?Arte o crueldad?
?Qu¨¦ pasa si se le quita un caramelo a un ni?o? Llora, grita, berrea. Una fot¨®grafa retrat¨® a una treintena de ellos en ese instante. Un proyecto art¨ªstico que para su autora simboliza el tiempo en que vivimos. Para sus cr¨ªticos es s¨®lo un acto de sadismo que merece castigo
La autora de estas fotograf¨ªas, Jill Greenberg, sobre la que usted probablemente tendr¨¢ a estas alturas del texto una opini¨®n formada, est¨¢ cansada de todo este asunto. Al principio, su representante dudaba de que fuese posible hallar unos minutos para una entrevista telef¨®nica desde Los ?ngeles, donde vive y trabaja. "Estar¨¢ muy ocupada esta semana", se excus¨®. Y la excusa sonaba perfectamente probable. Greenberg, canadiense de 39 a?os, es una de las fot¨®grafas comerciales de m¨¢s ¨¦xito en Estados Unidos, como demuestra su curr¨ªculo, que incluye campa?as publicitarias para Microsoft o Kraft; y portadas de revistas como Wired o Time. Despu¨¦s, la representante no se ve¨ªa en condiciones de garantizar que la conversaci¨®n fuera a producirse la semana siguiente. Ni ninguna otra, de hecho. Al final, todo se explicaba con una sencilla mezcla de dos razones. Greenberg, adem¨¢s de "continuar muy ocupada", estaba "cansada" de hablar de la pol¨¦mica que protagoniza desde aquel d¨ªa en que decidi¨® arrebatarle el caramelo a un ni?o.
A muchos, en realidad. La autora cit¨® a uno de sus dos hijos y a otros 34 ni?os de entre dos y tres a?os (cr¨ªos de sus amigos y modelos infantiles de las agencias Ford y Jet Set) en un estudio fotogr¨¢fico de Los ?ngeles durante tres d¨ªas de 2005. A raz¨®n de doce por d¨ªa. Los coloc¨® con el torso desnudo y sin maquillaje contra un fondo azul celeste. Los ilumin¨® con la irrealidad que ha dado fama a su trabajo y les dio una piruleta. Acto seguido, se la quit¨®. La mayor¨ªa rompi¨® a llorar. Algunos berrearon. Clic. El retoque digital posterior acentu¨® las l¨¢grimas y las sombras de los rostros y a?adi¨® dramatismo.
El resultado, formado por las 25 im¨¢genes de rabia, desconsuelo, desesperaci¨®n, tristeza y desamparo, aqu¨ª reproducidas, fue bautizado End times (Final de los tiempos). Para la autora representan una met¨¢fora sobre el duelo en el que el mundo se halla sumido por la pol¨ªtica de la Administraci¨®n de Bush y el poder de los sectores religiosos de derechas en Estados Unidos. Para reforzar el mensaje, cada imagen recibi¨® un t¨ªtulo. Entre otros, Tortura, Oraci¨®n, El Gran y Viejo Partido Pol¨ªtico o ?Fe? El conjunto fue inaugurado como la exposici¨®n del mes de abril en la galer¨ªa de Paul Kopeikin, en el bulevar Wilshire, de Los ?ngeles. Paralelamente, la web de la sala (www.paulkopeikin.com) mostr¨® el trabajo on line.
A los pocos d¨ªas, Andrew Peterson, asesor de inversiones de San Francisco y "padre de cuatro ni?os", public¨® en su blog, en el que firma como Thomas Hawk "para separar su identidad de sus reflexiones sobre nuevos medios de comunicaci¨®n y tecnolog¨ªa", un comentario titulado: "Jill Greenberg es una mujer enferma que deber¨ªa ser arrestada por abuso infantil". "Lo que hace me provoca el v¨®mito", continuaba Peterson. "Todos tendr¨ªamos que mostrarnos ofendidos por esta mujer horrible. Aunque los ni?os no son utilizados en modo sexual, lo considero pornograf¨ªa de la peor clase".
Robert Green, marido de Greenberg y, a su vez, activo blogger, respondi¨® a estas acusaciones en la misma bit¨¢cora en la que hab¨ªan sido vertidas. "Estoy casado con la artista en cuesti¨®n", comenzaba. "Dicho lo cual, ¨¦stos son los hechos: Jill no abus¨® de los ni?os. [?] Ni siquiera les habl¨®, los padres estuvieron supervisando la sesi¨®n continuamente. Es exactamente la misma t¨¦cnica [quitarles una piruleta para provocar el llanto] que se usa en los anuncios de televisi¨®n y las pel¨ªculas. Yo mismo soy productor, de modo que s¨¦ de lo que hablo".
Despu¨¦s de aquello, la poderosa maquinaria de la blogosfera se puso en marcha. Cientos de bit¨¢coras enlazaron y citaron textualmente la entrada de Peterson. Miles de usuarios se pronunciaron encarnizadamente a favor o rotundamente en contra del proyecto. La web de la galer¨ªa registr¨® un pico de 60.000 visitas diarias (la cifra habitual no rebasa las mil). Comenzaron las llamadas amenazantes al estudio de la fot¨®grafa.
"Y los correos electr¨®nicos", a?ade al tel¨¦fono Kopeikin, quien ya hab¨ªa expuesto con menos repercusi¨®n el trabajo de Greenberg en 2004 con Monkeys & Apes, una serie de retratos esencialmente id¨¦nticos a ¨¦stos, aunque con primates como modelos. "Se lo crea o no, a¨²n siguen llegando e-mails. Cuatro meses despu¨¦s de que cerrara la exposici¨®n. Ayer mismo [21 de septiembre] me escribi¨® una se?ora desde Irlanda. Espere". Tras un corto silencio, Kopeikin encuentra lo que estaba buscando, y lee: "Querido se?or o se?ora: acabo de ver las fotos en su p¨¢gina web con gran disgusto. Cualquiera que deliberadamente haga llorar a un ni?o con fines de provecho financiero no merece llamarse artista". "Y ¨¦ste es uno de los amables", explica divertido Kopeikin. "Muchos se limitan a decir: 'Que os follen. Deseo que mur¨¢is todos".
Para cuando el galerista decidi¨® a principios de julio pasar p¨¢gina, la exposici¨®n (que se prolong¨® durante dos meses, el doble de la norma en la sala) ya se hab¨ªa convertido para la revista American Photo en "la m¨¢s pol¨¦mica del a?o", tal como la celebr¨® la publicaci¨®n en el n¨²mero de verano. De nuevo, la controversia se demostr¨® devastadora. David Schonauer, redactor jefe, recuerda "cientos de correos electr¨®nicos llenos de furia". Tambi¨¦n, que la historia despert¨® m¨¢s inter¨¦s que ninguna otra desde la publicaci¨®n de im¨¢genes relativas al 11-S.
"Para entonces, Jill ya hab¨ªa cometido la torpeza de amenazar a Peterson con denunciarle por libelo", contin¨²a Kopeikin en su pormenorizado relato de los hechos. "Debi¨® saber que nunca podr¨ªa llegar a los tribunales y que si alg¨²n d¨ªa lo hac¨ªa, no ganar¨ªa el juicio".
Greenberg y su marido emplearon la herramienta de www.whois.net, que permite saber qui¨¦n registr¨® tal o cual dominio de Internet, para desenmascarar a Andrew Peterson, el tipo que lanzaba tras el seud¨®nimo de Thomas Hawk todas aquellas acusaciones relativas al abuso de ni?os. Adem¨¢s de advertir a Peterson sobre las posibles consecuencias legales, la pareja telefone¨® a su jefe para contarle que su empleado actualizaba (y con mucha frecuencia) su blog en horario de trabajo.
La blogosfera reaccion¨® r¨¢pido y la influyente bit¨¢cora Boingboing.net acudi¨® en ayuda de Peterson. "Si no est¨¢n de acuerdo con ¨¦l, que muestren ese desacuerdo. Nunca, que traten de silenciarlo", se ley¨® en ella.
Entonces entr¨® en escena la prensa tradicional. Con un extenso art¨ªculo del diario Los Angeles Times a la cabeza, la pol¨¦mica se amplific¨®. En parte, gracias a que la agencia de Jill Greenberg, cuya p¨¢gina web se llama manipulator.com en referencia aparente al dominio de la fot¨®grafa del arte del retoque digital, est¨¢, pese al hast¨ªo de su autora, m¨¢s que dispuesta a difundir gratuitamente las im¨¢genes del proyecto.
As¨ª es como las fotos de Greenberg han llegado, seg¨²n c¨¢lculos de Kopeikin, a una audiencia de "100 millones de espectadores en todo el mundo". (Sea bienvenido al club). "Lo cual me llena de orgullo, pues las fotos son maravillosas y representan un logro art¨ªstico de primer nivel", explica el galerista.
Algo con lo que el profesor Horacio Fern¨¢ndez, comisario general de exposiciones de Photoespa?a entre 2004 y 2006, no est¨¢ precisamente de acuerdo. "Si me hubiesen presentado este trabajo, yo no lo habr¨ªa seleccionado para el certamen", explica Fern¨¢ndez. "Son im¨¢genes tramposas y un tanto exageradas. No creo que sea explotaci¨®n de menores, aunque s¨ª explotaci¨®n emocional. Las emociones tienen la gracia de ser emociones. Sin ser provocadas. Eso es algo que toleramos en el cine o la publicidad. De la fotograf¨ªa esperamos la verdad. Ahora s¨ª me parecen un ¨¦xito en el sentido de que logran provocar al p¨²blico, que, me temo, es lo que pretend¨ªa la autora".
De momento, Greenberg ya ha disfrutado de otros logros m¨¢s tangibles. "Casi todas" las obras exhibidas han sido adquiridas por coleccionistas particulares a raz¨®n de 4.500 d¨®lares por cada una de las 10 reproducciones que se hicieron de las im¨¢genes.
Adem¨¢s de su tanto por ciento, el galerista Kopeikin ha sacado en claro de todo esto: "Los blogs los escriben unos pocos. No creo que nunca llegase a ser una controversia real. S¨®lo lo fue para estos individuos que viven la ilusi¨®n de que la gente necesita saber lo que opinan. Nadie serio en el mundo del arte est¨¢ debatiendo nada. Y tampoco nadie serio en el mundo de la protecci¨®n a la infancia". Peterson, el blogger con el que comenz¨® la pol¨¦mica, opina que las acusaciones no se limitan a la blogosfera. "Incluso conozco a un pediatra que expres¨® su preocupaci¨®n por estas im¨¢genes en mi web. Creo que cuando los ni?os crezcan se sentir¨¢n infelices al verse explotados", a?ade.
Ilene Knebel, madre de Elise, uno de los cr¨ªos, no est¨¢ de acuerdo con la controversia. "Nos pagaron una cantidad muy peque?a por los servicios prestados por mi hija", respondi¨® en un e-mail. "Acept¨¦ el trabajo porque estaba acorde con mis ideas. Eso es todo. Nos llam¨® nuestro agente y fuimos. Durante la sesi¨®n, a ratos llor¨®, a ratos ri¨®. Como sucede en casa todo el tiempo. Mi hija ten¨ªa menos de tres a?os y ni siquiera lo recuerda, ni si le ense?o la imagen. Estuve todo el rato con ella, como siempre hago. No s¨¦... ?Yo veo la foto y la encuentro bonita!".
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