El candidato sin atributos
"La candidatura de Madrid es lo que tiene", resumi¨®, en castizo, la concejala Isabel Vilallonga. Se refer¨ªa a una designaci¨®n de candidato que se ha decidido sin consultar al grupo socialista. Pero la frase da para m¨¢s, sobre todo si se aspira la ese del copulativo, porque lo importante de estos verbos (ser, estar, parecer, incluso resultar) reside en los atributos: lo que tiene. Lo que ha tenido la candidatura socialista a la alcald¨ªa de Madrid ha sido una evoluci¨®n de traca. Para empezar, porque empez¨® por no tener. Y esa carencia de atributos trajo burlas de la oposici¨®n y gener¨® desconcierto e inquietud entre los ciudadanos susceptibles de votar al PSOE, que en el extra?o proceso de designaci¨®n quedaron boquiabiertos de incredulidad: ?c¨®mo es posible que el partido en el Gobierno no tenga un candidato claro para regir la capital del Estado, que no guarde en la manga una alternativa convincente a un contrincante de la categor¨ªa de Ruiz-Gallard¨®n? ?C¨®mo es posible que se cometa la torpeza de hacer p¨²blicos nombres que rechazan la oferta? En ese absurdo camino, el PSOE ha perdido parte de la credibilidad recuperada. El absurdo es lo que tiene.
El cl¨ªmax lleg¨® con la designaci¨®n del economista y asesor presidencial Miguel Sebasti¨¢n. Hasta los m¨¢s furibundos parlanchines del PP se quedaron sin capacidad de reacci¨®n. El resto, pregunt¨¢ndose qui¨¦n es Sebasti¨¢n el parad¨®jico, puesto que s¨®lo se conoce entre las filas socialistas no consultadas, y cu¨¢l ser¨ªa el sentido de su elecci¨®n (si es que hay alguno, aparte del mero resultado por desesperada eliminaci¨®n). Seg¨²n Gallard¨®n, el que se presenta a la alcald¨ªa es Zapatero, por persona interpuesta. Es lo mismo que pensar que Gallard¨®n se presenta a la Moncloa por cargo interpuesto, as¨ª que no es descabellado. Y probablemente sea la raz¨®n por la que ciertos correligionarios del actual alcalde hayan declarado que ¨¦ste hubiera preferido enfrentarse a un candidato m¨¢s fuerte. Contando con ganar, afianzar¨ªa su propia fuerza frente a su partido, que no le quiere y se equivoca: el PP, ciego de rancio rencor, deber¨ªa reconocer de una vez que su futuro pasa por la l¨ªnea liberal de Gallard¨®n. All¨¢ ellos. Aqu¨ª, ¨¦l. Tambi¨¦n advierte Gallard¨®n de que la que se avecina ser¨¢ "una campa?a de ideas, no de personas". Predicci¨®n estimulante, dado que, si las ideas nunca est¨¢n de m¨¢s, se hacen imprescindibles para combatir los principales problemas madrile?os: la precariedad de la vivienda y el trabajo, el desastre del tr¨¢fico, el derroche econ¨®mico y arboricida que conllevan las continuas e innecesarias obras del actual equipo de gobierno municipal. Y lo que sobra es personalismo, que es en lo que ha basado sus sucesivos triunfos electorales un alcalde que gana aunque haga las cosas mal y tenga la ciudadan¨ªa en contra. ?l es lo que tiene.
De entrada, lo que me gusta de Sebasti¨¢n el ignoto es que no tenga carn¨¦ del PSOE, por mi tendencia natural a fiarme m¨¢s de la gente sin carn¨¦, que me atrae como un chucho sin pedigr¨ª y me produce parecido sentimiento reflejo de solidaridad que un sin papeles. Lo que me escama, sin embargo, es que le guste a Rodr¨ªguez Ibarra. Su apoyo me devuelve a la confusi¨®n inicial pero con susto a?adido: ?qu¨¦ tiene Sebasti¨¢n que pueda agradar a alguien como Ibarra? Seg¨²n ¨¦ste, que no quiso ser ministro, como ¨¦l. Me tiembla el pulso mientras saco la calculadora. Porque se estima que ¨¦sa, la calculadora, sea la raz¨®n pen¨²ltima de la designaci¨®n de Sebasti¨¢n: la posibilidad de derrotar a Gallard¨®n por las cuentas. A quienes se nos dan mal los n¨²meros pero no nos apeamos de ciertas ideas nos viene muy bien que la calculadora, quiz¨¢ la ¨²nica que ponga nervioso a Gallard¨®n, pueda ser objeto principal de la campa?a. Orden e imaginaci¨®n, ha dicho Zapatero que traer¨¢ Sebasti¨¢n a Madrid, y no se me ocurre mejor manera de definir la abstracci¨®n de los n¨²meros. Abstracci¨®n que en Madrid se concreta en una deuda descomunal que acaso Sebasti¨¢n nos ayude a desglosar.
En fin, que Sebasti¨¢n me recuerda al Ulrich de Musil, protagonista de El hombre sin atributos: un hombre que es todos los posibles, una plena potencialidad, un atrevido que acepta, acaso sin fe, la dificultad de la alternativa, un t¨¦cnico que llega a una ciudad que parece (sigue la c¨®pula) en ruinas para competir con Arnheim, el hombre con atributos, el prusiano de ¨¦xito, el l¨ªder cosmopolita cargado de aspiraciones. "El hombre cuyo yo est¨¢ en busca de su m¨ª", como quer¨ªa George Steiner que se titulara en ingl¨¦s el libro de Musil. Yo, Sebasti¨¢n. Mi, Madrid. ?Debemos ser pesimistas? ?Y si resulta? La duda es lo que tiene.
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