Almudena Cano, pianista y catedr¨¢tica del Conservatorio de Madrid
Promovi¨® un manifiesto por la mejora de la ense?anza de la m¨²sica
Cuando Maria Jo?o Pires y Ricardo Castro, en gesto que les honr¨® de veras, dedicaron su concierto del martes en Madrid a la memoria de Almudena Cano, la sorpresa sacudi¨® el ¨¢nimo de los presentes que conoc¨ªan a la pianista madrile?a y la curiosidad, sin duda, de quienes no hubieran o¨ªdo nunca hablar de ella. Otros lo supimos en una llamada telef¨®nica de esas que inmediatamente hacen presagiar, por el tono de voz del interlocutor, las peores noticias.
Y todos pensamos, seguro, lo injusto que es un destino capaz de llevarse a alguien tan pronto. Y a alguien que, adem¨¢s, se entrega a lo suyo -y, en su caso, tambi¨¦n a lo de los dem¨¢s- con la vehemencia, la pasi¨®n y el impulso con que lo hac¨ªa Almudena.
Su gran preocupaci¨®n en los ¨²ltimos tiempos era la lucha sin cuartel por una mejor calidad de la ense?anza musical en Espa?a, promoviendo un manifiesto en protesta por la organizaci¨®n de las ense?anzas art¨ªsticas superiores y centrado en el tratamiento dado a la m¨²sica en la Ley Org¨¢nica de Educaci¨®n que caus¨® pol¨¦mica pero que, sobre todo, moviliz¨® a favor de sus tesis a lo m¨¢s granado de entre las personalidades del oficio, incluyendo a un buen n¨²mero de galardonados con el Premio Nacional de M¨²sica, de Alicia Delarrocha a Jes¨²s Rueda, de Teresa Berganza a Josep Pons.
Todo lo que se consiga un d¨ªa en ese punto se deber¨¢, en buena medida, a la tenacidad de Almudena, a su trabajo sin descanso para dignificar una actividad en la que ella era la primera en dar testimonio de competencia y dedicaci¨®n.
En efecto, Almudena Cano hab¨ªa convertido en paralelas sus dos vocaciones: la interpretaci¨®n y la docencia. Y la segunda -su c¨¢tedra en el conservatorio Superior de M¨²sica de Madrid, la direcci¨®n de la Escuela de Verano para J¨®venes Pianistas Ciudad de Lucena- le hab¨ªa ido comiendo terreno a la primera hasta el punto de que muchos de los que hab¨ªamos disfrutado de su arte nos lament¨¢bamos de no escucharla m¨¢s a menudo, temiendo que su nombre quedara un poco ensombrecido por su propia labor docente, que un d¨ªa llegara e engrosar la lista de esos m¨²sicos espa?oles -recordemos al gran Esteban S¨¢nchez, pianista tambi¨¦n- cuya carrera se acorta sin que ni ellos ni sus oyentes nos lo merezcamos.
Pero as¨ª era ella. Tanto como para embarcarse -con Avelina L¨®pez Chicheri- en la revista Quodlibet, surgida al hilo de los Cursos de Especializaci¨®n Musical de la Universidad de Alcal¨¢ de Henares y que desde su aparici¨®n sirvi¨® para dar lustre al panorama de las publicaciones espa?olas dedicadas a la m¨²sica, rigurosa y seria como pocas, siempre basculando en ese equilibrio que, como no pod¨ªa ser de otra manera, hab¨ªa que mantener entre la investigaci¨®n y la informaci¨®n.
Almudena Cano se form¨® en Madrid con Carmen D¨ªez Mart¨ªn y en Amsterdam con Jan Wijn, aunque su influencia mayor fuera la del pianista bilba¨ªno Juan Carlos Zubeldia, su profesor m¨¢s constante. En 1981 obtendr¨ªa el Premio Nacional de M¨²sica por su grabaci¨®n de 12 sonatas de Jos¨¦ Ferrer, un compositor espa?ol olvidado entonces y que fue contempor¨¢neo de Mozart y Beethoven.
Fue una int¨¦rprete privilegiada del teclado mozartiano, aunque destacara tambi¨¦n en el repertorio rom¨¢ntico e incurriera igualmente en la m¨²sica del siglo XX, siempre con id¨¦ntica actitud de ir hacia una expresividad personal e intransferible que beb¨ªa de la importancia de la t¨¦cnica, como queriendo ser ella misma el ejemplo m¨¢s evidente de su pr¨¢ctica como ense?ante, de la que dan fe todos esos alumnos que la incluyen en su curr¨ªculo como sello de garant¨ªa de una buena formaci¨®n.
Muchas orquestas espa?olas -y otras extranjeras, como la del Mozarteum de Salzburgo- la acompa?aron alguna vez y, en ocasiones, bajo directores de la talla de Hans Graf, Jos¨¦ Ram¨®n Encinar, Arturo Tamayo, David Stern o Vlad¨ªmir Spivakov.
Nos parecer¨¢ mentira que ya no est¨¦ entre nosotros quien era capaz, con un coraje que honraba cada uno de sus gestos, de despertar la conciencia de las gentes de la m¨²sica.
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