"Nuestra lucha"
El teatro Campoamor se puso en pie en la entrega de premios de 1998 para ovacionar a estas siete luchadoras en defensa de los derechos humanos, la igualdad y la dignidad de la mujer. Tres de ellas escriben una carta a nuestros lectores
1998: premio de Cooperaci¨®n Internacional
Desinteresadas. El acta de la entrega del galard¨®n rezaba: "El jurado quiere expresar con este premio su preocupaci¨®n por la situaci¨®n de la mujer en muchos lugares del mundo, en especial en aquellos en los que sufre discriminaci¨®n o se le niega su plena igualdad de derechos como ser humano. El jurado estima que las mujeres que a continuaci¨®n se mencionan expresan simb¨®licamente en sus distintos campos de actividad el esfuerzo por mejorar la condici¨®n de la mujer y la del conjunto de las sociedades a las que sirven. Se destacan por sus tareas a favor de los derechos de la mujer, de la paz, de la defensa de los ni?os maltratados por la guerra y los conflictos, y su labor a favor de la solidaridad entre personas y pueblos, que las hacen merecedoras de este premio".
Presidenta de la Fundaci¨®n Boudiaf
"Lucho contra toda forma de deshumanizaci¨®n"
Por Fatiha Boudiaf.
La Fundaci¨®n Pr¨ªncipe de Asturias celebra su XXV aniversario. Mis primeros pensamientos, primero como mujer argelina y despu¨¦s como galardonada por esta fundaci¨®n en 1998, son para todos esos hombres y mujeres que, all¨ª donde est¨¦n, construyen peque?os focos de humanidad. A los 16 a?os, en la edad de la incertidumbre, aprend¨ª que estos peque?os focos se hacen grandes tras luchas infatigables. Mi pa¨ªs estaba en guerra y deb¨ªa comprometerme en nombre de la libertad, tan valiosa para todos. Por entonces ayud¨¦ a varios presos pol¨ªticos y a sus familias. M¨¢s tarde tuve que dejar Argelia para ir a Francia, el pa¨ªs colonizador, siguiendo sin cesar mi camino hacia la libertad. All¨ª aprend¨ª que muchos hombres, especialmente esos franceses que ve¨ªamos con uniforme militar, sent¨ªan el mismo deseo de justicia. Igualmente fui consciente de que durante los combates que los pueblos han librado durante siglos no existe un enemigo absoluto. Estamos condenados, sin duda, a acercarnos cada vez m¨¢s los unos a los otros; bastar¨ªa con tender una mano a los desesperados. Cuando mi pa¨ªs se liber¨®, tras grandes sacrificios, el destino quiso que mi lucha se reavivara junto a mi marido, l¨ªder durante la guerra y opositor activo. Incluso en Marruecos, nuestro pa¨ªs en el exilio, no par¨¢bamos de sembrar, all¨ª donde pod¨ªamos, las semillas para una aut¨¦ntica democracia. Mi marido, Mohamed Boudiaf, volvi¨® a Argelia en 1992, respondiendo a la llamada de la madre patria. Una respuesta que compart¨ª, ya que se trataba de salvar una democracia que comenzaba. Su asesinato no alter¨® ni un ¨¢pice mi profunda convicci¨®n de que la paz se consigue gracias al esfuerzo humano.
Mi fundaci¨®n, que perpet¨²a la memoria de mi difunto marido, tiene tambi¨¦n como objetivo la lucha contra las desigualdades sociales, la igualdad de oportunidades, contra cualquier forma de deshumanizaci¨®n, por la tolerancia y el di¨¢logo? Intentemos, pues, juntos, poner en cada alma afligida perfume de rosas.
Traducci¨®n de Virginia Solans.
Ministra italiana para el comercio exterior. Fundadora de Food and disarmament internacional
"El camino para la libertad es harto dif¨ªcil"
Por Emma Bonino.
Mi lucha se ha apropiado de gran parte de mi vida y ni siquiera me pertenece. Hecho afortunado, porque si no, ser¨ªa una lucha quijotesca, casi paranoica. Mi lucha ha sido vivida en compa?¨ªa de una gran variedad de personas, hombres y mujeres.
Nunca he sido una ortodoxa feminista simplemente porque no creo que baste ser mujer para ser mejor. Pero tampoco basta ser hombre para ser mejor. Aunque el pasado nos demuestra c¨®mo las mujeres han sido habitualmente sometidas.
Y el pasado es tambi¨¦n presente: baste recordar cuando las mujeres afganas aparec¨ªan como fantasmas envueltos en burkas. Como comisaria de Ayuda Humanitaria me toc¨® asistir al m¨ªsero espect¨¢culo de los talibanes: no permit¨ªan a las mujeres acceder a la ayuda humanitaria que les conced¨ªamos con los programas de la Uni¨®n Europea; y he sido arrestada cuando fui a controlar esa situaci¨®n, la cual tem¨ªa que existiese. Fue en ese contexto en el que lanc¨¦, en 1998, la campa?a internacional Una flor para las mujeres de Kabul; lo hice para denunciar al mundo la barbarie de los talibanes.
La mujer, adem¨¢s de padecer la violencia a su propia libertad, tambi¨¦n lo hace en su propio cuerpo: las mutilaciones genitales. Esta pr¨¢ctica se cobra cada a?o la integridad f¨ªsica (y no s¨®lo) de dos millones de ni?as. Actualmente, m¨¢s de 120 millones de mujeres han sido mutiladas. He empe?ado horas en este trabajo, horas que se convirtieron en a?os, y aunque el resultado de mi esfuerzo, como el de tantos otros, ha sido modesto, seguimos insistiendo.
Ahora, como ministra de Comercio Internacional, una de mis principales batallas se centra en los derechos econ¨®micos de las mujeres de los pa¨ªses con los que Italia tiene importantes intercambios, tambi¨¦n como premisa de un pleno goce de los derechos fundamentales. En este contexto se inscribe nuestro proyecto de fomentar encuentros peri¨®dicos con el empresariado femenino ¨ªtalo-¨¢rabe.
Pero ?qu¨¦ pasa en la Italia de hoy? Hemos superado el problema del aborto, aunque seguimos lidiando con los numerosos intentos de anular las conquistas de la ley. En Italia nos encontramos con leyes fundamentalistas que s¨®lo crean sufrimiento (como la ley de reproducci¨®n asistida que obliga a la mujer a implantarse, si se da el caso, un embri¨®n enfermo).
El camino para la libertad es harto dif¨ªcil; la investigaci¨®n cient¨ªfica, para poder ser eficiente, no debe estar sometida a demasiadas condiciones o restricciones, y lo exige por el propio inter¨¦s de la humanidad. ?Tal vez nuestro camino sea m¨¢s dif¨ªcil que en otros pa¨ªses -como la Espa?a de Zapatero- porque vivimos a la sombra del Vaticano?
Mis esfuerzos est¨¢n centrados en esta fatalidad; en resumen, en esta lucha por la libert¨¤ que libramos junto con mis compa?eros del Partido Radical Transnacional, del mismo modo que antes cre¨ªmos y trabajamos para la instituci¨®n del Tribunal Penal Internacional, o para acabar con las muertes por desnutrici¨®n de ni?os y adultos, o como lo hacemos a¨²n hoy para la abolici¨®n de la pena de muerte.
Lo dije cuando me honraron con el Premio Pr¨ªncipe de Asturias a la Cooperaci¨®n Internacional en 1998 y lo vuelvo a repetir: no soy ni santa ni visionaria, simplemente trabajo para que la comunidad internacional -y los Estados que la componen- pongan en pr¨¢ctica los principios recogidos en la Declaraci¨®n Universal de los Derechos Humanos.
En fin, mi lucha personal tambi¨¦n contiene una m¨¢s rica y esperanzadora experiencia colectiva; hubo algunos ¨¦xitos, pero tambi¨¦n algunos fracasos; ambos me incitan a defender las causas por las que sigo y seguiremos luchando.
Presidenta de Afesip (Acci¨®n por las mujeres en situaci¨®n precaria)
"La violencia nos sigue educando para ser sumisas"
Por Somaly Mam.
Ya hace ocho a?os que otras seis mujeres y yo fuimos galardonadas con el Premio Pr¨ªncipe de Asturias de Cooperaci¨®n por nuestra labor en la defensa de los derechos de las mujeres de distintas partes del mundo. Desgraciadamente, ocho a?os son muy pocos para ver nuestra lucha y la de tantas compa?eras concluida. La violencia, no s¨®lo f¨ªsica, sino tambi¨¦n cultural, nos sigue educando para ser sumisas, para obedecer y considerar justa la injusticia de nuestro sometimiento.
Muchas generaciones tendr¨¢n que pasar para lograr, si es que se logra, que la igualdad entre hombres y mujeres sea transversal al trabajo, pol¨ªticas p¨²blicas, religiones o lenguajes. Pero, aunque el camino sea largo, aunque no lleguemos nunca hasta nuestra meta, debemos seguir caminando hacia nuestro horizonte. Mi camino personal me lleva a apoyar en el suyo propio a decenas de mujeres que construyen una vida libre e independiente alej¨¢ndose de los motivos (dependencia econ¨®mica, familia, migraci¨®n insegura?) que las llevaron a la prostituci¨®n. Muchos a?os tendr¨¢n que pasar para que veamos, si es que vemos, que ninguna mujer se encuentra en situaci¨®n de ser prostituida.
La labor de AFESIP, la organizaci¨®n que presido, es un malabar continuo trabajando con mujeres y ni?as que hacen su propia historia, respetando sus deseos y la necesidad de mantener a sus familias, al tiempo que comprendemos que la prostituci¨®n es una instituci¨®n social marcada por las diferencias de g¨¦nero y de oportunidades, y que, por tanto, debe ser abolida.
Pero hay cosas que se nos escapan de las manos. Podemos acompa?arlas en su camino, pero no cambiar las causas profundas que est¨¢n detr¨¢s de que millones de mujeres sean compradas cada a?o en un planeta globalizado con injusticias globalizadas. La prostituci¨®n y la trata de mujeres para la explotaci¨®n sexual es un espejo de esas injusticias. All¨ª donde hay m¨¢s diferencias sociales hay m¨¢s personas con la capacidad de comprar a otras. All¨ª donde los servicios sociales b¨¢sicos son deficientes, m¨¢s y m¨¢s mujeres se hacen cargo de la educaci¨®n o salud de sus hijos, aumentando la presi¨®n econ¨®mica que las lleva a los burdeles. All¨¢ donde se cierran las fronteras ante el sufrimiento humano, m¨¢s mujeres se ponen en manos de traficantes que no resultan ser otra cosa m¨¢s que tratantes de esclavas.
Simplemente somos incapaces de alterar las diferencias econ¨®micas y las injusticias comerciales que fomentan esas desigualdades. Nuestros esfuerzos son est¨¦riles ante la privatizaci¨®n y anulaci¨®n de servicios educativos o de salud en pa¨ªses donde la gente no puede pagarlos. Por m¨¢s que gritemos, las fronteras siguen cerradas y no existen v¨ªas migratorias seguras que reconozcan los derechos de personas reducidas a mano de obra barata.
Podremos seguir al lado de las mujeres, denunciando a proxenetas y traficantes, pero nuestro trabajo se queda en humo si no logramos, entre todos, cambiar las estructuras que llevan a miles de mujeres y ni?as a prostituirse, as¨ª como las culturas que legitiman su explotaci¨®n. Si no creamos hombres y mujeres libres que se relacionen desde la equidad y libertad, m¨¢s y m¨¢s ni?as que crecen hoy en la pobreza, educadas en encontrar justo su sometimiento, se ver¨¢n reducidas, al hacerse mujeres, a objetos de consumo.
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