La batuta ausente

La vida concede privilegios de vez en cuando. Uno de ellos es sin duda escuchar a Daniel Barenboim al frente de su orquesta, la Staatskapelle de Berl¨ªn, de la que es titular vitalicio desde 1992. Se trata de una experiencia singular porque trasluce en directo la densidad de la relaci¨®n entre batuta y atriles.

Barenboim es uno de los intelectuales m¨¢s s¨®lidos que ha dado la m¨²sica en los ¨²ltimos decenios. Concibe este arte como una expresi¨®n m¨¢s de una cultura humanista com¨²n a otras disciplinas, como la literatura o las matem¨¢ticas, una v¨ªa para comprender el mundo y actuar para mejorarlo aunque los actuales planes de estudio lo ignoren, seg¨²n denunciaba recientemente a este diario.

Son ya legendarias sus campa?as de entendimiento entre jud¨ªos y palestinos a trav¨¦s de la m¨²sica, que es precisamente sinfon¨ªa, tocar juntos en pos de una armon¨ªa superior. Pero este activismo no es un compartimento estanco en Daniel Barenboim, sino que forma un todo con su dilatado trabajo de interpretaci¨®n del repertorio cl¨¢sico, rom¨¢ntico y posrom¨¢ntico. Ahora pasea por Espa?a las sinfon¨ªas de Gustav Mahler: la Novena en Barcelona, el pasado mi¨¦rcoles; la S¨¦ptima en Zaragoza, ayer, y la Quinta en Madrid, esta noche y el domingo.

Gesto contenido

Barenboim es un dem¨®crata y un progresista. El modelo literario del director-dictador, depositario ¨²nico de la verdad revelada del compositor que transmite a los instrumentistas en formato de ¨®rdenes, poco tiene que ver con su forma de llevar la batuta y la vida. Vi¨¦ndole sobre el podio, se dir¨ªa que preferir¨ªa no estar en lugar tan preeminente, sino fundido entre los profesores. Su gesto es contenido, y no por ello menos preciso y en¨¦rgico. B¨¢sicamente, marca el tiempo con la batuta. Con la izquierda da algunas indicaciones de expresi¨®n, nada exageradas: se dir¨ªan meros apuntes para refrescar unos matices construidos con esa formaci¨®n en toda una vida de arte.

A veces, pocas, el director se permite cierto juego: en el tercer movimiento de la Novena de Barcelona, ese rond¨®-burleske que es una risotada ¨¢cida en medio de tanta premonici¨®n de muerte, Barenboim trazaba eses con la batuta mientras reculaba en el podio, como torero citando. Pero, aparte de este y de alg¨²n otro detalle, podr¨ªa calificarse de batuta ausente: en el alucinante pian¨ªsimo con el que concluye el testamento mahleriano dej¨® al albedr¨ªo de los m¨²sicos el misterioso paso del sonido al silencio, un silencio que como nunca es obra, sobrecogedora, por cierto.

En momentos as¨ª percibes la seriedad del trabajo en com¨²n, basado en el convencimiento democr¨¢tico de servir a la partitura y de ponerla a disposici¨®n del p¨²blico, porque eso mejora sensiblemente el mundo en que vivimos, por supuesto, siempre a partir de la excelencia t¨¦cnica. Puestos a subrayar, ?qu¨¦ manera extraordinaria de la cuerda de oscurecer el sonido!

A la hora de saludar, el director evitaba pisar la tarima. Se manten¨ªa al nivel de los atriles, intercambiando comentarios con los m¨²sicos. Hay jefes que convierten la humildad en sistema de trabajo y que por eso siempre est¨¢n, incluso cuando se hallan ausentes.