La herencia de Capo
Actualmente existe m¨¢s de una asociaci¨®n, incluso un pueblo entero, que reivindica el derecho a ir desnudo por la vida. Lo que puede parecer cosa de hippies sin reciclar tiene m¨¢s a?os que Matusal¨¦n y va precedido de toda una filosof¨ªa m¨¢s complicada de lo que parece. Nicol¨¢s Capo es uno de esos interesantes personajes que el tiempo ha eclipsado y que dedic¨® su vida a divulgar la trofolog¨ªa: el naturismo integral, que comporta nudismo y una dieta para regenerar las enfermedades producidas por una mala alimentaci¨®n. Hablamos de los a?os treinta del siglo pasado, cuando Capo publicaba la revista Pentalfa, con la portada de un grupo de ni?os desnudos en plenas colonias de verano o con dos mujeres tomando el sol en la playa bajo este titular: Verano de dos sirenas nudistas.
La hija de Capo no piensa jubilarse y proyecta abrir una escuela naturista en la que los ni?os aprendan a amar la naturaleza
Capo hab¨ªa nacido en el sur de Italia, pero su familia emigr¨® primero a Uruguay, a Montevideo, donde fund¨® la Escuela Libre Naturista, y luego a Barcelona. Su hija Odina lo define como un humanista, autodidacta, emp¨ªrico, librepensador y pacifista. Apasionado por Gandhi, lleg¨® a cartearse con el pacifista y, el d¨ªa en que ¨¦ste fue asesinado, Capo sumi¨® a toda la familia en ayuno y meditaci¨®n profunda. Odina, como sus dos hermanos, encontraba aquello de lo m¨¢s normal, como las duchas fr¨ªas o el zumo de lim¨®n en ayunas. Ahora, a sus 72 a?os, contin¨²a el legado de su padre reeditando sus libros y proyectando una ambiciosa escuela naturista parecida a la que en 1929 fund¨® su padre en Viladecans (Baix Llobregat).
Nicol¨¢s Capo ten¨ªa un despacho en la calle de Pelai de Barcelona, donde recib¨ªa a sus pacientes. Su ¨²nica medicina era la correcta combinaci¨®n de los alimentos; as¨ª cur¨® a centenares de personas que le consideraban mucho m¨¢s que un m¨¦dico. Cebollas, ajos, ba?os de sol, poco sexo... eran recomendaciones para una vida sana. Public¨® libros para tratar el reumatismo, la diabetes, para curarse con naranjas o limones, o acerca de c¨®mo sustituir el pan. Nicol¨¢s Capo y sus seguidores organizaban fiestas familiares en Sant Miquel del Fai (Vall¨¨s Oriental) y en muchas playas. Se discut¨ªan temas, se cantaba, se bailaba, pero, como tantas otras cosas, la Guerra Civil y la victoria del general Franco truncaron aquel supuesto para¨ªso terrenal.
Los mal llamados nacionales quemaron o requisaron sus libros y papeles, historiales de pacientes, dietas... todo lo que los fascistas encontraron en su domicilio y en el despacho de Pelai. Parte de este patrimonio se encuentra en Salamanca. Odina se enter¨® de ello gracias al historiador Josep Cruanyes, que vela tambi¨¦n por el patrimonio de otros afectados por el expolio. Ahora espera el momento de recuperar esos papeles y ya tiene pensada una fiesta en su restaurante vegetariano, L'Hortet, de la calle de Fortuny.
L'Hortet ha sido durante sus 12 a?os de vida el reducto naturista que Odina ha tenido siempre en mente. All¨ª ha organizado cursos y atiende a las personas que le piden ayuda. Ahora lo regenta su hija, que tambi¨¦n se llama Odina, pero la hija de Capo no piensa jubilarse y, siempre con la memoria de su padre por delante, tiene pensado abrir una escuela naturista en la que los ni?os puedan aprender a amar la naturaleza. Le pregunto si el nudismo entra en sus planes y me dice que no rotundamente porque considera el t¨¦rmino muy desvirtuado y dif¨ªcil de entender en nuestros d¨ªas.
Nicol¨¢s Capo tuvo una vida intensa pero dura: exilio y campos de concentraci¨®n en Francia, m¨¢s otros tres a?os trabajando en una cantera de Nanclares de Oca (?lava), saqueos en su casa y 16 a?os expulsado en la ciudad francesa de Perpi?¨¢n. Odina dej¨® sus estudios de m¨²sica para cuidarlo, hasta que le dejaron regresar a Barcelona, donde muri¨® en 1977. Antes, escribi¨® un testamento espiritual dedicado a su mujer, donde dice cosas como esta: "Te volver¨¦ a buscar en todos los rincones, en los palacios y en los suburbios, para darte de nuevo el mensaje del invicto naturismo que no has bien comprendido en esta lecci¨®n terrena".
"Quiero que el esp¨ªritu de mi padre sea feliz", me comenta Odina mientras comemos unos canalones vegetarianos cuyos ingredientes no logro adivinar. Odina me muestra libros, revistas, fotos... Y ella misma se sorprende de que no cayeran en manos de los fascistas, o de su propia madre, que, aterrada por Franco, quemaba todo lo que pod¨ªa perjudicar a la familia. "Mi padre, en plena Guerra Civil, lleg¨® a recoger ni?os abandonados en el puerto y se los llevaba al castillo de la Oreneta, en Pedralbes, donde construy¨® un peque?o ed¨¦n".
Odina me habla de comida, de salud, de fraternidad entre los hombres y me veo hablando con su propio padre. "Yo estaba muy unida a ¨¦l y ¨¦l me gu¨ªa en mi labor, que es la suya". Le digo que tengo que dejarla para ir al m¨¦dico. "Yo podr¨ªa darte algunos consejos para que esta visita no fuera necesaria". Por si me animo, me regala unos cuantos libros, y al despedirme me recomienda la ducha fr¨ªa matutina. Mal empezamos.
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