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En pocos d¨ªas dos armas de destrucci¨®n masiva han sacudido el mundo: la bomba at¨®mica de Corea del Norte y el DVD implosionado por CiU al inicio de la campa?a electoral en Catalunya. La comparaci¨®n no va m¨¢s lejos. De Artur Mas sabemos lo que quiere ser, pero no c¨®mo es y ser¨¢. En cambio, Kim Jong Il es un peligro grave, pero nunca dejar¨¢ de ser un chisgarab¨ªs. Su padre, Kim Il Sung, era una triste imitaci¨®n de Mao. Recuerdo que durante su largo reinado aparec¨ªa con cierta frecuencia en el New York Times una p¨¢gina entera con su orondo retrato y un incoherente mensaje de nuestro bienamado presidente, como rezaba el titular. La palabra nuestro era acertada, porque una p¨¢gina de publicidad en el New York Times vale una pasta gansa, que costeaba el pueblo coreano de sus escu¨¢lidos bolsillos. Un gasto, por otra parte, in¨²til, ya que el anuncio era le¨ªdo por muy pocos, y s¨®lo para burlarse o sentir pena y enojo ante aquel alarde siniestro de estupidez y despotismo.
Cuando a un tirano le sucede otro de su misma cuerda, suele hacer bueno a su antecesor, y en el caso de Corea del Norte la regla se ha cumplido. Mientras la comunidad internacional le enviaba ayuda para paliar la hambruna causada por el descalabro de la gesti¨®n p¨²blica, los recursos econ¨®micos del pa¨ªs se volcaban en construir un arsenal at¨®mico con fines publicitarios. A diferencia de los pa¨ªses de Oriente Medio, a quienes la perpetua convulsi¨®n de la zona puede empujar a este tipo de aventuras, a Corea del Norte no s¨®lo no la amenaza nadie, sino que el mundo entero tiene tendencia a olvidarse de que existe. Como el fascista trip¨®n y paticorto de anta?o, que despu¨¦s de cuatro copas sacaba un pistol¨®n en un bar de alterne para hacerse el hombre, Kim Il Jong, harto de que nadie mire su imagen de mu?eco de celuloide, recurre a la amenaza para sentirse un gigante y, de paso, salir en los peri¨®dicos sin pagar, como hac¨ªa su bienamado padre.
Por supuesto, nada de esto necesita Artur Mas para brillar con luz propia, y si decide gastarse los cuartos en un inmenso spot, es por razones estrat¨¦gicas que pueden salirle bien o mal. Y aqu¨ª se acaba el cuento, salvo que uno de estos d¨ªas oigamos un barrabum que nos deje a todos de pasta de boniato radioactivo.
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