Los h¨¦roes de una globalizaci¨®n anticipada
Las Brigadas Internacionales vuelven a Morata de Taju?a 70 a?os despu¨¦s para recibir un homenaje
"?Por qu¨¦? Vengo de dos familias socialdem¨®cratas. En 1934 los fascistas tomaron Austria, algo parecido hab¨ªa sucedido en Italia y estaba a punto de pasar en Espa?a", explica en un buen castellano, Hans Landauer, de 85 a?os. As¨ª de sencillo. ?l es uno de los 36 brigadistas internacionales que ayer participaron en el homenaje que les rindi¨® el pueblo de Morata de Taju?a. Sobre el cerro de Casas Altas se reunieron m¨¢s de 300 personas para inaugurar la escultura en homenaje a los que participaron en la batalla del Jarama; una obra del escultor Mart¨ªn Chirino.
El sol no tuvo piedad ni respeto por h¨¦roes de la guerra. Pero ellos, como si nada, con una media de edad de 87 a?os, se emocionaban cada vez que se alud¨ªa a la rep¨²blica o a la libertad. Se dejaron mucho en aquel periplo. Hans vino con 16 a?os. Primero pas¨® por Par¨ªs. "Fui al caf¨¦ Grison, en la rue d'Alsace. Ah¨ª te ayudaban a pasar a Espa?a. Cuando vieron mi edad me dijeron que estaba imb¨¦cil, que los ni?os no iban a la guerra", recuerda. Pero Hans insisti¨®. "Les dije que si regresaba a Austria, donde estaban los fascistas, iba a ser peor para m¨ª. Finalmente, me ayudaron a llegar hasta aqu¨ª".
"Cuando vieron mi edad, me dijeron que los ni?os no iban a la guerra", dice Hans
Dos semanas de instrucci¨®n y para el frente de Brunete y Quijorna. En el batall¨®n austr¨ªaco 12 de febrero de 1934. Tres a?os m¨¢s tarde, y con la derrota a cuestas, tuvo que marcharse de Espa?a y comenzar una andadura de seis a?os por distintos campos de concentraci¨®n. El ¨²ltimo en Dachau, cerca de M¨²nich. El fascismo fue derrotado en toda Europa, pero hasta la muerte de Franco no pudo volver a Espa?a. "Ahora este pa¨ªs tiene por fin su democracia y yo vengo cada a?o a visitarlo", cuenta con una sonrisa.
La celebraci¨®n de ayer fue tambi¨¦n momento para el reencuentro. "Aquel de all¨ª es mi amigo Jack, tienes que hablar con ¨¦l", explica Jack Edwards se?alando a su amigo y tocayo Jack Jones, ambos brigadistas ingleses. Se conocieron en Liverpool cuando eran muy j¨®venes. "Yo estaba muy vinculado a los movimientos sindicalistas de izquierda. Montamos una oficina de solidaridad con el pueblo espa?ol. Reclutamos a varios brigadistas y vinimos a Espa?a", explica Jones, que a sus 93 a?os es el presidente de la Asociaci¨®n de Brigadistas de Reino Unido. "Es gracioso, porque yo reclut¨¦ a Jacky", dice se?alando a su amigo, de 92 a?os, que aguanta en su silla de ruedas y bajo una gorra el castigo solar.
Jacky -su amigo le llama as¨ª s¨®lo porque tiene un a?o menos que ¨¦l- luch¨® en la 5? Brigada, Batall¨®n 16. Su vida estuvo entonces pegada a la ametralladora de la que se encargaba. Recuerda perfectamente porque vino: "Espa?a ten¨ªa un Gobierno elegido democr¨¢ticamente y Franco lo hab¨ªa atacado. Eso no me parec¨ªa justo". Tras la guerra no volvi¨® a Espa?a hasta que muri¨® el dictador. "Este pa¨ªs ha estado siempre en mi coraz¨®n y ahora, por fin, est¨¢ tambi¨¦n en el buen camino", dice emocionado.
El frente republicano se convirti¨® con la ayuda de los brigadistas en un peque?o ejercito globalizado. Y, a veces, la ideolog¨ªa y las ganas de luchar contra el enemigo no bastaban para entenderse. Por eso, brigadistas como Adelina, que entonces ten¨ªa 17 a?os, hac¨ªan de int¨¦rpretes. "Yo estaba en el Estado Mayor y era traductora de ruso", recuerda. Adelina es argentina, pero en 1932 se march¨® a la Uni¨®n Sovi¨¦tica. De ah¨ª se fue a Espa?a "a luchar contra el fascismo". Ayer segu¨ªa realizando la tarea que desempe?aba durante la guerra y tradujo a todos los compa?eros rusos los parlamentos y las instrucciones que daba la organizaci¨®n.
De aquella mezcla de pa¨ªses y culturas hab¨ªa ayer sobre el cerro de Casas Altas brigadistas de Austria, Canad¨¢, EE UU, Polonia, Israel, Rusia, Italia, Reino Unido y Luxemburgo. Todos soportaron los discursos, incluido el de la alcaldesa de Morata, Concepci¨®n Loriente (PSOE). Luego estuvieron charlando entre ellos y oteando el horizonte para recordar los escenarios de las batallas que les trajeron a Espa?a. Desde la colina se divisa el frente de Morata y los restos de la guerra: trincheras, fosas comunes o lo que queda de una "cocina" de una brigada brit¨¢nica. Y pensando en la cocina, la organizaci¨®n se los llev¨® a comer al mes¨®n el Cid, en el pueblo de Morata.
Ah¨ª siguieron charlando y los familiares que los acompa?aban aprovechaban tambi¨¦n para conocerse. Algunos, incluso, ven¨ªan en representaci¨®n de alg¨²n brigadista fallecido. Como los hijos de Fritz Mergen, un alem¨¢n de Heiligenwald que luch¨® en el batall¨®n Edgar Andr¨¦. Emocionados, cantaron y charlaron con los compa?eros de su padre para honrar su memoria.
Por la tarde visitaron el cementerio donde yacen algunos de los 5.000 brigadistas muertos en la zona y para terminar, se dieron una vuelta por el Museo de la Batalla del Jarama. "Ahora les toca continuar a nuestros hijos y a nuestros nietos", dijo uno de ellos.
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