'Kitsch'
SIEMPRE SE aprende de los viejos maestros por muchas razones, entre las que la inactualidad de sus ense?anzas no es, a mi juicio, la menor, porque, no nos enga?emos, nuestro principal narc¨®tico es ese alcaloide moderno que nubla nuestra mente con la seudoperspectiva del presente a cualquier precio. Por eso me he sentido reconfortado con la nueva edici¨®n en castellano, al cuidado de F¨¦lix Fan¨¦s, de una antolog¨ªa de escritos del cr¨ªtico de arte estadounidense Clement Greenberg (1909-1994), La pintura moderna y otros ensayos (Siruela), donde se recogen algunos de sus ensayos m¨¢s brillantes escritos entre 1939 y 1960, el periodo donde fragu¨® su merecido prestigio internacional. La siempre reductora fama le vino a Greenberg por haber sido el adalid del expresionismo abstracto americano, el movimiento surgido tras la Segunda Guerra Mundial, que, adem¨¢s, coron¨® a Nueva York como capital mundial de la vanguardia. Hoy en d¨ªa, propiamente, ni hay vanguardia, ni la potente urbe americana monopoliza un mercado art¨ªstico que se ha hecho global, con lo que, no hace falta ni decirlo, el otrora reverenciado Clement Greenberg s¨®lo es citado cuando alg¨²n mediocre cr¨ªtico emergente, sobre todo si es tambi¨¦n americano, alancea su cad¨¢ver para poder vender la mercanc¨ªa de la ¨²ltima novedad.
Heraldo de la autonom¨ªa del arte y del formalismo, esa corriente historiogr¨¢fica que gener¨® la llamada Escuela de Viena durante el ¨²ltimo tercio del siglo XIX y, un poco despu¨¦s, el brit¨¢nico Roger Fry la hizo operativa para la cr¨ªtica de arte, a Greenberg le perdi¨® el triunfo de la cultura pop, que sigue determinando actualmente el destino de cualquier creaci¨®n art¨ªstica. Como si previera la cat¨¢strofe que se avecinaba, en 1939, Greenberg public¨® un art¨ªculo titulado Vanguardia y kitsch, el primero de la recopilaci¨®n antol¨®gica que comentamos, donde establec¨ªa una distinci¨®n entre ambos, cuya vigencia resulta estremecedora, principalmente en lo que all¨ª afirmaba sobre c¨®mo el kitsch, t¨¦rmino germ¨¢nico para denominar el "mal gusto" popular, pero en el sentido de la masiva aceptaci¨®n de lo t¨®picamente establecido, se dejaba fascinar por los efectos de una obra de arte, mientras que la vanguardia lo hac¨ªa con el proceso de la misma; en suma: que el kitsch era, en esencia, efectista, y la verdadera vanguardia, intencionalmente al menos, creativa.
Aunque no hay duda de que muchas de las tesis defendidas con ardor y consecuencia por Greenberg estaban erradas, porque ni el arte puede ser s¨®lo Forma, ni la vanguardia art¨ªstica progresa linealmente como la t¨¦cnica, mediante cambios que invalidan lo anterior, su lecci¨®n intempestiva sobre la amenaza del kitsch; esto es: sobre la conversi¨®n del arte en un espect¨¢culo medi¨¢tico hozando sobre la banalidad precisamente por ser banal, me parece, eso s¨ª, de una "actualidad" escalofriante. En este sentido, no resulta muy desajustada la hip¨®tesis, ahora que tanto se habla de la "muerte del arte", de que ¨¦ste fenezca a causa de su ¨¦xito.
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