La aventura moderna
1
Uno de los principios del siempre
ultramoderno Gombrowicz era no vestirse con ropa nueva ni demasiado ajustada. "Un gentleman se viste siempre muy suelto", dec¨ªa. Otro principio importante era que un artista nunca debe mostrar por su aspecto que es un artista. "Hay que presentirlo por su manera de hablar y de comportarse. Se es artista con el esp¨ªritu. Un verdadero artista est¨¢ siempre de inc¨®gnito".
2
Los c¨¢taros, los dada¨ªstas, los situacionistas de Guy Debord y los punkis, a pesar del tiempo transcurrido, siguen siendo los verdaderos artistas y tambi¨¦n los verdaderos modernos. No han tenido, por ahora, sustitutos. Fueron en el pasado los seres m¨¢s libres de la tierra. Los ide¨®logos, todo lo contrario. Los ide¨®logos -seguimos vi¨¦ndolo de forma pat¨¦tica en todas partes, basta observar la pol¨ªtica catalana- se dejan enga?ar por el fraude que perpetra en ellos mismos su gris intelecto: creen que pueden manipular una serie de ideas como si fueran fichas de domin¨®. Los ide¨®logos ensombrecieron el siglo pasado y van camino de hacerlo en ¨¦ste. Algunos verdaderos artistas prefieren seguir de inc¨®gnito.
3
He revisado el encontronazo en televisi¨®n, hacia 1980, de Catherine Ringer con Serge Gainsbourg. Lo primero que se ve all¨ª es a Ringer, cantante del d¨²o Les Rita Mitsouko y moderna de nuevo cu?o, sentada junto a un moderno consolidado, el voluble Gainsbourg. No tarda en producirse el previsible choque, tal vez generacional. Ringer, con af¨¢n de ¨¦pater al moderno consolidado, cont¨® que hab¨ªa trabajado en pel¨ªculas porno y fue interrumpida por un despectivo Gainsbourg que le dijo que eso era simplemente hacer de puta y no pod¨ªa ser m¨¢s vomitivo. Se atasc¨® un buen rato la conversaci¨®n ah¨ª, porque Ringer (artista genial que me descubriera P¨¤mies el invierno pasado) se neg¨® a aceptar que ser actriz porno fuera repugnante y ella una puta. Gainsbourg insisti¨® en que ser puta era nauseabundo. Ringer dijo entonces que precisamente el asqueroso era ¨¦l, pero acab¨® aceptando, con una media sonrisa, que su pasado era repugnante. "De todos modos", se excus¨® Ringer, "mi trabajo forma parte de la aventura moderna". Y ah¨ª es donde se rebel¨® y revolucion¨® todo, y el momento acab¨® siendo memorable.
-?Ah, no! -dijo un exaltado Gainsbourg-. La aventura moderna no es repugnante. Nosotros tenemos ¨¦tica.
Si Rimbaud en el siglo XIX sembr¨® en Francia la esencia del ser moderno, Gainsbourg, en la misma Francia, se?al¨® el fin del todo vale, marc¨® los limites morales de la vanguardia y dio la primera patada a la modernidad sin ¨¦tica. Un momento hist¨®rico.
Pero eso s¨ª. A diferencia, por ejemplo, del combate ib¨¦rico del otro d¨ªa de los hermanos Matamoros, la violenta discusi¨®n entre Ringer y Gainsbourg acab¨® en unas deliciosas risas y en un buen humor contagioso, que demuestra como en el pa¨ªs vecino tendr¨¢n sus defectos, pero siempre han tenido una cierta noci¨®n de lo que es la iron¨ªa y el juego, elementos esenciales para que un pa¨ªs sea m¨ªnimamente culto, razonable, y divertido de verdad.
4
Ingenuo de m¨ª. Cuando vi el v¨ªdeo del sill¨®n del presidente del Gobierno, Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero, cre¨ª que volv¨ªa la noble tradici¨®n de los c¨¢taros, los dada¨ªstas, los situacionistas, los punkis, y que por fin Espa?a daba un paso hacia una modernidad, a la que nunca hab¨ªa tenido real acceso desde los tiempos de la madre de Rimbaud. Pero no ha podido resultar todo m¨¢s cutre. "Vomitivo y sin ¨¦tica", que dir¨ªa Gainsbourg. El v¨ªdeo del sill¨®n carga con la sombra de lo siniestro y en realidad parece m¨¢s vinculado con el golpe de Tejero y la sociedad del espect¨¢culo que con Dada y compa?¨ªa. ?Exagero? S¨®lo es mi opini¨®n. Y ya se sabe que, como dec¨ªa Epitecto, no son las cosas mismas, sino las opiniones sobre las cosas, las que pueden perturbar a los hombres. Creo que los realizadores del v¨ªdeo del sill¨®n de Zapatero dan la raz¨®n a los que dicen que hoy la vanguardia moderna carece de cualquier ¨¦tica y furia art¨ªstica verdadera y ha sido simplemente asimilada por el mundo de la publicidad. Los publicitarios del v¨ªdeo siniestro aman a Laura cuando no son blandos modelos pagados de s¨ª mismos. Nada tienen que ver con la chusma, clandestina y elegante, que rodeaba a Debord.
5
Jane Birkin, arrastrada por su perrito, pasando a toda velocidad, de inc¨®gnito, frente al caf¨¦ Bonaparte. Es un recuerdo reciente. Hace 15 d¨ªas, estaba sentado con Bryce Echenique en Par¨ªs, en la terraza del caf¨¦ Bonaparte, cuando vimos pasar a una espigada, guap¨ªsima, misteriosa Jane Birkin, que caminaba o volaba, arrastrada por la velocidad de su encadenado perrito. Fue una feliz fugaz visi¨®n de Birkin, toda una artista verdadera. Y record¨¦ que ella siempre fue la art¨ªfice de la reconciliaci¨®n entre su marido y Ringer, a la que dedic¨® palabras amables: "Me parece una maravillosa interprete. Los verdaderos fans de Gainsbourg la aprecian tanto como yo".
6
Despu¨¦s de todo, no vivimos tan mal y las cosas podr¨ªan estar a¨²n peor de c¨®mo est¨¢n y tal vez dentro de 50 a?os nuestros descendientes envidien c¨®mo vivimos nosotros actualmente. En nombre de ese negro optimismo me ha llegado hoy, a la hora del desayuno, cierta esperanza cuando he tropezado en mi barrio con un grafito reci¨¦n salido del horno clandestino, un grafito un tanto misterioso y que he decidido leer en clave de gui?o creado por artistas alejados del maldito v¨ªdeo del sill¨®n, artistas verdaderos y de inc¨®gnito. ?Vuelven los c¨¢taros? ?Qui¨¦nes son los que regresan tan sueltos y de inc¨®gnito? Su gui?o en la pared de mi barrio lo he querido percibir como restaurador de una cierta ¨¦tica moderna: "Si no te gustan las noticias, sal y crea algunas por tu cuenta".
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