Aprender a pensar
Estos d¨ªas en que una nueva promoci¨®n de j¨®venes estudiantes est¨¢ llegando a las aulas universitarias, es oportuno recordar que las universidades son tambi¨¦n, en parte, responsables de su futuro profesional. La responsabilidad de la Universidad no acaba cuando salen por la puerta con el t¨ªtulo bajo el brazo, sino que debe contribuir a facilitar su inserci¨®n en el mundo profesional. Esto es algo que algunos centros comienzan a poner en pr¨¢ctica mediante bolsas de trabajo y otros mecanismos. Pero hay que recordar que el ¨¦xito profesional se forja durante el paso por las aulas. Por lo tanto, la cuesti¨®n b¨¢sica es qu¨¦ debe aprender un alumno durante su estancia en la Universidad.
Hace unos d¨ªas un empresario me coment¨® que estaba buscando un joven licenciado. Le pregunt¨¦ qu¨¦ tipo de persona necesitaba y qu¨¦ conocimientos deb¨ªa tener. Para mi sorpresa, no me habl¨® del curr¨ªculo ni de conocimientos concretos, me dijo que buscaba a uno que supiese pensar y redactar. Y al parecer ten¨ªa dificultades para encontrar alguno.
Aprender a pensar. Si ¨¦sta es la cualidad m¨¢s valorada en el mundo profesional, la Universidad tiene que abordar una reforma radical de su tarea docente, de lo que ense?a y, especialmente, de c¨®mo lo ense?a. Es decir, tiene que plantearse cu¨¢les son las habilidades, los conocimientos y los valores que deben adquirir sus estudiantes para poder desarrollar una trayectoria de ¨¦xito en la vida.
Cuando se piensa en la reforma de la Universidad, lo normal es centrar las cr¨ªticas en la inercia y el gremialismo de los profesores. Y en gran parte, as¨ª es. Pero he descubierto que los estudiantes tambi¨¦n son renuentes a los cambios, a pesar de que puedan ser los grandes beneficiados. Dos peque?as experiencias me ayudar¨¢n a explicar lo que quiero decir.
Desde hace unos a?os, y siguiendo las recomendaciones de los llamados criterios de Bolonia y del sistema de cr¨¦ditos europeos, decid¨ª innovar y proponer a mis alumnos del ¨²ltimo curso de licenciatura formar dos grupos, con la posibilidad de que cada uno eligiera el que m¨¢s le gustase. En el primero se contin¨²a impartiendo la ense?anza al modo tradicional, a base de clases magistrales (m¨¢s o menos) del profesor, las notas de clase (apuntes) de los estudiantes y la lectura de una peque?a bibliograf¨ªa para completar la preparaci¨®n del programa. Por ¨²ltimo, se realiza el examen final, que m¨¢s o menos se sabe c¨®mo ser¨¢.
En el segundo grupo la ense?anza es m¨¢s activa y participativa. Las clases magistrales se reducen y los estudiantes han de elaborar, bajo la tutela del profesor, dos trabajos, uno individual y otro con dos compa?eros, buscando ellos mismos la documentaci¨®n, redactando el ensayo y discuti¨¦ndolo en clase. Se fomenta de esa forma la iniciativa y la investigaci¨®n personal, el trabajo en grupo, la capacidad de redacci¨®n de documentos y su presentaci¨®n en p¨²blico.
Ante la posibilidad de elegir, la inmensa mayor¨ªa escoge siempre el m¨¦todo tradicional. Nada de esfuerzo adicional, de lectura libre de textos, de pensar por s¨ª mismos, de redactar ensayos y de debatirlos con otros. Escogen el camino menos costoso para aprobar. ?C¨®mo interpretar esta preferencia por el m¨¦todo tradicional y por la trayectoria del m¨ªnimo esfuerzo personal creativo? Quiz¨¢ sea porque est¨¢n al final de sus estudios y lo que menos desean a esas alturas es que les cambien las reglas de juego al final del partido.
Si aceptamos esta interpretaci¨®n, por otro lado muy racional para un economista, la conclusi¨®n es que para cambiar la Universidad hay que olvidarse de los estudiantes que ya est¨¢n al final de su ciclo. Hay que orientar los esfuerzos del cambio hacia los nuevos alumnos de primer curso, que vienen llenos de ilusiones y que no est¨¢n maleados por los viejos m¨¦todos. Pero la segunda experiencia personal que quiero mencionar apunta a que los que llegan tampoco son muy proclives a los cambios.
En los ¨²ltimos tres a?os he tenido el privilegio de organizar unos encuentros de una semana en Galicia, en las Rias Baixas, a los que asisten, invitados por la Xunta, los 50 estudiantes con los mejores expedientes de bachillerato de toda Galicia que van a ingresar en la Universidad. (Un detalle: de los 50 alumnos, el a?o pasado 37 eran chicas. Este a?o, 40. Visto este dato, convendr¨ªa pararse a pensar por qu¨¦ esta emergencia femenina en la edad universitaria se ve truncada posteriormente, cuando se acercan a los 30, dando lugar a un fen¨®meno de desaparici¨®n de las mujeres del mundo profesional y de la empresa).
Se trata de que cada a?o los j¨®venes estudiantes gallegos m¨¢s brillantes tengan la ocasi¨®n de contactar con acad¨¦micos, profesionales, cient¨ªficos, artistas y empresarios de primer nivel, algunos de ellos procedentes de Catalu?a. A trav¨¦s de sus trayectorias profesionales y personales, los invitados deben trasladar a los estudiantes sus sugerencias acerca de c¨®mo aprovechar los a?os universitarios, qu¨¦ tipo de inventos esperan que tengan lugar en los pr¨®ximos 10 a?os y cu¨¢les son las habilidades, actitudes y virtudes m¨¢s adecuadas para construir una trayectoria de ¨¦xito.
Los encuentros transcurrieron interesantes, divertidos y pol¨¦micos. Hasta que llego el d¨ªa final, en el que estaban invitados tres rectores para explicarles y debatir con ellos los nuevos planes de reforma de los estudios universitarios, de acuerdo con los criterios europeos. Los rectores les explicaron que lo que se pretende es reducir la extensi¨®n de las carreras (una anomal¨ªa espa?ola dentro del mundo universitario europeo y norteamericano) y cambiar radicalmente el modo de ense?ar y de aprender. Se arm¨® la de San Quint¨ªn. Lo resumi¨® una alumna: "Experimentar est¨¢ muy bien..., pero con otros". Consideraba no se les hab¨ªa preparado durante el bachillerato para el cambio, y no estaban dispuestos a servir de conejillos de Indias.
Pienso que esta joven estudiante gallega lleva algo de raz¨®n. Si el objetivo es ense?ar a pensar a los alumnos, el cambio tiene que comenzar aguas abajo. Pero esto no exime a la Universidad, a todos los que formamos parte de ella, de hacer pedagog¨ªa del cambio entre los estudiantes que llegan estos d¨ªas a nuestras aulas.
Ant¨®n Costas es catedr¨¢tico de Pol¨ªtica Econ¨®mica de la Universidad de Barcelona.
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