Muchas estrellas, poco cine
La Fiesta de Roma cierra su edici¨®n con garant¨ªas de continuidad
"La Fiesta del Cine de Roma ha tenido m¨¢s ¨¦xito como fiesta que como cine, se han alcanzado los objetivos y el resto no importa". El juicio procede de Ettore Scola, presidente del jurado popular y parte interesada, pero se ajusta a la realidad. Las salas del Auditorium se han llenado cada d¨ªa, la gente se lo ha pasado bien y el accidente de metro ocurrido el martes no ha quebrado los ¨¢nimos. Como se preve¨ªa, el concurso cinematogr¨¢fico ha quedado muy en segundo plano. La satisfacci¨®n popular, sin embargo, parece garantizar la continuidad de la Fiesta del Cine.
Incluso uno de los m¨¢s feroces cr¨ªticos de la Fiesta, Nanni Moretti, acab¨® cediendo y se acerc¨® al Auditorium para ver Torpedo rojo, el documental sobre el escritor paral¨ªtico Rub¨¦n Gallego. D¨ªa a d¨ªa, las reservas iniciales fueron disip¨¢ndose. Walter Veltroni, alcalde cin¨¦filo e inventor de la Fiesta, podr¨¢ cantar hoy victoria en el acto de clausura. La presencia de grandes cineastas y de estrellas fue una apuesta personal del propio Veltroni: quer¨ªa glamour a cualquier precio. Y alent¨® los encuentros con el p¨²blico, que salieron m¨¢s o menos divertidos.
Scorsese marc¨® la Fiesta. Su ¨²ltima pel¨ªcula, Infiltrados, fue introducida con calzador en el programa, dada la inminencia del estreno en Europa, pero vali¨® la pena porque se trata de un filme formidable. Con una contraindicaci¨®n: proyectarla al inicio de la Fiesta conden¨® al enanismo todo lo que vino luego.
El cine italiano mostr¨® las flaquezas que lo afligen en los ¨²ltimos a?os. Obras como A casa nostra, de Francesca Comencini, presentada ayer, no dan la talla ni en Roma ni en ninguna otra parte. Una curiosidad interesante, de m¨¦ritos no estrictamente cinematogr¨¢ficos, fue Fascistas en Marte, obra de Corrado Guzzanti, hermano de la autora de Viva Zapatero y conocido humorista sat¨ªrico. Fascistas en Marte, subtitulada O Marte o muerte, traslada al planeta rojo a un grupo de zumbados mussolinianos y no tiene otro objetivo que re¨ªrse de ellos.
Los premios del concurso ser¨¢n conocidos hoy. La decisi¨®n corresponde a un jurado popular, lo que agrega incertidumbre al asunto. El nivel de las pel¨ªculas seleccionadas no ha deslumbrado a nadie, aunque algunas piezas no habr¨ªan desmerecido en festivales de mayor tradici¨®n y renombre. Como This is England, de Shane Meadows, un retrato de la Inglaterra thatcheriana de los a?os ochenta, vista a trav¨¦s de los ojos de un joven skinhead melanc¨®lico. O Mon colonel, de Laurent Herbiet, con gui¨®n firmado por Costa-Gavras, una mirada seca sobre la guerra de Argelia y sobre las torturas infligidas por los militares franceses a los independentistas argelinos. O Fu Zi, una elegante reflexi¨®n sobre las decepciones familiares de un ni?o, que marca el retorno del cineasta de Hong Kong Patrick Tam tras 17 a?os sin firmar una pel¨ªcula.
En el aspecto organizativo abundaron los fallos. El principal, la sobredosis de proyecciones y la coincidencia en los horarios. Tambi¨¦n resultaron habituales incidentes como la rotura de bobinas, la falta de subt¨ªtulos o la insuficiencia de plazas en los cines. Pero, en general, tanto los organizadores como el p¨²blico lo sobrellevaron todo con notable buen humor.
La continuidad de la Fiesta del Cine romana parece asegurada. Las dudas girar¨¢n en torno a las fechas y el formato. Celebrar la Fiesta en octubre, casi inmediatamente despu¨¦s de la Mostra de Venecia y del Festival de San Sebasti¨¢n, no convence a nadie. Mario Monicelli, el ¨²nico gigante del cine italiano que todav¨ªa respira, habla y camina, propone que la pr¨®xima edici¨®n se celebre a finales de invierno o principios de primavera. Su idea suscita un cierto consenso.
M¨¢s complicada se presenta la cuesti¨®n del formato. Entre las f¨®rmulas que se estudian figura la de combinar un concurso modesto con retrospectivas bien preparadas y un par de estrenos de alto nivel. La presencia de estrellas, en cualquier caso, no se discute.
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