Thor Heyerdahl y los h¨¦roes de Telemark
Las elecciones catalanas han oscurecido entre nosotros la celebraci¨®n, el pasado jueves, del D¨ªa Internacional Thor Heyerdahl. Es una pena. Merec¨ªa mejor suerte el intr¨¦pido Thor (1914-2002), el navegante de la Kon-Tiki, uno de los grandes iconos de la aventura y la exploraci¨®n de los tiempos modernos y un hombre que conjura en la memoria oc¨¦anos de espuma e intrepidez. Aqu¨ª s¨®lo ha recordado la fecha la editorial Sirpus, que publica la Biblioteca Thor Heyerdahl, en la que ha aparecido Isla de Pascua, una biograf¨ªa de Antoni Pujador, miembro del consejo de jefes de Rapa Nui y amigo y colaborador barcelon¨¦s del explorador noruego. Desde estas l¨ªneas no podemos organizar un homenaje p¨²blico a Thor al estilo del que se le tribut¨® en Oslo el d¨ªa 2, que cont¨® con actuaciones musicales (incluido el estreno de la canci¨®n Kon-Tiki) y una charla de Amin Maalouf (el acto signific¨® la puesta de largo del Instituto Heyerdahl, con sede en la casa del explorador en Larvik y consagrado a promover y continuar su investigaci¨®n y sus ideas), pero s¨ª podemos recordar su conexi¨®n con los h¨¦roes de Telemark.
Los h¨¦roes de Telemark eran un pu?ado de valientes comandos noruegos adiestrados por el servicio secreto brit¨¢nico que, tras una esforzada marcha helada con esqu¨ªs en su pa¨ªs, ocupado por los alemanes, destruyeron la noche del 27 de febrero de 1943 los dispositivos para fabricar agua pesada de la planta hidroel¨¦ctrica de Norsk Hydro en Vemork, cerca de Rjukan, en la regi¨®n de Telemark, y frustraron los planes nazis para conseguir su bomba at¨®mica.
?Qu¨¦ ha sido de aquellos bravos? Seguir su rastro en la nieve del tiempo es emocionante. Muchos a?os despu¨¦s, en 1990, los supervivientes de la haza?a, viejecitos, volvieron a hacer la misma ruta, bastante m¨¢s despacio, acompa?ados por amigos y admiradores (hasta 3.000 personas), y con la felicidad de no tener que atravesar esta vez campos de minas. La simp¨¢tica iniciativa, bautizada como "la marcha de los saboteadores" -Sabotormarsjen, en noruego-, arranc¨® de Fjosbudalen, donde los comandos ten¨ªan su base antes de avanzar sobre Vemork y donde pasaron en su d¨ªa un fr¨ªo ¨ªmprobo y se vieron obligados a comer liquen y el contenido del est¨®mago de un reno.
Joachim Ronneberg, l¨ªder del equipo y en el que se inspir¨® el papel de Kirk Douglas en la inolvidable Los h¨¦roes de Telemark (1965), de Anthony Mann, el filme m¨¢s formativo que nos lleg¨® de Escandinavia en la adolescencia junto con Helga (1967), dijo durante la emotiva marcha de veteranos que se les confund¨ªan pasado y presente, as¨ª que es posible que alguno tratara de sabotear otra vez la planta.
Despu¨¦s de aquello, han ido muriendo, en un lento goteo crepuscular, los viejos h¨¦roes. El valiente Einar Skinnarland -?qu¨¦ nombre m¨¢s apropiado para ese indomable virtuoso del esqu¨ª!- falleci¨® en Toronto en 2002, sin dejar de conservar, como emotivo souvenir de los buenos tiempos de comando, sus p¨ªldoras de cianuro. Le hab¨ªa precedido en 1994 el sin miedo Knut Hakelid, que no s¨®lo form¨® parte del equipo de sabotaje en Vemork, sino que luego, jug¨¢ndose una vez m¨¢s la vida, hundi¨® con explosivos el ferry Hydro, que transportaba la producci¨®n restante de agua pesada. En 2003 nos dej¨® a causa de un infarto Claus Helberg, el comando que, tras la operaci¨®n de sabotaje, tuvo que esquiar a vida o muerte contra una patrulla de alemanes. Ha muerto tambi¨¦n Kasper Idland, con el que es m¨¢s f¨¢cil identificarse porque esquiaba mal.
Est¨¢, en cambio, vivo todav¨ªa otro de los valientes de aquella aventura, Knut Haugland. Haugland es, adem¨¢s, el ¨²ltimo vikingo: el ¨²nico que queda de la expedici¨®n de la Kon-Tiki (voil¨¤ la conexi¨®n), en la que, no harto a¨²n de peligros, se embarc¨® en 1947 como radiofonista. ?l y Heyerdahl se hab¨ªan conocido en las fuerzas especiales que se infiltraban en la Noruega ocupada.
No hace mucho estuve en Noruega. Me hubiera encantado ir a Telemark, sobre todo ahora que ya no hay peligro, pero no pudo ser. Empe?ado en revivir de alguna manera aquellos tiempos de aventura, consegu¨ª colarme en una singladura en la motonave Fjordprins por el Sognefjord, el fiordo de los sue?os, donde se produjo el primer golpe contra la Europa ocupada por los nazis -desde el pesquero matriculado en Esbjerg Lady, pilotado por el pastor Olaf Leirvaag y bajo el mando del bravo Rubin Larsen-. El crucero es una gran atracci¨®n tur¨ªstica y pocos entendieron que me empe?ara en permanecer todo el rato en el puente, bajo la deshilachada bandera noruega, sin resguardarme del aire g¨¦lido, aferrado a mis prism¨¢ticos militares y recorriendo el paisaje con mirada hosca y decidida. "?Observando p¨¢jaros?", me pregunt¨® una joven en ingl¨¦s, intentando una aproximaci¨®n imposible dadas mis ¨¦picas cavilaciones. "No, milady, el Tirpitz". Lo dije para ahuyentarla, pero es cierto que el gran acorazado alem¨¢n gemelo del Bismarck y al que Churchill denominaba "la bestia" pas¨® la mayor parte de la guerra emboscado en los fiordos, hasta que lo hundi¨® la aviaci¨®n brit¨¢nica gracias a la informaci¨®n facilitada por la resistencia noruega, entre ellos, precisamente, dos colegas de Heyerdahl, Bjorn Rorholt y Toorstein Raaby, que tambi¨¦n se embarcaron en la gran aventura de la Kon-Tiki.
Empez¨® a lloviznar y me qued¨¦ solo, momento que aprovech¨¦ para inclinarme por la borda y lanzar el ramillete de flores que hab¨ªa ido recogiendo por los parterres de Bergen. Peque?o tributo, pero tributo al fin, rendido a la memoria de los h¨¦roes de Telemark, los de la Kon-Tiki , y todos aquellos valientes que alguna vez desafiaron al fr¨ªo, a los nazis, al mar o a su propio miedo.
Va por ti, Thor.
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