Especulaci¨®n
Con la entrada de las grandes constructoras en la pugna por quedarse con la primera de nuestras el¨¦ctricas, regresa a los mercados la "exuberancia irracional" de Greenspan. Tan inesperado desembarco ha hecho las delicias de propios y extra?os, desde el Gobierno, que ya daba por perdida una batalla que nunca debi¨® iniciar, hasta la oposici¨®n, que tem¨ªa ser tachada de traidora como el conde Don Juli¨¢n por haber abierto el mercado patrio a un invasor extranjero como el caballero blanco germano. Pero el principal atractivo para los observadores no alineados ha sido la excitante espectacularidad de la operaci¨®n. ?Hay partido!, titulaba alborozado un profesional de esta casa para celebrar que las espadas siguiesen en alto, dada la expectaci¨®n creada por la incertidumbre del resultado. Y es que la partida ha quedado tan igualada que ahora ya no se sabe qui¨¦n saldr¨¢ ganando, aunque pueda sospecharse qui¨¦nes seremos los perdedores ¨²ltimos.
Pero por espectacular que resulte el lance, existen algunas aristas en el asunto que resultan inquietantes. Es verdad que el resultado de la competici¨®n sigue abierto, lo que hace las delicias de los espectadores. Pero hablando de deportividad, ?qu¨¦ sucede con los jueces imparciales que han de arbitrar el partido? ?No importa que las reglas de juego se est¨¦n modificando sobre la marcha de forma imprevisible y arbitraria, sin que se sepa muy bien cu¨¢les son las autoridades reguladoras con competencia jurisdiccional: el Gobierno, la Comisi¨®n Europea, el Mercado de Valores, la Comisi¨®n de la Energ¨ªa...? Por lo dem¨¢s, todos celebran que la Bolsa se haya disparado, que los accionistas se enriquezcan y, por ende, que la econom¨ªa espa?ola protagonice el glamour financiero a escala mundial. Pero eso no debe hacernos olvidar que estamos hablando s¨®lo de econom¨ªa especulativa, no de la econom¨ªa real o productiva. O sea, que se trata de un puro espejismo virtual, como corresponde a unas empresas como las constructoras, que se han enriquecido gracias a la burbuja inmobiliaria, o como las el¨¦ctricas, que apenas producen pues se limitan a importar, dado que nuestra dependencia energ¨¦tica es de las m¨¢s elevadas de Europa.
Y ante eso, enseguida surge una alarmante sospecha. ?A qu¨¦ viene que las constructoras desembarquen en el mercado de la energ¨ªa precisamente ahora? ?No ser¨¢ que est¨¢ a punto de reventar la burbuja inmobiliaria, como ya ha empezado a suceder en EE UU, y que sus principales beneficiarios se apresuran a tomar posiciones abandonando un barco a desguazar para deslocalizar sus desmedidos beneficios en otra espiral especulativa todav¨ªa m¨¢s prometedora, dado el horizonte que se adivina para los precios futuros de la energ¨ªa? Porque si es as¨ª, y las constructoras huyen del ladrillo, ?s¨¢lvese quien pueda!
El mi¨¦rcoles asist¨ª al bautizo de un libro en el Club de Debates Urbanos donde se produjo un debate apasionado. Se trata de un manifiesto c¨ªvico, El tsunami urbanizador espa?ol y mundial, del urbanista Ram¨®n Fern¨¢ndez Dur¨¢n. All¨ª se denuncia la org¨ªa urbanizadora que est¨¢ destruyendo el suelo espa?ol como el caso m¨¢s extremo de una hipertrofia constructora a escala global, que se manifiesta tanto en las orillas del Pac¨ªfico (Shanghai, Dubai) como del Mediterr¨¢neo. En el debate posterior, la audiencia le objet¨® que el fen¨®meno espa?ol era tan monstruoso y destructivo, al estar realimentado por la corrupci¨®n pol¨ªtica (?y d¨®nde no?), que no pod¨ªa comparase con sus ecos for¨¢neos. Pero Fern¨¢ndez Dur¨¢n aleg¨® que los efectos perversos en Espa?a no pod¨ªan abstraerse de sus causas ¨²ltimas: la especulaci¨®n financiera en los mercados globales que ceba las bombas inmobiliarias de Marbella, Madrid o Valencia. La moraleja es desalentadora: la pol¨ªtica p¨²blica, sea estatal o auton¨®mica, es incapaz de regular y controlar esos flujos especulativos que est¨¢n destruyendo la cultura c¨ªvica de nuestra sociedad, pervirti¨¦ndola con un ficticio efecto riqueza. Hoy es la especulaci¨®n urban¨ªstica, ma?ana la energ¨¦tica, pero el poder p¨²blico no intenta defendernos de esa fiera que devora nuestra sangre fresca.
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