No gana para disgustos

Se lamentaba Manuel Chaves del tono cr¨ªtico de Mariano Rajoy en el Congreso a favor del s¨ª al Estatuto. El l¨ªder de los populares se emple¨® a fondo en denostar el trabajo que se hab¨ªa realizado en la tramitaci¨®n del texto atribuyendo, descaradamente, a la acci¨®n de su partido el encaje constitucional del mismo, present¨¢ndose as¨ª como el salvador de un proceso que amenazaba con un futuro incierto si es que dicha reforma sal¨ªa adelante s¨®lo con los apoyos de IU y los nacionalistas. Incluso hizo una encendida defensa del t¨¦rmino "realidad nacional", eso s¨ª, como mera referencia literaria y descarg¨¢ndolo de cualquier validez pol¨ªtica y legal. A Chaves no le gustaron estas palabras. A su juicio, se actuaba por parte del PP de forma desleal y no cumpliendo con la verdad de lo que realmente hab¨ªa acontecido. Vamos, que Rajoy le hab¨ªa robado la cartera al ir m¨¢s all¨¢ de una simple defensa de sus posiciones y arremeter contra los socialistas, a pesar de que hab¨ªa llegado a un acuerdo esencial con ellos en torno a la reforma.

Estas quejas sorprendieron a un exultante Javier Arenas, quien no pod¨ªa disimular que ven¨ªa de superar uno de los trances m¨¢s importantes: con el paso dado no s¨®lo se rehabilitaba el centro derecha en Andaluc¨ªa sino que, adem¨¢s, aparentemente, ganaba el pulso al sector m¨¢s reaccionario de su partido encabezado por Acebes y Zaplana. Es aqu¨ª en donde se puede encontrar la clave de la intervenci¨®n de Rajoy. El pol¨ªtico gallego, m¨¢s que arremeter contra los socialistas, trataba de defenderse de los suyos y de los que pretenden marcar la agenda de su partido. Era un discurso a la defensiva, una lectura de puertas para adentro.

Es por eso que el disgusto de Chaves no debe ir a m¨¢s y ahora, tal y como lo recordaba el socialista Manuel Gracia, lo que hace falta es que los populares dejen de mirarse el ombligo y se dediquen, a partir de esta semana, a trabajar en defensa del nuevo Estatuto. Adem¨¢s de este sobresalto, Chaves apenas tuvo tiempo para disfrutar del ¨¦xito conseguido ya que, de inmediato, se tuvo que poner a trabajar en la nueva encomienda de Zapatero, como era la de mediar ante el PSC para evitar que se reeditara el tripartito catal¨¢n. Al margen de la suerte que corra en esta empresa, lo cierto es que no es la primera vez que apenas le dejan saborear las mieles del triunfo en el PSOE. Ya le pas¨® cuando la renuncia de Joaqu¨ªn Almunia le oblig¨® a asumir el control del partido, inmerso en una de sus crisis m¨¢s graves. Est¨¢ claro que esa virtud que le acompa?a para hacerse, cuando corresponde, con los destinos de su partido es la que podr¨ªa estar detr¨¢s de la extempor¨¢nea reacci¨®n de su compa?ero Juan Carlos Rodr¨ªguez Ibarra, alguien que nunca disimul¨® la envidia y los celos que le tiene al dirigente andaluz.