Perfil del ciudadano
Recientemente en una emisora de radio me pidieron que formulase una s¨ªntesis del concepto de ciudadano. Les dije lo siguiente: "El ciudadano es la persona que vive en una sociedad abierta y democr¨¢tica. En las sociedades cerradas y autoritarias viven s¨²bditos. Acepta los valores, los principios, la dignidad de todos y los derechos humanos, y participa de la vida pol¨ªtica y social. Rechaza el odio y la dial¨¦ctica amigo-enemigo y se relaciona con los dem¨¢s desde la amistad c¨ªvica. Distingue la ¨¦tica privada de la p¨²blica, que es la propia de la acci¨®n pol¨ªtica y que fija los objetivos del poder y de su Derecho y la libre acci¨®n social. Puede ser creyente o no creyente y defiende la Iglesia libre, separada del Estado libre. Es respetuoso con la ley, tolerante, libre de discrepar desde las reglas de juego de la Constituci¨®n y desde la aceptaci¨®n del principio de las mayor¨ªas. La condici¨®n de ciudadano se fortalece con la educaci¨®n y es una responsabilidad central del Estado y de la sociedad".
La ciudadan¨ªa, cuyo perfil he esbozado en l¨ªneas anteriores, no es un status, es una din¨¢mica que a¨²n est¨¢ a medio camino de alcanzar sus objetivos. La ciudadan¨ªa cl¨¢sica, en Grecia y en Roma, era limitada a sectores concretos. S¨®crates, Plat¨®n y Arist¨®teles aceptaban la existencia de s¨²bditos que no eran ciudadanos y de otros, los esclavos, que no eran personas.
En los or¨ªgenes de la Edad Media el corporativismo y las relaciones feudales diluyeron el concepto de ciudadan¨ªa y las personas en general difuminaban su personalidad en los gremios y en los feudos. S¨®lo los se?ores y los maestros ten¨ªan autonom¨ªa personal y posible protagonismo. Con el fortalecimiento de las ciudades y la aparici¨®n de una burgues¨ªa urbana de comerciantes y de funcionarios reapareci¨® el hombre libre; el individuo frente a la corporaci¨®n y el cives fue el burgu¨¦s, el habitante de las ciudades.
A partir del tr¨¢nsito a la modernidad se inici¨® el proceso para convertir al cives en el ciudadano con una dimensi¨®n pol¨ªtica. En los or¨ªgenes del Estado liberal, el burgu¨¦s era el ¨²nico ciudadano, con la marginaci¨®n de la nobleza y la todav¨ªa inexistencia del cuarto estado, del proletariado, que aflorar¨ªa potente con la aparici¨®n y el desarrollo de la sociedad industrial.
En el proceso de formaci¨®n y de desarrollo del ciudadano como protagonista de las sociedades democr¨¢ticas hubo plurales influencias: liberales, democr¨¢ticas, socialistas y republicanas. Conceptos como la secularizaci¨®n, el individualismo, la libertad y la igualdad, la idea de contrato social o el sufragio universal, favorecieron e impulsaron la ciudadan¨ªa.
Desde la secularizaci¨®n se empez¨® a distinguir entre el creyente y el s¨²bdito o el ciudadano y la diferencia de reglas en ambos casos. Fue el origen de la distinci¨®n entre ¨¦tica p¨²blica y ¨¦tica privada y entre el pecado y el delito. El individualismo supera las identidades comunitarias, parciales y cerradas y las sustituye por una identidad racional, contractual, individualista y universal. Los valores de libertad e igualdad, o de libertad igualitaria, facilitaron la acci¨®n del individuo en la sociedad y en el Estado y el resultado fue el ciudadano, legitimado en la generalizaci¨®n del sufragio y en el consentimiento de todos, exigencia del contrato social. Desde el pensamiento liberal en adelante el sujeto pol¨ªtico b¨¢sico es el ciudadano titular de los derechos del hombre y tambi¨¦n de los derechos pol¨ªticos como propios de su condici¨®n, especialmente el de sufragio como participaci¨®n en la representaci¨®n de la soberan¨ªa.
Superados los planteamientos del socialismo leninista y asentado el socialismo reformista, el concepto de ciudadano se fortaleci¨® con la dimensi¨®n social, que impuls¨® su solidaridad y su participaci¨®n en la satisfacci¨®n de las necesidades b¨¢sicas de los menos favorecidos, que no pueden hacerlo por s¨ª mismos. La ca¨ªda del comunismo y del fascismo super¨® un peligro real de retroceso, de reducci¨®n del concepto de ciudadan¨ªa. De todas formas, hoy existen otros riesgos vinculados al fundamentalismo religioso, que se superpone y controla al poder pol¨ªtico y que rechaza la igual ciudadan¨ªa. Probablemente muchos dirigentes de la Iglesia cat¨®lica desear¨ªan una situaci¨®n similar, pero afortunadamente la permanencia de los valores de la Ilustraci¨®n frustran en Occidente esa pretensi¨®n.
Por otra parte, la enorme injusticia en el disfrute de los bienes y de los recursos, con el empobrecimiento progresivo del tercer y del cuarto mundo est¨¢ produciendo una enorme avalancha de emigrantes que se agolpan para acceder al primer mundo, y Espa?a es un objetivo importante de ese movimiento.
La soluci¨®n no puede ser la del banquete del Malthus de cerrar a cal y canto la puerta del edificio donde se desarrolla el banquete, que es Occidente, ni tampoco abrir la puerta a todos, porque ser¨ªa imposible el resultado de esa situaci¨®n. Por supuesto, hay que potenciar las econom¨ªas locales en esos pa¨ªses, favorecer el comercio justo, pero tambi¨¦n luchar contra los excesos de emigrantes ilegales y contra las mafias que se aprovechan de su desesperaci¨®n.
De las crisis, si se tropieza pero no se cae, se pueden obtener progresos y dar grandes saltos hacia adelante. ?sta es una ocasi¨®n para la ampliaci¨®n de la ciudadan¨ªa, con moderaci¨®n y con juicio, a los emigrantes legales que son tan necesarios para el desarrollo econ¨®mico y social de nuestros pa¨ªses. Si tienen las obligaciones deben tener tambi¨¦n los beneficios, y eso es la ciudadan¨ªa plena. "Lo que a todos ata?e, por todos debe ser aprobado", dec¨ªa un viejo principio medieval que viene al caso, como criterio de justicia.
Pero la din¨¢mica, a medio y largo plazo nos debe llevar a otros escenarios que pueden ser los definitivos. La llamada globalizaci¨®n no puede tener s¨®lo dimensiones econ¨®micas, comerciales, t¨¦cnicas y de comunicaci¨®n. Debe tener tambi¨¦n dimensiones humanas, sociales y pol¨ªticas. Por eso prefiero el t¨¦rmino universalizaci¨®n que carece de las connotaciones economicistas, ego¨ªstas y reduccionistas de la globalizaci¨®n.
El horizonte ¨²ltimo conduce al ciudadano del mundo, hoy una utop¨ªa, pero que puede ser una verdad prematura, como dec¨ªa Lamartine.
Gregorio Peces-Barba Mart¨ªnez es catedr¨¢tico de Filosof¨ªa del Derecho y rector de la Universidad Carlos III de Madrid.
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