor cadena de ropa europea, lider¨® la carga, retir¨¢ndola, tras defenderla en un principio, de una campa?a de publicidad en la que luc¨ªa prendas dise?adas por Stella McCartney. "Si alguien va a ser el rostro de H&M", dijo en aquel momento una portavoz, "es importante que sea una persona sana, ¨ªntegra y sensata".
Moss descubri¨® simult¨¢neamente que empresas que desde hac¨ªa tiempo eran clientes suyas, como Burberry o Chanel, no le renovaban los contratos o los rescind¨ªan. Y aunque no lleg¨® a admitir que consumiera drogas, hizo lo que los asesores siempre aconsejan hacer a los clientes que se encuentran en aprietos: disculparse y retirarse al monte. En el caso de Moss, el monte rodeaba una cl¨ªnica de Arizona, adonde fue a tratar "las diversas cuestiones personales que deb¨ªa abordar", como dijo en una declaraci¨®n p¨²blica preparada, "y a dar los pasos dif¨ªciles pero necesarios para resolverlas".
Pero por el camino a la rehabilitaci¨®n, algo extra?o ocurri¨® con Kate Moss. Lejos de convertirse en una paria o de experimentar una grave ca¨ªda en el favor del p¨²blico, desarroll¨® un inesperado brillo. La mujer de 32 a?os que hab¨ªa sido objeto de prensa controvertida desde que la descubrieron a los 14, la ex ni?a sin hogar, la persona puesta en la picota por promover supuestamente la anorexia, la despreocupada seductora de los peri¨®dicos sensacionalistas, la tempestuosa destructora de habitaciones de hotel, la confidente y amiga ¨ªntima de la actriz Anita Pallenberg y otras que han sobrevivido a la gran ¨¦poca de las drogas duras, se encontr¨® izada a la categor¨ªa de avatar cultural.
Incluso antes de que saliera de la cl¨ªnica de desintoxicaci¨®n, la modelo ya estaba sobrepasada de atenciones y ofertas de trabajo. La revista W present¨® un reportaje de portada sobre Kate Moss en noviembre de 2005. Vanity Fair hizo lo propio al mes siguiente. Y el influyente Vogue franc¨¦s le dedic¨® un n¨²mero a ella sola, en el que tambi¨¦n intervino como redactora invitada. Si la notoriedad perjudic¨® a la marca, resulta dif¨ªcil ver en qu¨¦. Mientras la polic¨ªa de Londres todav¨ªa la estaba interrogando, en enero, los clientes clamaban por sus servicios. Ya a comienzos de 2006 ten¨ªa contratadas campa?as con Virgin Mobile, Dior, Roberto Cavalli y Calvin Klein Jeans. Hab¨ªa renovado su contrato con la empresa de marroquiner¨ªa y accesorios Longchamp y tambi¨¦n con Burberry, a cuyo desfile en Mil¨¢n asisti¨® en febrero como invitada de primera fila de Rose Marie Bravo, directora general de la empresa. Versace, Agent Provocateur, Belstaff, Louis Vuitton o Bulgari son otras de las marcas que la han fichado para sus campa?as de este oto?o. En total, se calcula que habr¨¢ facturado cerca de 30 millones de euros en un a?o. "Que est¨¦ tan solicitada demuestra lo importante que es", afirm¨® Jenn Ramey, agente estadounidense de Moss, s¨®lo unos d¨ªas despu¨¦s de que Nikon iniciara una campa?a para su c¨¢mara digital Coopix S6 construida en torno a una serie de fotograf¨ªas de una Kate Moss casi desnuda.
"Kate es la cima tanto del estilo como de la elegancia", comentaba Bill Oberlander, director creativo de McCann Worldwide, la agencia que cre¨® los anuncios de Nikon, por los que se dice que Moss ha cobrado varios millones de euros. "Tiene una cualidad casi sobrehumana".
A Anna Marie Bakker, directora de comunicaciones de Nikon, Moss le parec¨ªa una elecci¨®n obvia para promover una marca que intenta abandonar su imagen rancia y seducir la imaginaci¨®n notablemente inconstante de los consumidores j¨®venes. "Parte del atractivo es que realmente se trata de un duradero icono del estilo", opina Bakker. "Pero lo m¨¢s importante es que es atractiva para nuestro intento de sacar adelante el producto, porque tiene gancho". Se podr¨ªan escribir tesis doctorales sobre los m¨²ltiples significados de esta palabra, el t¨¦rmino de marketing m¨¢s usado de la pasada d¨¦cada y uno de los que m¨¢s a menudo se despliegan para dar frescura a ideas y objetos cuya fecha de caducidad claramente ha expirado. Pero de Kate Moss, cuyo atractivo no s¨®lo le ha permitido una carrera de 18 a?os en lo m¨¢s alto de su profesi¨®n, sino que tambi¨¦n ha llamado la atenci¨®n de artistas como Lucien Freud o el escultor brit¨¢nico Marc Quinn, puede ahora decirse con justicia que ha a?adido gancho a su curr¨ªculo, en buena parte bas¨¢ndose en su relaci¨®n espor¨¢dica con un chico malo no regenerado, Doherty, y el resultante revuelo por una noche de drogas en un estudio londinense.
"Est¨¢ en todas partes, nunca hablaba en p¨²blico, y, por tanto, es alguien con un mutismo, un silencio, que permite a la gente proyectarse en su imagen", explica Quinn, cuya escultura de bronce pintada de Moss fue la pieza central de una exposici¨®n que se inaugur¨® en mayo en la Mary Boone Gallery de Nueva York. "Su imagen posee vida propia. Lo interesante de cuando tuvo los problemas con la prensa sensacionalista por consumir drogas fue que la imagen y su adicci¨®n no encajaban con lo que la gente esperaba, y, por tanto, no era capaz de aceptarlo".
Pero igualmente se puede decir lo contrario; las aventuras de Moss con la prensa sensacionalista se sumaban a los detalles escabrosos que ahora todos parecemos acumular, consciente o inconscientemente, acerca de los famosos y que despu¨¦s convertimos en relatos picantes sobre personas a las que no conocemos. "Y no hay que olvidar que una marca es eso, a fin de cuentas", comenta James Twitchell, autor y profesor de ingl¨¦s y publicidad en la Universidad de Florida. "Los famosos son personajes extraordinarios sin gui¨®n, pero en cierto modo son los personajes m¨¢s f¨¢ciles de seguir. No quebrantan expectativas porque realmente no hay ninguna".
Y por eso el atractivo de Kate Moss -el atractivo hist¨®rico de los chicos malos que hacen cosas que la mayor¨ªa de nosotros, dignos representantes de la clase media, podr¨ªamos desear, pero nunca nos atreveremos a hacer, explicaba Michael Brody, presidente de la comisi¨®n de medios de la Academia Estadounidense de Psiquiatr¨ªa Infantil y Adolescente- se convierte en algo distinto y mejor en el sentido comercial cuando a todo lo dem¨¢s se a?ade una pizca de esc¨¢ndalo. O de gancho.
? The New York Times.
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