Vida conyugal con la 7
Anunci¨¢ndolo con adelanto, pero tambi¨¦n mucho a posteriori, por todos los altavoces de la red (me refiero a la subterr¨¢nea, no a la m¨¢s incons¨²til que llamamos net), el Metro de Madrid abri¨® por fin hace pocas semanas algunas de las bocas y arterias que ha tenido cerradas varios meses, haciendo la vida del usuario francamente irrespirable. Escribo lo anterior y me doy cuenta de hasta qu¨¦ punto el Metro es un organismo vivo, para m¨ª y supongo que para los millones de seres que a diario circulamos por sus intestinos.
Y tan org¨¢nico es que alguna vez, mientras esperaba en el and¨¦n la llegada de un convoy tard¨®n, me he parado a pensar que lo m¨ªo con el Metro se pasa del casta?o al oscuro, llegando a adquirir un tinte conyugal. No es por echarme flores, pero la verdad es que en esa relaci¨®n yo le soy al Metro mucho m¨¢s fiel y abnegado que ¨¦l a m¨ª.
El problema es c¨®mo nos mantenemos erguidos, sobre todo en las curvas peligrosas
Formar pareja con el Metro ya es dif¨ªcil. Por sus abandonos del hogar com¨²n. Por sus portazos. Por sus largas ausencias dando excusas que no te las crees y poniendo en su lugar -?c¨®mo si fuera lo mismo!- a un suplente, el sufrido autob¨²s. Amar al Metro es una pr¨¢ctica de riesgo. Y si no, vean los nuevos vagones de la l¨ªnea 7.
La l¨ªnea 7 es, dentro de las distintas opciones corp¨®reas que el tendido ofrece, la que yo m¨¢s frecuento. Voy muy a menudo a los cines Verdi, me bajo en Canal, Bravo Murillo esquina con Jos¨¦ Abascal, y, despu¨¦s de admirar la silueta ya desvelada del nuevo teatro dise?ado por Navarro Baldeweg, ando unos metros hasta los cines, veo cualquiera de las magn¨ªficas pel¨ªculas que programan los Verdi y vuelvo al hogar llevado -mecido me gustar¨ªa decir- por el traqueteo de la l¨ªnea 7. Pues bien, desde que abri¨®, tras su golfada veraniega, esta l¨ªnea, hay que reconocer que ha vuelto bronceada, adelgazada, yo dir¨ªa que hasta tuneada. Da gusto verla. Pero v¨¦rtigo usarla.
Los nuevos trenes se llaman 9000, una cifra que dispara las perspectivas si la traducimos en t¨¦rminos de promiscuidad usuaria. Cada convoy lleva seis coches que est¨¢n a la ¨²ltima en confort y cabida, disponiendo todos de modernos sistemas de seguridad, lo que podr¨ªamos llamar safe sex metropolitano. Al mismo tiempo, los interiores son ahora continuos, una larga cavidad tubular que permite unas vistas ininterrumpidas del tren-acorde¨®n; como los autobuses-salchicha del n¨²mero 27, otro que tal. He observado tambi¨¦n que el nuevo formato del tren 9000 dispone en cada vag¨®n corrido de un televisor, lo cual despierta la curiosidad del viajero, curiosidad por el momento insatisfecha, pues est¨¢n apagados. Pero, como la imaginaci¨®n de quien viaja bajo tierra en ese servicio es a la fuerza -y no s¨®lo en verano- calenturienta, yo ya me he puesto a hacer c¨¢balas sobre lo que dar¨¢n por esas pantallas. ?Publicidad? ?Software? ?Avisos de las l¨ªneas que en ese momento est¨¦n haciendo rabona? ?O, m¨¢s gallardamente, pel¨ªculas de amor para amenizar el trayecto? Ser¨ªa too much que encima fueran hardcore.
He le¨ªdo en alg¨²n sitio que los nuevos trenes de la l¨ªnea 7 y de la 3, que tambi¨¦n ¨¦sta se las trae en cuanto a echar canas al aire en sus obligaciones, est¨¢n adaptados para las personas con movilidad reducida. Ejemplar. El problema es como nos mantenemos erguido -sobre todo en las curvas peligrosas que tanto abundan en este cuerpo viario- los que tenemos la movilidad sin reducir. Los flamantes vagones no disponen de asideros en gran parte de sus espacios, en particular en el m¨¢s amplio que se forma en el centro mismo del vag¨®n. Hay barras junto a las puertas y encima de los asientos, pero ninguna en esa zona que a las horas-punta es un magma. Magma m¨ªo y magma tuyo. Lo mismo es un modo que tiene el Metro, por seguir con la t¨®nica de su libertinaje en las costumbres, de que los viajeros se aprieten entre s¨ª y se cojan de lo que pillen a mano para no caer al suelo.
Claro que a¨²n no hemos llegado al punto de los ferrocarriles urbanos de Londres, seg¨²n he le¨ªdo en The Times. All¨ª, y sobre todo en los trenes de cercan¨ªas, que van siempre repletos, se est¨¢ pensando quitar los asientos para que quepa m¨¢s p¨²blico de a pie, esperemos que en ese caso con agarraderas adecuadas. Y dec¨ªa el editorial del peri¨®dico brit¨¢nico: habr¨¢ que fomentar el desodorante. Algo que el usuario tambi¨¦n le agradecer¨ªa, en momentos de intenso transporte sensual, a la l¨ªnea 7.
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