El perfecto clich¨¦ brit¨¢nico
Jeremy Hackett cre¨® en 1983 una marca de ropa masculina a la que dio su apellido y que se convirti¨® en un s¨ªmbolo del clasicismo ingl¨¦s. Hoy se reinventa a s¨ª mismo como Mr. Classic, un ir¨®nico columnista de moda y protocolo, y edita un libro que recopila sus mejores art¨ªculos
Hay s¨¢ndwiches de pepino, 10 clases de t¨¦ y c¨®cteles a base de Pimm's. Se echan carreras de sacos y se corre con cucharas en la boca sosteniendo huevos duros. Las periodistas de moda, casi todas chicas, se relajan en las mantas dispuestas sobre el c¨¦sped. Los modelos, casi todos chicos, llevan, o bien perfectos trajes, o bien impolutos polos de rugby. En el universo Hackett no hay nada fuera de su sitio, y la presentaci¨®n a la prensa espa?ola de su colecci¨®n de invierno no iba a ser menos.
La marca vende clasicismo brit¨¢nico y tiene su tienda insignia en la m¨ªtica Sloane Street, pero desde junio de 2005 Hackett es propiedad del grupo de inversi¨®n Torreal. Por eso, esta fiesta importa y hace acto de presencia en ella Juan Abell¨®, el se?or que posee la mitad de Pepe Jeans y que compr¨® por unos 22 millones de euros (seg¨²n calcul¨® The Times) Hackett al grupo de lujo suizo Richemont. Pero el verdadero Sombrerero Loco de este tea party es Jeremy Hackett, fundador de la casa en 1983. Nuestro anfitri¨®n, 52 a?os, lleva la mitad de su vida vistiendo a los caballeros. Sus armas son el tweed y el gusto por el detalle. Su imaginario est¨¢ poblado por hombres hermosos que cazan el zorro y conducen Bentleys con cestas de picnic atadas al cap¨®. Sus nueve tiendas propias en Londres, la de Par¨ªs y la de Madrid (adem¨¢s de sus puntos de venta en centros como Harvey Nichols, Selfridges y El Corte Ingl¨¦s) pertenecen a un tiempo en que el cliente era lo primero y se le explicaba la raz¨®n de ser de la costura de un dobladillo. "Hoy en d¨ªa todo tiene que hacerse deprisa. Tan pronto como sales de la tienda, lo que te llevas se ha pasado de moda. No hay ning¨²n sentido de continuidad ni de marca. No da tiempo a disfrutar de las cosas ni a sacarles todo el partido. Zara renueva su l¨ªnea de producto cada dos semanas. Seguro que funciona, pero no es para m¨ª", dice el dise?ador.
Todo en Hackett huele a alta alcurnia, pero el inventor del asunto se cri¨® en un orfelinato y recuerda perfectamente la primera vez que sus padres adoptivos, una pareja de clase media de la ciudad portuaria de Bristol, le llevaron de compras: "Ten¨ªa seis a?os. Nunca hab¨ªa pisado una tienda. En el hospicio s¨®lo ten¨ªamos ropa de segunda mano, por fin pude estrenar algo. Nunca nadie me hab¨ªa preguntado: '?Qu¨¦ te gusta m¨¢s, esto o esto otro? Elige'. Escog¨ª una camisa crema, pantalones cortos de cuadros escoceses y una pajarita a juego", explica Hackett, que conserva en su corbata el gusto por el estampado tartan.
De adolescente se hizo 'mod'. "No tanto por la m¨²sica como por la ropa. Me encantaba la est¨¦tica sobria de sus trajes ajustados, sin frusler¨ªas. Tambi¨¦n ten¨ªa una esc¨²ter, pero sin espejos". Su inter¨¦s por la moda le llev¨® a trabajar en una sastrer¨ªa, "doblando jers¨¦is todo el d¨ªa", cuando dej¨® el colegio. A los 19 a?os se fue a Londres y trabaj¨® en tiendas de caballero en King's Road y Saville Road. Un d¨ªa, rebuscando en el mercadillo de Portobello se encontr¨® con Ashley Lloyd-Jennings, otro cazador de joyas textiles. "Lo que m¨¢s me puede gustar es una ganga", dice Hackett. "En cuesti¨®n de estilo el presupuesto no importa, lo b¨¢sico es tener buen ojo. Yo era el tipo listo que encontraba un traje por 10 libras y lo vend¨ªa por 100. La exclusividad es encontrar una maleta de los a?os treinta en un rastrillo por un par de libras; no te cruzar¨¢s con nadie que tenga una igual". Con su nuevo socio, se dedic¨® a exportar piezas cl¨¢sicas brit¨¢nicas a una tienda de Par¨ªs. Botas de montar, trajes sastre, sombreros de copa, paraguas? todo de segunda mano: "Ahora lo llaman retro o vintage porque creen que segunda mano no es glamuroso, que la gente lo relaciona con ser pobre". La pareja abri¨® una tienda en Londres para revender sus hallazgos, y con el tiempo crearon sus propias colecciones, inspiradas en aquello que encontraban.
Hackett se ha convertido en un s¨ªmbolo para gente muy dispar. Los l¨¢nguidos muchachos de su imaginer¨ªa han hecho de ella una marca de culto en el mundo gay, pero tambi¨¦n fue adoptada durante una temporada por los hooligans ingleses. De hecho, la marca cambi¨® en 2000 el logo de sus polos, retirando la cruz de San Jorge, la bandera nacional inglesa, prenda insignia de la hinchada.
Hoy, Jeremy Hackett es asesor de la em-
presa que lleva su apellido. Asiste a reuniones, da consejos, pero no toma decisiones. Se ha reinventado a s¨ª mismo como columnista, aunque admite que "nunca hab¨ªa escrito nada antes, salvo, quiz¨¢, alguna nota de agradecimiento". Su cr¨®nica dominical en The Independent on Sunday, firmada por Mr. Classic, es un delicioso e ir¨®nico comentario sobre moda y protocolo para gentlemen de hoy d¨ªa. Aconseja sobre cosas como qu¨¦ llevar en una citaci¨®n judicial (los zapatos deben estar limpios, pero no demasiado, ya que "hay que parecer digno y respetuoso, con un punto justo de resentimiento"), o c¨®mo ponerse una camisa floreada (sin planchar, arremangada y con una camiseta debajo). Tiene momentos petardos ("el calentamiento global est¨¢ teniendo unos efectos desastrosos en mi armario") y tiernas an¨¦cdotas personales, como cuando estuvo ingresado unos d¨ªas y las enfermeras le votaron como el paciente mejor vestido de la planta (llev¨® seis pijamas). En una de sus columnas recuerda c¨®mo en una fiesta de post¨ªn la estrella fue un elegante caballero que apareci¨® en chaqu¨¦ y con chancletas. ?Se atrever¨ªa ¨¦l a tanto? "Me temo que no tengo unos pies atractivos", bromea Hackett. "Pero las reglas est¨¢n ah¨ª para romperlas". Confiesa que el armario de su casa es un aut¨¦ntico desastre. Un lugar donde nada est¨¢ en su sitio. Hackett vuelve a sonre¨ªr: "Por muy en serio que parezca que me tomo todo esto, en realidad no lo hago".
De la guerra a las perchas
La historia de la moda cl¨¢sica masculina est¨¢ indisolublemente ligada a los uniformes militares. En su columna semanal en The Independent on Sunday, Jeremy Hackett se extiende en curiosas explicaciones sobre el origen guerrero de piezas de vestir tales como el cardigan, el saco de la Marina o las chaquetas cruzadas. Botones, solapas o cinturones responden en su origen a necesidades concretas de los soldados. "A los hombres nos gusta llevar uniforme", admite Hackett, "la pieza clave de un armario masculino es la chaqueta azul. Los hombres somos as¨ª de aburridos. Pero en el fondo es como el little black dress de las chicas. Un vestidito negro tambi¨¦n es un uniforme. La moda en general lo es".
El libro 'Mr. Classic', que recopila las columnas de Jeremy Hackett en 'The Independent on Sunday', est¨¢ a la venta en la tienda Hackett de Madrid (Jorge Juan, 7).
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