Creemos en su dolor
Dicen que el dolor es real s¨®lo cuando consigues que otro crea en ¨¦l. Si no lo logras, tu dolor es locura. Es necesario creer en el dolor de los palestinos, acosados, atacados, asesinados, para que no caigan en la locura: hay que reconocer su dolor real, dar testimonio p¨²blico de su sufrimiento, de su soledad y de su amargura, para evitar que caigan en la enajenaci¨®n y en el suicidio. La comunidad internacional act¨²a como si los palestinos no existieran y los ciudadanos que formamos parte de esa comunidad actuamos como si no estuviera en nuestra mano hacer nada para ayudarles. Seguro que no podemos conseguir que se haga justicia o que impere la paz. Pero ahora no se trata de eso: lo urgente es lograr que el Estado de Israel cumpla con su obligaci¨®n de respetar las leyes internacionales, unas leyes que est¨¢ violando d¨ªa tras d¨ªa en los territorios palestinos, sin sufrir por ello ni el repudio internacional ni las sanciones previstas por el derecho internacional. Lo urgente es demostrar a los palestinos que su dolor no es locura.
Israel no tiene ning¨²n derecho a aterrorizar a poblaciones civiles, a disparar contra mujeres desarmadas, a bombardear edificios de uso civil donde habitan familias enteras. Da igual si esas mujeres est¨¢n intentando servir de escudos para que escape un pu?ado de milicianos. La ley no permite acribillarlas. Da igual si cerca de las casas de Beit Hanun se disparan cohetes artesanales. La ley no permite volar por los aires edificios llenos de ni?os, mujeres y hombres inocentes. Da igual si cerca de un autob¨²s escolar circula un terrorista. La ley no permite aplastar el autob¨²s como da?o colateral. Eso son cr¨ªmenes tipificados por la ley y deber¨ªan ser juzgados alg¨²n d¨ªa en tribunales internacionales.
Israel no tiene derecho a bombardear poblaciones civiles como no lo tuvo EE UU a bombardear poblados enteros en Vietnam; el ej¨¦rcito israel¨ª no tiene derecho a matar mujeres y ni?os porque tema que entre ellos exista un miliciano, como no lo tuvo el ej¨¦rcito norteamericano a matar a miles de civiles inocentes porque temiera que entre ellos se escondiera un vietcong. Israel no tiene derecho a destruir las infraestructuras civiles de los territorios palestinos en un intento por llevar la desesperaci¨®n a sus habitantes, como no lo ten¨ªa EE UU para bombardear con napalm los campos de cultivo vietnamitas. Israel no tiene derecho a destruir escuelas y centros m¨¦dicos gestionados por Naciones Unidas en la zona de Beit Hanun, como ha hecho, y como denunci¨® ayer la Comisionada General de la UNRWA en Palestina.
El problema de EE UU en Vietnam no se arregl¨® pidiendo una investigaci¨®n sobre My Lai. No bastar¨¢ tampoco con pedir una investigaci¨®n sobre Beit Hanun. ?Se la encargar¨¢n a los mismos que investigaron el pasado mes de julio el ataque contra los siete miembros de una familia palestina que pasaba el d¨ªa en la playa? Todos estamos ya demasiado curtidos como para no advertir que el bombardeo de Beit Hanun llega cuando Ham¨¢s y el presidente Mahmud Abbas estaban a punto de anunciar un Gobierno de unidad nacional que aplaque sus diferencias; cuando la atenci¨®n internacional est¨¢ distra¨ªda por las elecciones norteamericanas y los informativos de televisi¨®n est¨¢n absorbidos por las im¨¢genes de Washington y de Bush. Llega cuando Ham¨¢s lleva m¨¢s de a?o y medio evitando atentados suicidas en territorios israel¨ªes, haciendo honor a una tregua parcial que declar¨® unilateralmente y que ahora est¨¢ en peligro.
?Qu¨¦ es lo que tienen que investigar las autoridades israel¨ªes? Quiz¨¢s la terrible degradaci¨®n y la quiebra moral que infecta cada vez m¨¢s a sus soldados y a sus pol¨ªticos. Israel es una gran potencia militar cuyo ej¨¦rcito esta cometiendo delitos castigados por las leyes internacionales. "Estoy turbada por nuestra desintegraci¨®n moral, turbada por la manera arrogante en que, como si nada, matamos a los palestinos", escribi¨® hace ya tiempo la ex ministra israel¨ª Shulamit Aloni.
Muchas m¨¢s voces deber¨ªan repetir entre nosotros, los europeos, la letan¨ªa de Aloni: su desintegraci¨®n moral es la nuestra. Hace tiempo, cuando la apat¨ªa no nos infectaba la sangre, supimos reconocer el dolor de un pueblo acosado y atacado. Pero pasaron los a?os, y nos hicieron m¨¢s ciegos.solg@elpais.es
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