El carramarro
Siempre que pienso en un carramarro me acuerdo de Ramiro Pinilla. En las pe?as de la playa de Arrigunaga, por ejemplo, no es f¨¢cil ver carramarros. Pero tampoco es dif¨ªcil. Es lo mismo que pasa con el escritor: durante muchos a?os ha sido dif¨ªcil de ver, pero no imposible. Siempre ha estado ah¨ª, en su casa de Getxo, con sus libros, publicados sin demasiados recursos, en unas cuantas librer¨ªas de Algorta (imagino que tambi¨¦n estar¨ªan en alg¨²n otro sitio). Pero ahora nos damos cuenta de que Ramiro Pinilla, el carramarro, estaba escribiendo con la mayor¨ªa de sus patas. Con cinco por lo menos.
Parece ser que un d¨ªa Ramiro Pinilla, despu¨¦s de ganar el Premio Nadal y de ser finalista del Premio Planeta, se enfad¨® con todo (o gran parte) de lo que rodeaba a la literatura. Y no es dif¨ªcil de entender, porque parece que hoy en d¨ªa (seguramente habr¨¢ sido igual durante toda la historia) los escritores parecen la diana de todo lo que est¨¢ alrededor, de muchas frustraciones, de gente que no puede o no sabe hacer otra cosa que molestar al que est¨¢ intentando hacer algo. Es dif¨ªcil que el escritor reciba ayudas: es m¨¢s c¨®modo pedirle cosas cuando se le necesita y despreciarle cuando no se le necesita.
As¨ª fue que el carramarro Ramiro Pinilla se escondi¨® debajo de la pe?a m¨¢s peque?a de la playa de Arrigunaga. Parece una contradicci¨®n elegir la pe?a m¨¢s peque?a para esconderse, pero me da la impresi¨®n de que Ramiro Pinilla no necesitaba m¨¢s. Salinger, por ejemplo, eligi¨® la piedra m¨¢s grande de Estados Unidos para esconderse. Kafka, sin ir m¨¢s lejos, est¨¢ escondido debajo de una enorme piedra en Praga, en el cementerio jud¨ªo. Pero el carramarro Ramiro Pinilla se escondi¨® debajo de la pe?a m¨¢s peque?a de la playa de Arrigunaga y de vez en cuando sacaba fuera alguna pata, sobre todo cuando alguien iba a visitarle. El visitante siempre ve¨ªa que cada pata del carramarro ten¨ªa puesta una zapatilla de estar en casa.
Pero un d¨ªa al carramarro se le ocurri¨® salir. Y en tres de sus patas tra¨ªa sendos tomos de sus Verdes valles, colinas rojas. Y empezaron a llover premios encima del carramarro. Pero me imagino que el carramarro seguir¨¢ siendo carramarro. Y que cualquier d¨ªa puede volver a esconderse en cualquier pe?a de Arrigunaga. De hecho, todo el mundo sabe que hay un tipo extra?o de carramarro al que no le gusta la lluvia.
Babelia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.