Mara?a europea
Acabo de participar, junto a otros ocho representantes espa?oles, en las conferencias Unica de Par¨ªs, en las que estudiantes procedentes de las ciudades capitales europeas hemos debatido el estado de las universidades en nuestro continente. Y la impresi¨®n general que se puede colegir es que tambi¨¦n una propuesta de este tipo acaba ator¨¢ndose en la dif¨ªcil mara?a en que se encuentran buena parte de las discusiones europeas. En Par¨ªs, de lo que se trataba era de debatir sobre posibles problem¨¢ticas comunes a toda Europa, en este caso en lo que se refer¨ªa a las interacciones entre una universidad y su ciudad, todo ello sin perder de vista el proceso de convergencia de Bolonia que se mantiene en rumbo desde hace unos a?os.
Sin embargo, con inusitada frecuencia se constataba lo dif¨ªcil que es establecer una aut¨¦ntica problem¨¢tica af¨ªn a todas las universidades de Europa sin que ¨¦sta desborde los l¨ªmites espec¨ªficos del continente o sin caer en la siempre inc¨®moda incorrecci¨®n pol¨ªtica. ?Qu¨¦ cuestiones pueden afectar de forma semejante a modelos universitarios tan dispares como el escandinavo, el b¨²lgaro o el espa?ol, y de existir, acaso no ser¨ªan extensibles a otros contextos universitarios extraeuropeos?
Al final, todos optamos por resoluciones neutras y algo idealistas, que no ocultaban cierto tono de correcci¨®n pol¨ªtica, pero que pod¨ªan ser f¨¢cilmente acusadas de poca concreci¨®n. En definitiva, este tipo de experiencias, tan necesarias como arriesgadas, muestran, incluso ante la mirada de un incondicional euro-optimista como es la m¨ªa, que la problem¨¢tica europea discurre a menudo en los c¨®modos derroteros de lo gen¨¦rico y de lo pol¨ªticamente correcto, pero que evita con parecida facilidad enfrentarse a lo divergente y a los desequilibrios, entramp¨¢ndose as¨ª en atolladeros para cuya salida es preciso intensificar esfuerzos.
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