Estad¨ªstica macabra
La divulgaci¨®n de un informe que cifra en m¨¢s de 600.000 los iraqu¨ªes muertos violentamente desde la invasi¨®n de su pa¨ªs en 2003, estimaci¨®n que multiplica por 15 la del Gobierno de Bagdad, ha suscitado el rechazo frontal de implicados directos como el presidente Bush, el primer ministro Blair o el propio Ejecutivo iraqu¨ª, y dudas razonables en otros ¨¢mbitos. Sus propios autores admiten un importante margen de error en el trabajo, que aun as¨ª arrojar¨ªa una astron¨®mica cifra de v¨ªctimas. Pero sea o no afinado el c¨¢lculo, lo cierto es que el maremoto de muertos en Irak ha dejado de hacer cre¨ªble cualquier estad¨ªstica. Ya no transcurre un solo d¨ªa sin que se anuncie el asesinato de decenas de personas, en una sangr¨ªa que ning¨²n pa¨ªs viable puede permitirse. Hasta el punto de que el Gobierno ha prohibido a la morgue de Bagdad y el Ministerio de Sanidad informar sobre esta macabra aritm¨¦tica.
El nivel de las matanzas en Irak, convertido en un supremo experimento de terror, tiene dimensiones de guerra civil. La violencia sectaria ha adquirido dimensiones incontrolables. Y una acelerada limpieza ¨¦tnica ha forzado ya el ¨¦xodo interno de m¨¢s de un cuarto de mill¨®n de personas y la huida del pa¨ªs de todos aquellos que pueden permit¨ªrselo. Frente a esta realidad que certifica el estrepitoso fracaso de la pol¨ªtica estadounidense, de poco sirven las declaraciones del menguante presidente Bush, que contempla impotente c¨®mo el desastre de su Administraci¨®n en Irak -un proceso en el que Washington ha perdido gran parte de su cr¨¦dito moral- se perfila como una prueba de fuego de las pr¨®ximas legislativas. Los hechos reducen tambi¨¦n a cantos de sirena la propaganda del Pent¨¢gono sobre inminentes reducciones de tropas. El jefe del Estado Mayor del Ej¨¦rcito vaticina que se mantendr¨¢ su actual nivel, 140.000, al menos hasta 2010.
Es grave que EE UU est¨¦ prisionero de una estrategia cerril en un pa¨ªs cuya invasi¨®n -Bush d¨ªxit- preludiaba el amanecer democr¨¢tico de toda una regi¨®n. Lo es m¨¢s que a estas alturas no se atisbe para qu¨¦ pueda servir el gran despliegue militar estadounidense, o incluso su incremento, certificado el fracaso, seis meses despu¨¦s de su formaci¨®n, del Gobierno democr¨¢tico de unidad nacional en el que tantas esperanzas se hab¨ªan depositado. El Parlamento de Bagdad aprueba leyes, la ¨²ltima esta semana, sobre federalizaci¨®n a partir de 2008, que son papel mojado en el mismo momento de votarse. La apoteosis sangrienta del pa¨ªs vac¨ªa todo de contenido y fortifica las posiciones m¨¢s fan¨¢ticas y tribales y la desconfianza b¨¢sica entre chi¨ªes, sun¨ªes y kurdos, incapaces de cerrar un acuerdo que les permita vivir juntos en libertad.
Irak no corre el riesgo de desmembrarse porque es ya un pa¨ªs roto en el que no hay un vestigio serio de poder -el Gobierno de Maliki es una coalici¨®n tan d¨¦bil como dogm¨¢tica- por debajo de la zona kurda. El vac¨ªo ha sido ya ocupado por milicias de toda laya, facciones y caudillos locales que con frecuencia ni obedecen a sus mentores pol¨ªticos en Bagdad. ?ste es el terrible escenario a partir del cual Washington debe repensar su pr¨®xima estrategia.
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