Djibi, el para¨ªso manchado
Los 2.000 habitantes de una poblaci¨®n cercana a la capital se recuperan con la ayuda de una cooperante espa?ola de Cruz Roja
Djibi es uno de esos sitios donde cualquiera podr¨ªa ser feliz. Un sitio simp¨¢tico hecho de silencio y agricultura con un gran bosque alrededor. El agua potable sale a chorros de las fuentes, la tierra da pepinos y tomates abundantes, las mujeres machacan la mandioca para hacer attiek¨¦ (cusc¨²s) y los j¨®venes juegan por la calle con los lagartos. Quiz¨¢ est¨¢ un poco a desmano, pero tiene buen acceso por carretera a Abiy¨¢n: en media hora se llega a la ciudad m¨¢s comercial de Costa de Marfil. Djibi es uno de esos sitios que, si lo ve un constructor espa?ol, levanta otro Legan¨¦s. Como (de momento) la globalizaci¨®n no alcanza para tanto, el para¨ªso segu¨ªa intacto cuando en las madrugadas de los pasados 19 y 20 de agosto llegaron a las puertas del poblado tres camiones cisterna de la empresa Tommy.
Los vecinos se quejan de que estuvieron tres semanas pr¨¢cticamente abandonados
"A un ni?o le salieron manchas negras en la cara", relata Esaie Motto, jefe del poblado
Unas horas antes, el carguero de bandera paname?a y 120 metros de eslora Probo Koala hab¨ªa empezado a bombear sus tanques hacia los 19 camiones de Tommy en el muelle de la petrolera nacional marfile?a (Petroci): 528 metros c¨²bicos de residuos t¨®xicos que hab¨ªan sido generados por la petrolera Trafigura con su pr¨®spero negocio de refiner¨ªa de gasolina barata en alta mar, como admiti¨® finalmente ayer la multinacional en un comunicado.
Tres d¨ªas despu¨¦s, el pueblecito id¨ªlico se hab¨ªa convertido en un infierno donde no se pod¨ªa ni respirar.
"Vimos que los camiones hab¨ªan dejado all¨ª una gran porquer¨ªa. Preguntamos en Abiy¨¢n y nos dijeron que hab¨ªan fumigado para matar los mosquitos. Cuando nos acercamos a mirar en la carretera, un ni?o vomit¨®. En cuanto lleg¨® a las casas ese olor horrible, empezamos a sentirnos todos mal", explica Esaie Motto, el jefe del poblado.
"Muchos no pod¨ªan dormir por el olor. A un ni?o le salieron manchas negras en la cara, a mi hermana se le quem¨® todo el cuello, otros ten¨ªan dolor de cabeza, muchos, grandes erupciones; algunos, diarrea; otros, granos y bultos...", contin¨²a el hombre sabio. "Unos est¨¢bamos m¨¢s tocados que otros. Pero en unos d¨ªas no quedaba nadie sano".
Seg¨²n se supo despu¨¦s, esos eran los efectos que producen dos sustancias, el mercaptano y el sulfuro de hidr¨®geno. Las autoridades locales hab¨ªan permitido a Trafigura dejar su carga t¨®xica en manos de una empresa inexperta y sin medios; ¨¦sta decidi¨® trasladar sin m¨¢s el l¨ªquido al vertedero municipal del barrio de Akouedo, pero la cosa se complic¨®. "Cuando los vecinos detectaron ese olor, se lanzaron contra los conductores de los camiones, estos entraron en p¨¢nico y escaparon con la carga hacia donde pudieron", recuerda el periodista Kristian Kara, que ha seguido el esc¨¢ndalo de los vertidos para el diario Le Patriote.
Los habitantes de Djibi se vieron indefensos ante las tres grandes manchas de chapapote que los camiones dejaron junto a la carretera de Alep¨¦, a unos 200 metros del pueblo. "Nadie ten¨ªa coches para transportar a los enfermos a Abiy¨¢n, y all¨ª el sistema de salud de la capital estaba colapsado por los m¨¢s de 60.000 afectados de los primeros d¨ªas". El jefe del poblado se moviliz¨®. "Fui dos veces a la televisi¨®n, al Ministerio de la Salud...". Nada: "Estuvimos tres semanas abandonados a nuestra suerte".
Y entonces apareci¨® ella. Isabel de Blas, madrile?a, de 28 a?os, licenciada por Londres en Desarrollo del Tercer Mundo y una de las tres delegadas que tiene Cruz Roja Espa?ola en Costa de Marfil. "O¨ªmos por la radio que hab¨ªa un pueblo sin m¨¦dicos y con muchos afectados y decidimos venir. Al ver lo mal que estaba la gente, organizamos un hospital de campa?a y empezamos a tratar a la gente", explica De Blas quit¨¢ndose importancia.
"Ella fue la primera que lleg¨® aqu¨ª y fue formidable que viniera", la corrige Motto, el jefe del pueblo. "Las ¨²nicas noticias buenas que hemos tenido en estas ¨²ltimas semanas nos las ha dado la diligencia de Isabel y sus compa?eros. Nos han salvado la vida. Y eso lo sabe bien hasta el Presidente de la Rep¨²blica".
Isabel de Blas lleva un a?o en Costa de Marfil coordinando un programa de reducci¨®n de las tensiones entre comunidades. El pa¨ªs, de mayor¨ªa cat¨®lica, tiene un 30% de musulmanes y vive una situaci¨®n pol¨ªtica endiablada, de guerra civil latente entre los partidarios del presidente, Lautent Gbagbo, y los del l¨ªder rebelde Guillaume Soro.
Antes de venir aqu¨ª estuvo en Kosovo. Ha pasado "de mucho fr¨ªo a mucho calor" pero est¨¢ feliz. Le admira "lo cari?osa que es aqu¨ª la gente", dice mirando a dos de los m¨¦dicos que han dirigido el hospital improvisado paseando por el pueblo de la mano.
Uno de ellos, Leonard Noule Zeade cuenta que han necesitado tres semanas para recuperar a todos los pobladores de Djibi. "Lo peor han sido las erupciones cut¨¢neas, pero con una semana de antihistam¨ªnicos, antiinflamatorios y antibi¨®ticos han mejorado. Lo malo es que no sabemos qu¨¦ consecuencias a largo plazo va a tener el vertido".
De momento, la calma ha vuelto a Djibi. "Los ni?os juegan por la calle y los ladrones de momento no nos han robado las verduras de las huertas", dice el jefe del pueblo. El enigma, a?ade Motto con su profunda voz de narrador oral, es que a los animales dom¨¦sticos no les ha pasado nada: "Los pollos y los cerdos est¨¢n bien, tranquilos. Como son de campo, son fuertes. Pero en la piscifactor¨ªa se han muerto todos los peces".
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