"Et introibo ad altare Dei..."
Los partidarios de la misa tridentina esperan la inminente liberalizaci¨®n de este rito por parte de Benedicto XVI
Quince minutos antes de que la misa comience la iglesia est¨¢ semivac¨ªa. Por la puerta abierta de una sacrist¨ªa con pinta de camerino modesto puede verse a un hombre joven haciendo pr¨¢cticas con el incensario. Un anciano reparte entre los escasos fieles las cuartillas con las oraciones correspondientes a la festividad del domingo 15 de octubre. El templo ocupa la planta baja de un edificio de pisos en el coraz¨®n del elegante barrio de Salamanca, en Madrid. Detr¨¢s de las vidrieras, de colores intensos, se intuye un patio de vecindad selecto. Unos minutos antes de las siete la iglesia cobra vida. Se ve alguna familia con cochecito de beb¨¦ incluido, varias parejas maduras y grupos de j¨®venes, sobre todo chicos, que se levantan al un¨ªsono al iniciarse la procesi¨®n hacia el altar.
El padre Ra¨²l viste una casulla de anticuario y oficia de espaldas a los fieles en la vieja lengua de la Iglesia cat¨®lica apost¨®lica romana
El sacerdote, el argentino Ra¨²l Olaz¨¢bal, un hombre joven, alto y delgado, avanza por el pasillo central escoltado por cuatro ayudantes y dos monaguillos. Bajo la casulla, un poco corta, bordada con hilos de oro -comprada a un anticuario de Buenos Aires por 120 euros-, asoma el delicado encaje del alba, una especie de saya blanca hasta los pies. De su antebrazo izquierdo cuelga el man¨ªpulo, como una estola a juego con la casulla, y luce en la cabeza un roquete negro. Ayudantes y monaguillos van vestidos tambi¨¦n con perfecci¨®n lit¨²rgica. Sotanas negras bajo la sobrepelliz (una t¨²nica blanca corta) los primeros, h¨¢bitos rojos bajo la sobrepelliz, los dos ni?os monaguillos.
Incienso y campanillas
La organista-cantante, invisible tras los tubos del instrumento y la mesa del altar, gu¨ªa a los feligreses a trav¨¦s de las letan¨ªas. Podr¨ªamos estar en una misa cantada como cualquier otra, si no fuera por los detalles que desconciertan al feligr¨¦s no advertido. Las ropas lit¨²rgicas del celebrante, casi una reliquia, la profusi¨®n de incienso, el sonido de las campanillas que subraya la solemnidad de algunos momentos, los velos de encaje negro sobre las cabezas de algunas se?oras y, sobre todo, el lat¨ªn.
El padre Ra¨²l, "et introibo ad altare Dei..." ("Y me acercar¨¦ al altar de Dios..."),
oficia de espaldas a los fieles, en la vieja lengua franca de la Iglesia cat¨®lica apost¨®lica romana, como en los tiempos previos a la reforma de 1969. El rito al que se mantuvo fiel el obispo cism¨¢tico Marcel Lef¨¨bvre. Pero en el ordinario de la misa que descansa en cada banco hay algunas claves para descifrar el enigma. La misa a la que estamos asistiendo, en la iglesia de San Luis de los Franceses de Madrid, no es lefebvrista. Aunque pertenezca al rito romano tradicional de San P¨ªo V, tiene la autorizaci¨®n "del Eminent¨ªsimo cardenal arzobispo de Madrid, Antonio Mar¨ªa Rouco Varela".
Una ceremonia con todas las bendiciones y, al mismo tiempo, con el sabor de lo clandestino. "La culpa es de los obispos", se lamenta Daniel, de 41 a?os, uno de los asistentes m¨¢s fieles. Pr¨¢cticamente no ha faltado a estas citas desde que los sacerdotes del Instituto de Cristo Rey, fundado en Francia en 1990, y con escasa presencia en Espa?a, consiguieron el pr¨¦stamo de esta sede. Pero todo podr¨ªa cambiar si Benedicto XVI firmara finalmente un motu proprio (documento de su exclusiva responsabilidad) para liberalizar el rito. A partir de ese momento, la misa tridentina ser¨ªa una opci¨®n libre en las iglesias, a petici¨®n de los fieles. En caso de estar en contra, el obispo tendr¨ªa que prohibirla. El propio Joseph Ratzinger ha celebrado misas latinas en sus a?os de cardenal y se cuenta entre los devotos del rito, junto al purpurado chileno Jorge Medina Est¨¦vez y al espa?ol Antonio Ca?izares; casi todos, de l¨ªnea conservadora. "No es justo asociar esta misa a lo conservador. El lat¨ªn, como el canto gregoriano, es una joya cultural y teol¨®gica", dice Jos¨¦ Mar¨ªa, un joven entusiasta de esta celebraci¨®n. "Es la ¨²nica forma de poder seguir la misa en Pek¨ªn, en Catalu?a o en Grecia".
Observando la ceremonia se comprende en parte que la jerarqu¨ªa eclesi¨¢stica espa?ola simpatice poco con este modelo. Impresionan los golpes de pecho en el Agnus Dei y la visi¨®n del oficiante en la consagraci¨®n, con los ayudantes levant¨¢ndole la casulla mientras los monaguillos agitan las campanillas y nubes de incienso envuelven el altar. Una imagen demasiado ligada, quiz¨¢s, a los a?os de lo que se llam¨® el nacionalcatolicismo.
"?C¨®mo se puede relacionar con el franquismo una ceremonia que tiene siglos de historia?", se interroga otro de los feligreses que acude a misa con su mujer. Una se?ora argentina se acerca a saludar al sacerdote. "Veo en esta misa mucho arrepentimiento", dice. "A m¨ª me llega al coraz¨®n", confiesa otro de los asistentes que atraviesa Madrid para llegar a esta c¨¦ntrica iglesia.
"El mundo se globaliza y la Iglesia tambi¨¦n. Por eso es importante que se pueda recurrir al lat¨ªn, una lengua que todos conocemos", dice Daniel, el m¨¢s firme defensor del rito, que alardea de haber tra¨ªdo a esta misa a muchos j¨®venes, directamente de las discotecas. "A quien m¨¢s gusta es a la gente menos practicante", a?ade. Pero no cree que el rito tridentino est¨¦ re?ido con el moderno. Lo confirma el padre de los dos monaguillos. "Yo voy a misa todos los d¨ªas, y vivo en Majadahonda, cerca de Madrid; donde obviamente no son en la lat¨ªn".
El padre Ra¨²l pronuncia la homil¨ªa en espa?ol, con suave acento argentino, dedicada enteramente a elogiar el ejemplo de Santa Teresa de ?vila, santa del d¨ªa y patrona del Instituto de Cristo Rey, en Espa?a. La oscuridad se ha tragado el color de las vidrieras cuando la voz magistral de la organista entona el rezo final de esta celebraci¨®n, la Salve, seguida con desigual o¨ªdo por los fieles. Pero lo importante es la intenci¨®n. La se?ora argentina tiene los ojos brillantes cuando se elevan las voces: "Ad te suspiramos, gementes et flentes, in hac lacrimarum valle".
Reticencias en el clero y entre los fieles
HACE CUATRO A?OS que los sacerdotes del Instituto de Cristo Rey comenzaron a celebrar las misas romanas en Madrid. La sede fue la iglesia de San Luis de los Franceses, gracias al permiso especial del anterior p¨¢rroco, Francis Rode. Pero el p¨¢rroco de esta iglesia cambi¨® hace tres meses y el actual no parece entusiasmado con estos ritos, autorizados por Juan Pablo II con un motu proprio en 1988. La autorizaci¨®n depende, en todo caso, del obispo titular en cada di¨®cesis. S¨®lo hab¨ªa una excepci¨®n, el Reino Unido. Los cat¨®licos brit¨¢nicos obtuvieron en 1969 un indulto especial de Pablo VI para celebrarlas. Cuentan que se lo pidi¨® expresamente la novelista Agatha Christie. En Espa?a s¨®lo se celebran en otros dos templos de Pamplona y Toledo, y en una capilla de Barcelona. Salvo en el caso de la capital catalana, las dem¨¢s misas tridentinas est¨¢n a cargo de los dos ¨²nicos sacerdotes del Instituto de Cristo Rey. Hay otra asociaci¨®n -Una Voce- que pretende resucitar en el mundo cat¨®lico estas ceremonias con sabor centenario, sin implantaci¨®n en Espa?a.
Nadie niega las reticencias de la jerarqu¨ªa, parte del clero y muchos fieles. Se cuentan con los dedos de una mano los sacerdotes capaces de celebrar misas por este rito y escasean las iglesias que quieran hospedarlas. Un portavoz de San Luis de los Franceses ruega a la periodista que haga constar en su reportaje que la misa en lat¨ªn no tiene nada que ver con la comunidad propietaria de la iglesia. Y a la hora de reclamar permiso para tomar una fotograf¨ªa de la ceremonia, una portavoz del arzobispado de Madrid advert¨ªa el pasado jueves de que, precisamente ahora, la misa est¨¢ a punto de cambiar de sede, y "a¨²n no se sabe con certeza d¨®nde se seguir¨¢ celebrando".
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