Lorca era un fascista
La defensa de la libertad necesita al mismo tiempo de la prudencia y de la firmeza. La prudencia sirve para evitar que la firmeza se convierta en dogmatismo y temeridad. La firmeza, por su parte, ayuda a que la prudencia no se transforme en miedo, irresponsabilidad y autocensura. El esfuerzo por asumir la libertad de expresi¨®n de los dem¨¢s, aunque los dem¨¢s divulguen barbaridades, obliga a entrar en litigio, a batallar con valor en nombre de las propias razones y a denunciar sin pelos en la lengua los disparates que se presentan en p¨²blico como opiniones libres. Soy contrario a limitar la libertad de expresi¨®n de los tontos indecentes, porque cualquier recorte puede abrir el camino a la censura injustificada y al control del pensamiento. Pero esta defensa de todo tipo de libertad de expresi¨®n obliga a dar la cara y a ser muy tajante de vez en cuando. No me estoy refiriendo a los miedos y a las autocensuras inaceptables provocadas por las amenazas del fundamentalismo isl¨¢mico, sino a las teor¨ªas de un profesor perturbado de la Universidad de Granada, Jos¨¦ Antonio Fortes, que lleva a?os lanzando disparates sobre los alumnos y contra algunos de sus compa?eros. No es raro que aparezcan por mi despacho alumnos compungidos para preguntarme con sigilo y verg¨¹enza si es verdad que Garc¨ªa Lorca era un fascista. Los alumnos erasmus, que vienen a Granada desde diferentes pa¨ªses de Europa para estudiar literatura, pueden llevarse la sorpresa de que un profesor les explique, sin ning¨²n tipo de dudas, que Garc¨ªa Lorca reproduc¨ªa formas ideol¨®gicas fascistas como poeta y como director populista de La Barraca. As¨ª que a Garc¨ªa Lorca lo mataron los suyos, los de su mismo bloque ideol¨®gico. Todo esto se afirma como verdad cient¨ªfica, en nombre de la Universidad de Granada. Si un profesor de geograf¨ªa ense?ase que Londres es la capital de Marruecos, ser¨ªa tratado de loco, sin que pudiese defender sus tonter¨ªas en nombre de la libertad de expresi¨®n. Pero la literatura es terreno menos firme, y los disparates parecen no tener fronteras.
Este profesor, en nombre de la Universidad de Granada, con un vocabulario marxista de cuarta fila, muy cercano al delirium tremens, analiza el pr¨®logo de Francisco Ayala a La cabeza del cordero como prueba irrefutable de que el escritor granadino fue un aliado del fascismo espa?ol franquista. Ni la toma de postura de Ayala durante la Guerra Civil, ni sus a?os de exilio, ni su obra inmensa en favor de la libertad y en contra de la dictadura, evitan que el escritor centenario sea tratado como un peque?o burgu¨¦s tramposo, c¨®mplice objetivo de la represi¨®n. Si Garc¨ªa Lorca y Ayala son triturados con esta indecencia, nadie puede estar libre de sospechas, y desde luego no salen indemnes otros ciudadanos de las letras granadinas. Los triunfos que como escritor no ha tenido Jos¨¦ Antonio Fortes son prueba fidedigna de la cala?a ideol¨®gica de autores con m¨¢s fortuna. Antonio Mu?oz Molina, por ejemplo, al escribir contra "aquel memorable derrumbe del 11-S" actu¨® como siervo del capital para justificar el terrorismo de Estado. Las opiniones de Antonio Mu?oz s¨®lo se comprenden por la deuda que contrajo con el poder a la hora de entrar en la Real Academia de la Lengua. Yo soy m¨¢s servil que Antonio, porque sin haber entrado en la Academia, parece que tambi¨¦n defiendo, con mis art¨ªculos en este peri¨®dico, el terrorismo de Estado. Tan peligroso soy que, seg¨²n las ¨²ltimas investigaciones de Fortes, profesor de la Universidad de Granada, caus¨¦ junto a ?lvaro Salvador el suicidio de nuestro ¨ªntimo amigo Javier Egea, quien no pudo resistir los pactos escandalosos que firmamos con el capitalismo para triunfar en la literatura. Durante a?os, en clase y por escrito, ha despreciado a mi padre, a mi mujer y a mis amigos. Supongo que todos seremos deleznables. Pero quiz¨¢ sea hora de que la Universidad de Granada ponga a este perturbado en su sitio. S¨®lo as¨ª salvaremos, con prudencia y con firmeza, la libertad de expresi¨®n.
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